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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Brillante despedida de un quinquenio - por Jerónimo Marín

Granada - 17/07/2024

Han sido solamente cinco años los que el Festival de Granada ha estado comandado por Antonio Moral, y, aunque ha de transcurrir tiempo aún para una valoración precisa de sus logros y errores, la intuición arroja más luces que sombras en el balance general de este quinquenio. Más si tenemos en cuenta que sus inicios estuvieron marcados por la terrible pandemia, y que, hablando en términos de programaciones anuales, los plazos temporales han de ser por necesidad a más larga distancia. Pero con esa sensación de que esta edición que se ha cerrado el pasado 14 de julio ha sido la más brillante de las planteadas por Antonio Moral, hay que quedarse, y dejarse para otras ocasiones las veleidosas imaginaciones de hasta dónde podría haberse desarrollado este proyecto si se hubiera concedido mayor plazo.

            A tenor de lo escuchado y visto este fin de semana de despedida en los cinco conciertos a los que hemos asistido, certificamos el altísimo nivel, equiparable a cualquier otro gran festival europeo, que se ha conseguido.

            Comenzábamos el sábado día 13 con el Cuarteto Cosmos dentro del ciclo Schubert esencial con un programa refinado que comenzaba por seis canciones del autor vienés, pero en ropaje distinto al habitual. Si poco a poco están viendo la luz en conciertos y discos los arreglos de sus lieder más famosos en orquestaciones de autores como Reger, Strauss, y otros, también es cierto que el cambio del piano por un pequeño conjunto de cámara es una opción presente. Aquí presenciamos el estreno absoluto en arreglo para soprano y cuarteto de cuerda de José María Sánchez-Verdú, compositor residente de este Festival, de las canciones Wandrers Nachtlied D.768, An den Mond D.269, y Gretchen am Spinnrade D.118, arreglos pertinentes que amplifican de manera idiomática los sentimientos manifiestos en la lírica; seguidos de los arreglos de las tres canciones de Mignon que hiciera el compositor y pianista recientemente fallecido Aribert Reimann. Excelente la soprano Katja Maderer en su prestación vocal, soprano ligera de voz muy igualada en sus registros e intención expresiva idónea. Se cerraba el concierto con uno de los grandes cuartetos de Schubert, el nº13 D.804 con el sobrenombre de “Rosamunda” por usar el tema del entreacto de la homónima obra de teatro en la música escénica escrita por Schubert. Y claramente se puso de manifiesto porque el Cuarteto Cosmos está copando festivales y multiplicando su presencia en salas de conciertos: poseen una complicidad única, y una ductilidad en su empaste y sonido conjunto que lo convierte en un auténtico valedero de esta música íntima de perfecta construcción formal. El juego de fraseos intercambiados, de planos sonoros equilibrados según quien llevara la voz cantante, de dinámicas extremas o de utilización correcta del vibrato -inigualables los acordes de redondas sin usar vibrato para lograr gracias a una afinación perfecta la multiplicación de los armónicos- son rasgos de este cuarteto barcelonés plenamente consolidado.

            A las 19:30 finalizaba este ciclo de Schubert esencial con un concierto en el Auditorio Manuel de Falla donde al Cuarteto de la Staatskapelle Berlin se le sumaba Elisabeth Leonskaja, incombustible y llena de energía, para ofrecer un muy exigente programa con dos Brahms auténticas cimas de su producción camerística como son el Cuarteto con piano Op.60, y el Quinteto con piano Op.34, con el intermedio del Allegro Assai, único movimiento conservado del Cuarteto nº12 D.703 (solo se conserva el primer movimiento y no dos como erróneamente afirmaba el programa de mano). Si bien el Cuarteto sonó con todos los requerimientos que se le presuponen a estos grandes artistas, fue en el Quinteto donde realmente brilló la música al más alto nivel, aunque en ciertos momentos salieran algo borrosas las figuraciones rápidas en la parte pianística. La belleza de la música fue tangible gracias al virtuosismo técnico y expresivo de todos ellos, lo que llevó, tras una interminable oleada de aplausos finales, a repetir como propina el Andante, un poco adagio del Quinteto.

            Y la jornada terminó con el Ballet Nice Méditerranée, una de las grandes compañías de danza europeas, que nos presentó la interesante coreografía de Malandain presentada hace diez años sobre la hermana pobre de los ballets de Prokofiev, Cendrillon, obra compuesta entre 1940 y 1944, pero estrenada en el Bolshoi en 1945. Dedicada la función al que fuera su director desde 2009 y estrella del Ballet de la Ópera de París, Éric Vu-An, fallecido hace solamente un par de meses, y con una escenografía minimalista con una restricción voluntaria de tonos -solo blanco, beige, gris y negro-, la función transcurrió sin sobresaltos con ese vocabulario neoclásico típico del coreógrafo, destacando la Cenicienta de Veronica Colombo, y los siempre agradecidos roles de la madrastra y las hermanastras interpretados como es tradición por hombres. Al ser la música enlatada, y desconocer por no aparecer en los créditos la versión usada, poco más queda por reseñar, excepto los prolongados aplausos del público asistente en reconocimiento del trabajo desplegado.

            Y en la última jornada del Festival, dos conciertos tuvieron lugar. El primero, en el bello y de buena sonoridad Monasterio de San Jerónimo, la Academia Barroca del Festival de Granada, uno de los proyectos novedosos del periodo Moral, presentaba su quinto proyecto: Las Siete Últimas Palabras de Cristo en la Cruz de F.J. Haydn, ese oratorio tan relacionado con nuestro país al haber sido encargado por el Marqués de Valde-Íñigo para el oratorio gaditano de La Santa Cueva. Me imagino que estarán al tanto de que fue tal el éxito de la obra que el mismo Haydn realizó diferentes versiones de ella, incluyendo una última con voces. Aquí sonó la original, la compuesta para una orquesta clásica, pero añadieron un narrador, Enrique Árbol, que declamó muy convincentemente sus textos. Además, los siete Adagios más el Terremoto final se intercalaron con SHEBA, una obra estrenada por Sánchez-Verdú en 2018 que consiste en comentarios sobre cada uno de los movimientos originales; y la idea funcionó de maravilla, debido, entre otras cosas, a que o bien eran preludios o bien postludios del movimiento de Haydn, de manera que tuvimos que estar alerta durante todo el concierto para detectar cuando pasaba la música de un autor a otro. A veces Sánchez-Verdú comenzaba enlazando temáticamente su música con la anterior, otras veces jugaba con sonoridades clásica que iban difuminando y transformando en sonoridades contemporáneas, eso sí, siempre con el mismo instrumental para el que Haydn escribió la obra. Aarón Zapico, encargado siempre de este Proyecto, ofreció una versión solvente y bien contrastada, a pesar del añadido de algunos silencios más prolongados que los escritos por Haydn, con una Orquesta Barroca del Festival de Granada de buena calidad en la sección de cuerda en cuanto a empaste y afinación, y sobre todo, en su entrega al proyecto.

            Y a las 22 horas debía haber comenzado el concierto protagonizado por la Orchestre National du Capitole de Toulouse con su director titular Tarmo Peltokoski, pero entró en conflicto este horario con la final de la Eurocopa donde, como de todos es conocido, jugaba España contra Inglaterra; y, aprovechando la pantalla donde se iban a proyectar los sobretítulos de los Lieder de Strauss, el público que tenía entrada al concierto pudo disfrutar del encuentro futbolístico, demorando el inicio del concierto a las 11 de la noche -estoy convencido de que es la primera vez que esa orquesta acaba uno de sus conciertos pasadas la 1 de la madrugada-.

Con el ánimo bien dispuesto, gracias a la victoria española en el final, nos dispusimos a degustar las tres obras presentadas, comenzando por una Obertura de los Maestros Cantores arrolladora en su intención y energía, y siguiendo con unos Cuatro Últimos Lieder de Strauss magníficamente cantados por Elsa Dreisig, voz de soprano lírica de timbre cristalino y técnica suprema. La segunda parte consistió en una única obra: la incompleta Novena de Bruckner. Tarmo Peltokoski, finés de 24 años y director titular de esta orquesta, posee una técnica clara y precisa que le permite desgranar todas las dificultades para ofrecer buenas versiones de las obras, pero aún le falta ese algo difícil de nombrar y que podría definirse como grandeza, como trascender la música, como poner la vista más allá de la partitura. Lleva ya unos cuatro años instalado en la élite directorial, siendo invitado por muchas orquestas y con ofertas tentadoras para ser titular, y está destinado a ser uno de los grandes directores. La Orquesta confirma la impresión que obtuvimos cuando le escuchamos en su sede de la ópera de Toulouse Eugen Oneguin de final de temporada: es una orquesta sólida y convincente con buenas secciones y un gran equilibrio entre ellas. No se puede pedir un mejor cierre a ningún Festival.

            Deseamos lo mejor para Antonio Moral en sus futuras aventuras musicales, y también al nuevo director titular, Paolo Pinamonti, en que pueda acrecentar el legado del Festival de Granada. ¿Era un guiño que en el último concierto del Festival sonarán las dos últimas obras de Strauss y Bruckner?

Jerónimo Marín

 

Cosmos Quartet. Katja Maderer, soprano. Crucero del Hospital Real. 13 de julio de 2024.

Cuarteto de la Staatskapelle Berlin. Elisabeth Leonskaja, piano. Auditorio Manuel de Falla. 13 de julio de 2024.

Ballet Nice Méditerranée. Teatro del Generalife. 13 de julio de 2024.

Academia Barroca del Festival de Granada. Monasterio de San Jerónimo. 14 de julio de 2024

Orchestre National du Capitole de Toulouse. Elsa Dreisig, soprano. Tarmo Peltokoski, director. 14 de julio de 2024.

 

Foto: Cosmos Quartet y Katja Maderer, soprano, en el Crucero del Hospital Real / © Fermín Rodríguez | Festival de Granada 2024

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