La Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid bajo la dirección de Jaume Santonja ofreció un programa de concierto de vocación popular, con buena sensación de ocupación en gradas y platea de la sala sinfónica del Auditorio, y tono más lisonjero de lo tradicional por estas fechas.
Carl Otto Nicolai presentó de inicio sus genuinas credenciales de forma abierta y extrovertida en su obertura de Las alegres comadres de Windsor, fielmente vertida por un animoso, dinámico y juvenil conjunto, al que le iba pintiparada.
La siguiente etapa de este pintoresco viaje, no tenía una lectura tan juvenil, y proporcionaba, en el mismo corazón del programa, la obra que, a la postre, sería su apuesta más intensa y comprometida: el genuino y visceral romanticismo de Robert Schumann a lomos de su Concierto para violonchelo con Adolfo Gutiérrez Arenas sobre la exigida tarima del solista.
Intensidad y lirismo que cargaban, así, sobre los hombros de este curtido violonchelista con un elenco volcado en la limpia precisión de los múltiples detalles de articulación ensayados. Actitud que tuvo relativo premio en la mayor agilidad del último movimiento -Sehr Lebthaft o, si prefieren, Molto vivace- de este emocional Concierto construido en un solo trazo.
Dedicada expresamente por Gutiérrez Arenas al recién fallecido Antón García Abril, la pieza de Antonín Dvořák, Klid -Bosques silenciosos, arreglo de una obra propia para piano, primero para violonchelo y piano y, posteriormente, para estos violonchelo y orquesta-, fue ofrecida como propina. Una pieza que adquiere en esta versión con orquesta, un cariz conmovedor, y donde la sonoridad de atriles y solista parecieron desenvolverse con mayor solidez, serenidad y equilibrio.
Un perfecto puente de vuelta a un mundo más extrovertido, fantasioso y, en cierto modo, más juvenil. Mi madre, la oca de Maurice Ravel acarició, con la rara liviandad de su ingeniosa orquestación, sus imágenes encantadas. Laideronnette, Impératrice des Pagodes... recibió unos aplausos espontáneos y furtivos a su vistoso exotismo que yo hubiera dedicado al más íntimo y perturbador movimiento siguiente: Les entretiens de la Belle et de la Bête... [- ¡Que salga el autor!]
Con una orquesta más nutrida, especialmente en una aparente sección de viento metal, la obertura de El murciélago nos llevó de la mano de Johann Strauss al final de este programa. Impulsos y delicias, no por populares, exentos, más aún en esta posición postrera en programa, de obvias dificultades técnicas.
Un final festivo y en punta para un concierto que tuvo a Schumann en su mismo corazón.
Luis Mazorra Incera
Adolfo Gutiérrez Arenas, violonchelo. Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid / Jaume Santonja.
Obras de Dvořák, Nicolai, Ravel, Schumann y Johann Strauss.
JORCAM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.