En mis más tiernos recuerdos de infancia se entremezclan los colores y cantos desdibujados de una Flauta mágica que escuché en el Teatro Juan del Encina de Salamanca. Supongo que guardarle un pequeño espacio en mi memoria a un Papageno de hace tantos años algo querrá decir. Quizá es la música que, de la mano del cuento, queda más sujeta en las redes de los recuerdos de niñez, o, quién sabe, quizá es el cuento el que, acompañado de la música, cobra más sentido en el imaginario de la memoria más temprana.
El Teatro Real, en coproducción con el Teatro de la Maestranza de Sevilla, el Teatro de Málaga y la Fundación Ópera de Oviedo han traído La cenicienta (Cendrillon) de Pauline Viardot-García (1821-1910) por el bicentenario del nacimiento de la compositora, para volver a despertarnos esta memoria infantil. Esta opereta de cámara se estrenó en París, a los 83 años de edad de su autora, y fue la última que compuso Viardot-García, quien era más conocida por el apellido de su marido, el escritor Louis Viardot, que por el suyo.
La obra, contando con las dos últimas funciones en el Teatro Real de Madrid el pasado 20 y 21 de Noviembre, se ha representado tan solo cinco veces en España desde 2002, según los datos del OperaBase. Una pena, teniendo en cuenta el origen español de una de las compositoras más importantes del siglo XIX. Menos mal que su bicentenario ha justificado las próximas representaciones de su ópera en Oviedo, Sevilla y Málaga.
Que Cendrillon, de Viardot-García ,vuelva a los escenarios se lo debemos a Ópera Estudio, con una iniciativa del Real Junior que, no solo acerca, una vez más, la música a los más pequeños, sino que da un empujón a las nuevas generaciones de artistas. Los cantantes, miembros del programa Crescendo de la Fundación Amigos del Real, no dejaron indiferente al público infantil que, desde las butacas, se mostró abiertamente atento durante toda la hora que duró la función.
Con los primeros focos, el almacén que había en escena en un primer momento se transformó en el decorado del conocido cuento. Juliane Stolzenbach Ramos, quien encarnaba a Cenicienta, empezó a cantar la historia acompañada de Francisco Soriano al piano, director musical y único músico en escena. Más tarde, aparecieron Miguelona y Armelinda, las hermanastras, a quienes daban voz las colombianas Vanessa Cera y Paola Leguizamón en una cómica y certera interpretación. Uno de los cambios de Viardot-García en el libreto original fue sustituir a la madrastra tradicional de todos los cuentos infantiles por un antipático padrastro, al que daba voz Ramiro Maturana.
En una de sus brillantes arias, el personaje nos contaba en petit comité que la razón de su riqueza se debía al trabajo previo en una tienda de ultramarinos, un matiz a destacar ya que el esfuerzo y el trabajo duro es un rasgo poco normativo en los ricos aristócratas de los cuentos. Al príncipe encantador y a su chambelán los encarnaban Francisco Gracia y Juan Ramos, respectivamente.
Uno de los momentos más tiernos fue la aparición en escena del hada, Miriam Silva, quien surgió de entre el humo y las luces mientras, desde el patio de butacas, se alzaban al aire pequeños dedos índices acompañados de inocentes suspiros de asombro. Las intervenciones de casi todos los personajes dejaban tras de sí ráfagas de aplausos, especialmente en dos ocasiones: en las arias colectivas a seis y a siete voces, hacia el final de la obra, y en el maravilloso dueto que hicieron Stolzenbach y Gracia, reflejando el amor más allá del relato original.
Si bien en las primeras arias de los personajes femeninos el texto se desdibujaba en la música cantada, con el transcurrir de la obra fue tomando forma y haciéndose cada vez más comprensible. Si a alguien le debemos el gusto de poder escuchar en el Real una ópera en español, algo tristemente poco usual en nuestro país, es a Guillermo Amaya, quien se encargó de igual manera de la dirección escénica y la iluminación de la obra.
Presentar un cuento musical, que es lo que, al fin y al cabo, son las óperas, en un lenguaje afable y conocido para los más pequeños, es un gusto para todos. Si hoy en día se echan de menos los cuenta-cuentos, también se extraña la música contada de la manera que se hizo el pasado 21 de noviembre en la sala principal del Teatro Real. Fuimos testigos durante toda la representación de esa nostalgia, encarnada en una emoción capaz de dejar en vilo la irrefrenable energía de un infante, y de llegar a despertar la niñez que todavía llevamos dentro.
Alicia Población
Teatro Real
La cenicienta (Cendrillon) de Pauline Viardot-García
Ópera Estudio
Real Junior
Foto: Francisco Gracia (El príncipe encantador), Juan Ramos (El conde Barrigulo), Juliane Stolzenbach Ramos (La Cenicienta) / © Javier del Real | Teatro Real