El flamante Primer Premio del Concurso Internacional de Piano de Santander, en su última edición, vigésima, del año pasado (2022), Jaeden Izik-Dzurko, ofreció un variado y convincente recital en la sala de cámara del Auditorio Nacional de Música, dentro del ciclo "La generación ascendente" auspiciado por la Fundación Albéniz y la Escuela Superior de Música Reina Sofía.
De entrada, un Schubert siempre discreto y, aquí, un tanto telonero pero en oportuna simetría en programa (las Mazurcas de Scriabin posteriores), con dos de sus Momentos musicales (op. 94).
Un buen entrante para el plato que se servía inmediatamente después. Porque del vienés saltamos a dos pilares del piano ruso de último romanticismo (post-romanticismo para algunos): Nikolái Medtner y un incombustible y, siempre sorprendente, Alexandr Scriabin.
La Sonata romántica en si bemol menor, op. 53 núm. 1, del primero, exhibió de inicio el perfilado y efectivo lirismo de Izik-Dzurko para abocar, así de su mano, en un dinámico Scherzo, y tras Meditación, un impresionante y ambicioso Finale, lleno de ritmicas entrecortadas y armonías suspendidas con remate ciertamente intrigante...
Una gran obra que, como la que finalizaba esta primera parte, bien podría haber constituido un brillante final de cualquier otro concierto.
Y tras un Medtner que deberíamos frecuentar mucho más, un nombre más habitual: Scriabin. Dos Mazurcas, un poco en simetría con los dos Momentos musicales del arranque, dieron entrada a otra gran obra en esta enjundiosa selección, su Cuarta sonata en fa sostenido mayor.
Una selección, por cierto ya que estamos, con impecable discurrir tonal entre obra y obra programada, enarmonía incluida.
El vertiginoso Prestissimo volando con que concluye su sonata Scriabin, ya lo dice todo en su "característica" indicación de tempo y carácter.
No nos salimos de esta estética tardo-romántica, un tanto exhausta ya, con Elisenda Fábregas y el estreno de sus Somnis radiants (Sueños radiantes). Una partitura espléndida que luce también notable expresividad romántica que, sin duda, casaba a la perfección con los autores escuchados inmediatamente antes del descanso.
Como en un juego de extremos, o de espejos si quieren, la Primera sonata de Robert Schumann en fa sostenido menor (la primera parte se remató, si recuerdan, con una sonata en esta tonalidad mayorizada) concluyó el programa previsto.
Una sonata de vitalidad y rítmica extraordinaria, ofrecida por Izik-Dzurko con juegos de luces y brillos tímbricos casi orquestales. Un juego estético estimulante que a un tiempo, aunaba y cerraba el círculo abierto por Schubert.
Impulsividad schumanniana y, un sonido compacto y fluido de suma limpieza, con relativa flexibilidad de tempi y amplia paleta de estratos dinámicos que lucen especialmente en obras que combinen, como esta última, la técnica compositiva, la pianística y, un saludable e intenso calado y sentido poéticos.
Luis Mazorra Incera
Jaeden Izik-Dzurko, piano.
Obras de Fábregas, Medtner, Schubert, Schumann y Scriabin.
Fundación Albéniz.
Auditorio Nacional de Música. Madrid.