Adentrarse en concierto de la mano de las impetuosas Danzas de Galánta de Zoltán Kodály es toda una experiencia impulsiva, compulsiva y expansiva.
Una obra que, a menudo (en mi caso, hasta donde recuerdo: siempre), se escucha como final de programa o, al menos, de su primera parte, y que, sin embargo, aquí se mostró de buenas a primeras como virtual obertura o exordio. Todo un festín musical, pues, estimulante ya desde su primer… suspiro.
Así de dinámico arrancó el programa de la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida con soltura, conocimiento del repertorio y consecuente lucimiento por Henrik Nánási, en el ya tradicional (¡de edición trigesimoctava nada menos, hablaba el programa de mano!) concierto de Santa Cecilia.
Lucimiento, también de primeras, el de los atriles, claro está; empezando por un lírico clarinete protagonista de esta partitura de Kodály.
Y… por si fuera poca estimulación… de seguido, un Dmitri Shostakóvich tan entusiasta como el que más en su singular y chispeante Concierto para piano y trompeta, hoy con los solistas Sergei Redkin al piano y Marcos García a la trompeta.
Todo un mosaico de temas con insistente cabeza en arpegio en sencilla tríada descendente… tan ingenuo como provocador en su primer movimiento, Allegretto.
En el segundo, Lento, Redkin aportó una poderosa sonoridad acompañada, siempre, de reflejos a la hora de variar instantáneamente las texturas, temas y tonalidades que propone de continuo Shostakóvich.
Una propina de ambos solistas, con edulcorados perfil y rítmica, protagonizada por una tersa trompeta sobre un cliché de marcha armónica en el piano, hizo las delicias del público que salía comentando y canturreando entre labios tan pegadiza melodía.
Tras el descanso, una Octava sinfonía de Antonín Dvořák plena de un incansable y detallista carácter impreso desde el podio con acierto, y ya desde su primer movimiento, Allegro con brio. Un “brio” que bien mereció los cerrados aplausos, extemporáneos eso sí, pero justos, que le brindó el público en esta ocasión.
Para terminar, en calidad de, tradicional también, “propina dentro del programa” la versión ligeramente remodelada por Cristóbal Halffter del, por otro lado, genial, inmortal e hiper-versionado pasodoble de Antonio Álvarez Alonso: Suspiros de España.
Hay quien lo ha propuesto por ahí, medio en broma medio en serio, como posible Himno nacional… Me refiero, por supuesto, al pasodoble original de Álvarez... Bueno… tampoco es necesario llegar a esos extremos… digo yo…
Luis Mazorra Incera
Sergei Redkin, piano, y Marcos García, trompeta.
Orquesta Sinfónica de Madrid / Henrik Nánási.
Obras de Álvarez-Halffter, Dvořák, Kodály y Shostakóvich.
OSM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: Henrik Nánási.