La sonata para violín y piano número 2 en la mayor de Johannes Brahms fue la primera obra de un concierto de Janine Jansen & Denis Kozhukhin en el Liceo de Cámara XXI del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) que fue in crescendo en su transcurrir. Con un inicio muy dulce, atuendo sobrio y vibrato enérgico, Jansen ejecuta el instrumento no solo con sus manos, también con su cuerpo, que al hacer los delicados gestos que le inspiran la línea melódica, construye una armonía con la tela de su atuendo recreando el movimiento de unas olas que vienen y van. Kozhukhin al piano, totalmente concentrado pero, algo en el ambiente permite intuir que el dúo está tan conectado, que no necesita mayor comunicación visual.
Sin embargo, en el diálogo que se desarrolla entre los músicos, Janine parece entregar cada frase de manera cálida y amable a un Denis que las recibe y las vuelve propias, para deconstruirlas con su arsenal de teclas y ofrecer respuestas exquisitamente transformadas.
Los graves del violín tienen una textura sedosa que contrasta con la brillantez de los agudos en los que Jansen parece abrazar el violín cuando sube de posición en la tastiera.
Es el momento de la sonata número 1 en sol mayor, mismo autor, lo que mantiene la atmósfera romántica, asomando un poco de carácter con unos ataques cortos y forte que reafirman la presencia del clásico instrumento, apoyado por el piano en todo momento. La afinación de las dobles cuerdas desata un festival de armónicos que llena por completo el espacio. Si el sonido fuera tangible, podría decirse que Jansen lo recoge con las cerdas de su arco y lo transporta delicadamente hacia la caja de resonancia, donde se propaga a partir del momento en que su arco frota las cuerdas.
Brahms escribió en esta obra algunos pasajes de arpegios que, aunque técnicamente son exigentes, instrumentistas de la talla de la neerlandesa logran transportar al espectador por las subidas y bajadas de una montaña rusa. Esta no fue la excepción.
La velada dio un giro sonoro con Francis Poulenc y la Sonata para violín y piano FP 119. Un primer movimiento destacó el virtuosismo de ambos instrumentistas y sobre todo la sincronía entre ellos. La obra en general combina retos técnicos, como pasajes veloces, dobles y triples cuerdas, pasajes en staccato, discursos melódicos sumamente expresivos y el dúo hace uso de una versatilidad única para cambiar de contexto sonoro.
En el Theme et variatons para violín y piano de Olivier Messiaen, Jansen revela un carácter áspero a través de las disonancias propias de la composición y los ataques violentos de los acordes que ejecuta. A lo lejos se pueden ver un par de cerdas volando, que permiten sentir la intensidad de la fricción en las cuerdas de su violín. Cuando la música baja considerablemente en tempo, el arco se puede ver como en cámara lenta expandiendo cada nota con un vibrato casi calculado.
El concierto termina con la sonata para violín y piano en sol mayor de Maurice Ravel que empieza con un pasaje de tremolo totalmente claro partiendo de un fortísimo y decrescendo a un piano diáfano. El piano parece ir por otro camino porque rítmicamente no es nada parecido al violín, lo que da una sensación de que no van juntos, pero sí pertenecen al mismo micro universo que hace vida en ese escenario. Una vez más el virtuosismo de estas dos grandes figuras es notable. Pasajes veloces de notas muy articuladas no pudieron faltar y las octavas impecables de Jansen fueron el preludio de un majestuoso final. La palabra de la noche pudiera ser: ADMIRABLE.
Daniela Zambrano
Janine Jansen & Denis Kozhukhin
Liceo de Cámara XXI del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM)
Sala de Cámara, Auditorio Nacional (Madrid)
Obras de Brahms, Poulenc, Ravel y Olivier Messiaen
Foto © Rafa Martín