Las primeras impresiones que transmitía el británico Rumon Gamba como director invitado por ADDA-Simfònica para uno de sus conciertos más esperados, dado su programa dedicado íntegramente a Brahms con la participación de uno de los pianistas más interesantes actualmente del panorama internacional como es el argentino Nelson Goerner, es que se estaba ante un músico de sólida escuela, determinante pulsión cinética y manifiesta profesionalidad para sacar el máximo partido artístico del instrumento orquestal. Estas cualidades las proyectó en dos obras singulares del catálogo del gran compositor hanseático Johannes Brahms, el Segundo concierto para piano en Si bemol mayor, Op. 83 y la Segunda Sinfonía en Re, Op. 73, que nos iban a dar la medida de la orquesta en la solidez que presenta el gran repertorio sinfónico austro-húngaro.
Las buenas impresiones no se hicieron esperar desde la introducción de la primera obra, una monumental sinfonía con piano obbligato que se erige como una de las cumbres del repertorio concertante romántico. Nelson Goerner, sin ningún tipo de superfluas concesiones expresivas, autocomplacencia y ensimismamiento, se adentró en la majestad del primer tema amarrando los acordes con gran hondura y sentido, desvelando todas sus amplias posibilidades armónicas como las expresadas en la pequeña cadencia central, sin generar ningún tipo de rivalidad con la orquesta, que seguía las indicaciones de Gamba con esa facilidad que proporciona el que sus componentes saben escucharse entre sí, peculiaridad que caracteriza su habitual método de trabajo y funcionamiento. El ritmo y la métrica del segundo movimiento se impusieron desde el seguimiento fiel que realizaron el pianista y la formación instrumental, que abordaron con marcado lirismo el segundo tema, destacando la cuerda por la suave homogeneidad de su sonido que generaba una evocativa sensación muy bien resaltada por el piano en un permanente contraste. La sección de las trompas brilló para facilitar el camino de la recapitulación y posterior conclusión de este movimiento realizado con esa pasión que indica su aire.
El tercer movimiento fue un dechado de lirismo sustentado en la magnífica capacidad de canto de la primera violonchelista, Zsofia Keleti, que mantuvo todo un hermoso diálogo antes del subyugante pasaje central, que Goerner llevó a la máxima tensión generándose posteriormente ese mágico equilibrio en este Andante esencial en el pensamiento musical del compositor con la superposición camerística del violonchelo y el piano, alcanzando ambos intérpretes instantes de sugestiva belleza. Una destacada fluidez de mecanismo fue la técnica que desarrolló el pianista en la exposición del Allegretto final, demostrando en todo momento una precisa seguridad que dejaba claro el grado de interiorización que tiene de esta magna sinfonía con piano que fue siempre acertadamente secundada por una batuta de sobrada afirmación en su entendimiento.
Ante la aceptación unánime del público de la sobria y a la vez rica musicalidad del solista, Nelson Goerner ofreció un bis con una singularísima pieza también de Brahms, su Intermezzo en La Op. 118-nº 2 con el que determinó su emocionante capacidad de hacer poesía con el sonido sin caer en manierismo alguno.
La música de Brahms tuvo especial reafirmación con la interpretación de su Sinfonía nº 2 en la segunda parte de la velada. Como si de otro director se tratara, el maestro Rumon Gamba se dirigió a la orquesta concentrando toda su autoridad en la orientación del discurso de la obra. Así se pudo percibir en el tratamiento dado al Allegro non troppo inicial sabiendo contrastar el carácter lírico de su primer tema expuesto por las trompas y el segundo, donde acentuó su tempo bailable a cargo de la cuerda que se mostraba con gran empaste. En el Adagio hizo gala de su textura contrapuntística, haciendo que la orquesta se mostrara desde esa orientación meditativa que hace hermoso a este movimiento en su tendencia serena, suavizando su gesto hasta llegar a poses estáticas que sonaron con verdadero sentido al dejar en muchos momentos que la orquesta funcionara sola en una aparente autonomía, que dice mucho de sus componentes, siempre atentos entre ellos y con el pódium en una constante estabilidad de orgánica respuesta.
Se planteó el tercer tiempo desde esa carga popular que encierran sus sones, acentuada por una sección de madera de diáfano sonido, que parecía ir preparando su variable desarrollo al que Gamba imprimió firmeza de gesto, sin prescindir en ningún momento de ese sentido de divertimento que hace de pasaje una de las piezas más joviales de Brahms. Este sentimiento de alegría tuvo su continuidad en el dado al último movimiento como ocurrió en la segunda exposición del primer tema, expresada como una verdadera explosión impulsada por el timbalero que se correspondía con la cinética del director llevada al límite de la descomposición, que daba la sensación de estar sumido en un trance extremo de danza. Los contrastes dinámicos se manifestaron más violentos y bruscos, permitiendo que la orquesta se mostrara en todo su esplendor con excelente prodigalidad técnica y entrega, como viene siendo habitual y creciente en ADDA-Simfònica, tan equilibrada en sus diferentes secciones instrumentales y tan bien ensamblada como instrumento, producto de una auto-escucha muy desarrollada y gran sentido de anticipación en el discurso, cualidades que le han posibilitado hacer un esplendoroso Brahms adaptándose a la eficacia y efectividad de un resolutivo director como Rumon Gamba.
José Antonio Cantón
ADDA-Simfònica
Solista: Nelson Goerner (piano)
Director: Rumon Gamba
Obras de Johannes Brahms
Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) / 29-IV-2022