Recital de altura el que ofrecieron el pasado martes día 2 de marzo en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional el violinista francés Renaud Capuçon y la pianista italiana Beatrice Rana, en repertorio obras de Prokófiev y Schumann. Hora y media sin descanso, por exigencias de la pandemia, en un sólido, bien planteado y exultante programa.
En un principio el orden debía situar a Schumann entre las dos sonatas de Prokófiev, haciendo una especie de sándwich, las obras de fuerza y temperamento ruso debían envolver al Schumann mas delicado, sin embargo en contra de lo que figuraba en el programa se optó por hacer un orden pensamos que mas acorde a la progresión mental y al gran esfuerzo físico que se les presentaba a los intérpretes, de manera que se fueron intercalando sabiamente primero la sonata en la menor de Schumann, después la primera sonata de Prokófiev, en tercer lugar las tres romanzas también de Schumann y finalmente la sonata número dos de Prokófiev. Este cambio, insistimos, creemos que se debió a una medida de esfuerzos por parte de los intérpretes y a una mas sabia concepción de lo que representa cada una de las obras y de la exposición a un público.
Separar las dos sonatas de Profokiev siempre supone un acierto, la primera es oscura y trágica y la segunda es arrolladora, febril y brillante. Pero también es un acierto separar la densidad y profundidad de la sonata en la menor de Schumann con respecto a sus tres romanzas que son ligeras y más líricas. El resultado que a priori podría suponer un programa denso y difícil para el oyente, se transformó en una maravillosa velada de música de cámara. Las emociones iban desde el asombro, la perplejidad, el lirismo, la oscuridad, la tristeza, la exaltación… toda una paleta de colores y sabores. Los contrastes estaban garantizados.
Capuçon lo dio todo, versatilidad de sonido, expresividad a raudales y una técnica compacta y arrolladora, sin fisuras. De vez en cuando su pierna izquierda se elevaba y parecía querer jugar, levitar, se agachaba siguiendo las progresiones melódicas. Por su parte la pianista Beatrice Rana se mostró sólida, precisa, con la naturalidad de un músico muy solvente, sin artificios, siempre muy atenta a los arcos de Capuçon, seguía fiel a su juego y desarrollaba un pianismo espectacular, de gran sonido y firmeza. Quizá había momentos en que el piano debía bajar su intensidad cuando el balance se transformaba en una difícil resolución entre uno y otro instrumento. Por mucho que se esfuerce el violinista, y Capuçon tiene un sonido firme y denso con un vibrato en su máxima proyección y madurez que permite una riqueza de armónicos espectacular, no llega a la fuerza y proyección de un gran cola.
Con todo, el concierto fue un completo éxito. El público no rechistó en la hora y media, todos entregados, ni una tos, lleno absoluto (sin incluir claro está las butacas vacías de seguridad), ni un movimiento, ni un caramelo de esos que aparecen cuando la cosa parece aburrida. A pesar de la pandemia el público de Madrid tiene muchas ganas de disfrutar estos encuentros camerísticos. Una gran velada para los anales de la música de cámara.
Paulino Toribio
Renaud Capuçon, violín
Beatrice Rana, piano
Obras de Schumann y Prokofiev
LICEO DE CÁMARA XXI
Auditorio Nacional de Música, Sala de Cámara
Foto © Elvira Megías - CNDM