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Crítica / Con las entrañas - por Francisco Villalba

Madrid - 18/05/2024

El barítono Florian Boesch y el pianista Malcolm Martineau nos han visitado de nuevo para ofrecernos esa joya que es el Schwanengesang (Canto del cisne) D 957 (1828) de Schubert.

Boesch, actualmente entre otras cosas profesor en la prestigiosa Universität für Musik un darstellende Kunst (Universidad de Música y Drama) de Viena, tiene una forma de acercarse al lied, en apariencia, muy poco ortodoxa. Boesch no olvida la música, pero se centra, sobre todo, en resaltar el contenido dramático de las obras que interpreta, en el significado de los textos, y logra, aunque no sea al gusto de todos, resultados espectaculares, de una profundidad insospechada y una emotividad lacerante. Se discutirá la forma de hacerlo, pero también en su día algunos criticaron al inmenso Dieskau por su exceso de puntillismo, menospreciándole al comparale con Hans Hotter. Lo que es indudable es que Boesch sabe lo que se tiene entre manos y logra meterse a la mayoría del público en el bolsillo merced a un inteligente uso del armamento que posee: una voz plena, quizá más rica en la zona baja que en la aguda; un fraseo impecable y una intrensidad interpretativa arrolladora. Lo suyo son los lieder más dolorosos, más viriles, más heróicos, pero esto no es óbice para que sepa extraer de los más liricos sus elementos más delicados.

El Schwanwengesang, de hecho, no es un ciclo sino una recopilación de los últimos lieder de Schubert hecha por el editor Tobias Haslinger. Boesch y Martineau han decidido reordenar los 13 lieder en función de los textos, respetando la separación de los de Ludwig Rellstab y los de Heinrich Heine.

Como calentamiento, ambos artistas interpretaron Liebesbotschaft (Mensaje de amor), Frühlingssehnsucht (Anhelo primaveral) y la famosísima Ständchen (Serenata). En esta sección tanto el barítono cómo el pianista estuvieron cautos, pero llegado Abschied (La despedida) el concierto comenzó a transformarse en un torrente de emociones. Tanto Martineau como Boesch se lanzaron a tumba abierta en una serie de interpretaciones viscerales, que fueron in crescendo hasta culminar con los dosoladores Die Stadt (La Ciudad) y Der Doppelgänger (El Doble) y el tremendo Der Atlas (Atlas) cantado con una volcánica deseperación en la que Boesch derrochó una fuerza interpretativa fuera de serie, acompañado por ese otro titán que es Martineau.

Fuera de programa nos ofrecieron tres propinas: Die Taubenpost (La paloma mensajera), An den Mond D 259 (A la Luna) y Heidenröslein (La pequeña rosa silvestre).

Viva el lieder heterodoxo, lejos del salón con té y pastas.

Francisco Villalba

 

Florian Boesch y Malcolm Martineau

XXX Ciclo de Lied del CNDM

Teatro de la Zarzuela, Madrid

 

Foto © Rafa Martín

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