Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Collegium 1704 en la primera noche del Universo Barroco del CNDM

Madrid - 26/10/2020

Madrid se encuentra, después de ocho meses del comienzo de la pandemia sanitaria mundial que obligó a cancelar cualquier evento, inmersa de nuevo en su habitual, aunque modificada sustancialmente, frenética agenda cultural.

El primero de los conciertos del exitoso ciclo Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional ha permitido descubrir casi por primera vez al público español a los afamados conjuntos de la República Checa comandados por Václav Luks: Collegium 1704 y su homónimo grupo vocal Collegium Vocale 1704. Tan solo nos consta otra aparición suya en los escenarios españoles, en 2012 dentro del Festival de Música Antigua de Sevilla, interpretando también una obra de su compositor de cabecera por excelencia, su compatriota Jan Dismas Zelenka.

El programa se antojaba como un auténtico manjar musical, puesto que la primera de las obras sería el fabuloso Magnificat en re mayor BWV 243 de Johann Sebastian Bach, acompañado de una de las obras referenciales de Jan Dismas Zelenka, su última composición sacra, nunca antes interpretada en España, la Missa Omnium Sanctorum ZWV 21.

Nos sorprendió Collegium 1704 en su aparición en el escenario por su nutrida formación en violines y violas (5-4-3), número que a los conjuntos historicistas españoles les resulta casi imposible de alcanzar por motivos presupuestarios. El ensemble vocal estuvo compuesto por 5 sopranos, 4 mezzosopranos, 4 tenores y 4 bajos, algo que les hacía partir con desventaja con el grupo instrumental, pues debemos tener en cuenta que la escritura bachiana del Magnificat incluye dos partes de soprano, a lo que se debe añadir la utilización de la mascarilla facial mientras los cantantes interpretaban la música en conjunto, no así cuando realizaban labores de solista, que actúa como una especie de sordina en la emisión vocal.

El comienzo del Magnificat evidenció la impetuosa interpretación que Václav Luks realizaría a lo largo de toda la velada, imprimiendo una gran energía a los poderosos tuttis orquestales y un tempo verdaderamente ágil que fue un inconveniente dada la disposición espacial tan lejana a la que los intérpretes deben colocarse actualmente como medida de seguridad. Se evidenciaron desajustes rítmicos en los pasajes más veloces que en una colocación habitual seguramente no ocurrieran, dado el gran conocimiento del director checo y de los intérpretes de esta pieza.

La soprano española Lucía Caihuela mostró un bello timbre, a la par que el registro tan grave de su aria no fue un obstáculo para su perfecta audición, algo que hay que valorar muy positivamente, puesto que la melodía transita en el registro de mezzosoprano.

En el aria siguiente, Quia respexit humilitatem, el bajo continuo demostró una solidez formidable y un absoluto respeto por la soprano Helena Hozová, mientras el oboe demostraba su gran musicalidad y fraseo.

El bajo Tomáš Šelc fue una de las voces solistas más remarcables del recital ya desde su primera intervención, Quia fecit mihi magna, evidenciando un gran dominio técnico tanto en la igualdad del registro vocal como en el fraseo y fiato, que resultaron de una gran naturalidad y que fueron acompoañados magistralmente por unos poderosos violonchelo, contrabajo y órgano.

La nutrida cuerda de violines fue una de las protagonistas de Et misericordia, en donde mostraron un impecable fraseo y un sonido ensoñador, tocando recurrentemente sul tasto.

Contrastando con estas deliciosas secciones solísticas, el coro dio frecuentes muestras de su homogeneidad vocal en múltiples momentos. Quizás uno de los más destacables fue el número Fecit potentiam, de sonido compacto y vigoroso pese al inconveniente de la interpretación con mascarilla, y con una sección excelente de las sopranos, tanto primeras como segundas, aunque estuvieran en inferioridad numérica. Sobresalieron asimismo los tres fantásticos trompetistas y los timbales, aportando la brillante espectacularidad sonora al gran momento coral.

Las dos flautistas pudieron asimismo exhibir sus grandes dotes musicales en el aria Esurientes implevit bonis, con un absoluto dominio del fraseo y del fiato, a la vez que denotaron un impecable trabajo de música de cámara entre sí con unas imitaciones perfectamente idénticas.

La cuerda de bajos de Collegium Vocale 1704 demostró su perfecto empaste y fabuloso sonido en el comienzo del fugato Sicut locutus est, que precedió al brillante final remarcado por Václav Luks con un imponente y medido crescendo.

Pero lo que realmente sorprendió al público madrileño fue la interpretación de la Missa Omnium Sanctorum de Jan Dismas Zelenka, un perfecto desconocido para muchos melómanos, pero que esfuerzos como los que realizan estos dos conjuntos checos están permitiendo que su formidable obra vaya haciéndose un hueco en el panorama musical.

Václav Luks reveló desde el comienzo su absoluto dominio de la pieza, a la que además imprimió de unos tempi absolutamente adecuados a la distancia tan lejana ente intérpretes; los problemas rítmicos desaparecieron y la conjunción entre todas las secciones de orquesta y coro emergieron. Ya establecida esta consistencia de la agógica, los violines junto a los oboes deleitaron al público en el Christe, funcionando verdaderamente como dos únicos instrumentistas, en lugar de once.

Los planos sonoros y el equilibrio entre orquesta y coro mejoraron mucho con respecto a la pieza de Bach, ayudados sobremanera por la textura orquestal que Zelenka otorga en la mayoría de números, puesto que la rica instrumentación es prácticamente independiente a la escritura vocal evitando que las cuerdas o los oboes doblen las líneas vocales, algo que ensombrece y dificulta una nítida percepción de las voces.

La formidable música del maestro checo se evidenció en el Gloria, compuesto de cinco inspirados números que dan muestra de su educación por maestros italianos y vieneses, evidenciando magníficos momentos vivaldianos como el inicial Gloria in excelsis Deo o la patente influencia vienesa de los adornos y apoyaturas cromáticas de Qui tollis peccata mundi.

El final del Gloria fue quizás el único momento en donde la perfección en la afinación de los violines se vió mermada, pero que fue reparada de inmediato una vez que la orquesta volvió a afinar.

El siguiente movimiento, el Credo, cambia radicalmente de estructura compositiva. Ell protagonismo absoluto lo adquiere ahora el coro con breves pero expresivas secciones que parecieran evitar una excesiva duración de la factura de música para el largo texto de la oración católica por excelencia. Serían destacables momentos con armonías muy especiales que subrayan momentos de gran carga dramática, como en Et incarnatus est, inspirado lugar compuesto para tres voces solistas, el inteligente uso de los cromatismos, bien remarcados por el director checo y subrayados por cada una de las cuerdas del coro de Crucifixus, en donde Luks jugó especialmente con las sonoridades piano o mezzopiano, creando un inteligente y sutil fragmento.

Otro pasaje efectista fue el creado por las atrevidas armonías perfectamente afinadas por el ensemble vocal en mortuorum y que precedieron a la última y espectacular fuga Et vitam venturi de fastuoso sonido orquestal y remarcada por el inteligente planteamiento sonoro de Václav Luks que permitió una transparente textura en donde cada motivo era percibido de inmediato.

Uno de los momentos más ensoñadores, a la vez que sencillos, del concierto, fue el imaginativo Benedictus que Zelenka realizó. Las voces femeninas del coro en unísono -vaya unísono más perfecto, bello y equilibrado nos regalaron las féminas de Collegium Vocale 1704- sobre una delicada melodía orquestal. Este fragmento fue repetido como propina del concierto.

El bajo Tomáš Šelc volvió a brindarnos una muestra de su excepcional ténica vocal en el lírico e intricado Agnus Dei, el fragmento vocal más exigente del concierto para un solista seguramente, en donde se requiere un amplísimo registro vocal y una gran línea de canto. Šelc solventó con aparente facilidad la sección.

La velada finalizó con la fuga final Dona Nobis pacem, de motivos cromáticos muy especiales, que dan como resultado una textura compleja que el tutti orquestal y vocal de Praga supo brindarnos como broche de oro, confeccionando una gran riqueza sonora con un buen equilibrio vocal y orquestal que desembocó en unos últimos acordes nobles y luminosos.

El público ovacionó en repetidas ocasiones a todos los intérpretes, evidenciando su entusiasmo por el retorno del ciclo Universo Barroco al Auditorio Nacional.

Simón Andueza

Helena Hozová, Lucía Caihuela y Tereza Zimková, sopranos, Kamila Mazalová y Aneta Petrasová, mezzosopranos, Václav Čížek, tenor, Tomáš Šelc, bajo. Collegium 1704 y Collegium Vocale 1704. Václav Luks, director. Johann Sebastian Bach: Magnificat en re mayor, BWV 243, Jan Dismas Zelenka: Missa Omnium Sanctorum, ZWV 21.

Ciclo Universo Barroco del CNDM, Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, Madrid, 25 de octubre de 2020, 19:00 h.

Foto © CNDM - Elvira Megías

1302
Anterior Crítica / Mozart por sus fueros (Real Filharmonía de Galicia)
Siguiente Crítica / La amabilidad por norma (Orquesta Nacional de España)