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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Bomsori Kim, al dictado de Tchaikovsky - por Ramón García Balado

A Coruña - 26/01/2023

La coreana Bomsori Kim, con estudios en la Escuela de Arte Yewan (Seúl), antes de continuar en la Juilliard School neoyorquina, en donde asistió a las docencias de Sylvia Rosenberg y Ronald Copes, dispone en cesión de un G.B. Guadagnini (1774), una atención de la Kumho Asiana Cultura Foundation y ganó certámenes como el Concurso Int. Tchaikovski, el Queen Elesabeth, el Int. ARD, el Jan Sibelius y el Henryk Wieniawski. El primer trabajo en cd, lo realizó para la firma Classics, con el Concierto nº 2 de Wieniawski y el Concierto nº 1, de D.Shostakovich.

Mítica obra este Concierto para violín y orquesta, en Re M. Op. 35, de P.I. Tchaikovski, que ha tenido tratamientos de referencia como los de D.Oistrakh, Nathan Milstein, Vadim Repin, Yehudi Menuhim, Pierre Amoyal o más recientemente Anne-Sophie Mutter, producto evidente de haber sido considerado como uno de los de referencia para el instrumento, obra de un periodo de retiro en Montreux, huyendo de uno de sus acostumbrados e ineludibles fracasos emocionales, al tiempo que recibía la importante visita del violinista Josif Kotek, con el que mantenía una profunda amistad, quien será primordial en lo relativo al tratamiento técnico del mismo.

Consejos oportunos auspiciados por esa confiada relación y que traerá como consecuencias una revisión detallada del segundo tiempo, que redundará en lo que es la canzonetta, desplazando el tiempo previsto a la Meditación integrada en Souvenir d´un lieu cher Op. 42. Kotek, en justicia, no fue su dedicatario, beneficio que se quedará Leopold Auer, profesor del Conservatorio de Moscú, quien ya había tenido consideraciones parecidas por la Serenata melancólica, garante seguro de la promoción y divulgación de esta obra. Auer canceló el pretendido estreno, ya que mostraba clara ojeriza con respecto a sus posibilidades interpretativas, lo que motivó un cambio de dedicatario, pasando a Adolf Brodsky, quien lo dará a conocer a finales de 1881, con la Wien P.O., dirigida por Hans Richter.

El Allegro moderato recibió una primera consideración gracias a la entrada de los primeros violines en una breve introducción en un paso hacia la entrada de Bomsori Kim, que manifestó en toda su pujanza un virtuosismo de absoluto dominio, motivado por el uso de triples cuerdas entre ostentosos intervalos y acentuaciones de ritmos con puntillo, confirmado de seguido por un segundo tema de similar talante.

Un episodio piú mosso, en un juego de la solista con dobles cuerdas, curiosos arpegios y trinos, desafió a la orquesta que se expresaba  en un moderato assai, dejando espacio para la espectacular cadenza, puro arte de equilibrio sonoro, preparando la vibrante reexposición, con sus dos temas. La Canzonetta , descubrió  el acostumbrado melodismo en su estilo y en el que la solista, con sordina, observaba  aspectos cercanos a detallismos vocales, a la espera de la respuesta de la flauta y el clarinete en eco. Vale la parte como claro esclarecimiento motivado por curiosas modulaciones, con figuraciones de las maderas, con el violín en un extenso trino.

El Allegro vivacísimo, no dejó de adivinar posibles zingarismos por sus ritmos tensos y nerviosos, provocados por la cuerda del violín desde una primera idea que con suerte, podrá llevarnos a otros de manifiesto señorío, en estos años marcados por obras para solista en evidente desafío, valiéndonos en lo técnico a través de las sugerencias de una imaginaria danza popular, partiendo de un bordón de quinta, cargado hasta los límites de las habituales exigencias.

Apoteosis de la violinista  solista en grado sumo en una obra para la que su autor, había previsto la ampliación con un cuarto movimiento lento, al que precisamente acabaría renunciando. Una obra convertida casi en obsesión y que como queda dicho, Adolf Brodsky, en su voluntaria defensa, conseguirá elevar a la condición merecida ante tanta oposición generada desde los primeros apuntes de sugerencia.

Dmtri Shostakovich con la Sinfonía nº 5, en Re m., Op 47, obra programada en su estreno con el Concierto para piano de A.Kachaturian, con Lev Oborin como solista  y Mavrinki en el  podio, maestro de expresión serena e impenetrable, en una atmósfera cargada de sensaciones y que dejó entre los aficionados la impresión de que algo grande estaba pasando por una profunda fuerza y hondura. Esta sinfonía había logrado oscurece el éxito de la primera, y de la que dejaron constancia, además de críticos especializados, escritores como Alexei Tolstoi y Alexander Fadeiev o el poeta Serguei Gorodetski. Una gran aceptación pues, entre los músicos y personajes como el cantante  Ivan Yershov, que había criticado duramente La edad de oro, se acercaría al compositor tras el concierto, para rendir cumplido reconocimiento de homenaje y gratificación, asunto que no dejaría de desconcertarle.

El estreno de Mraviski, en San Petersburgo en noviembre de 1937, fue resultado de un denso trabajo que le ocupará al autor tres meses de intensa dedicación y mientras se sobrepone al fracaso de su ópera Lady Macbeth de Mzensk Op. 29. Víctor Pablo Pérez, nuestro incondicional maestro recibido como el gran artífice de esta formación desde los años dudosos, planteó el soberbio tratamiento al que nos tiene acostumbrados cuando de obras de tamaña dimensión se trata.  El Moderato,  con sus intervalos quebrados en las cuerdas y sus ritmos puteados, se abocaba al protagonismo de una recreación de atmósferas en un climax nervioso, propicio para las vivencias que le embargaban continuamente.

Un espacio apacible, en concordancia con el tiempo, permitía  que flauta y clarinete protagonizasen una especie de pastoral, a la espera de un previsible staccato en el registro grave de las cuerdas ya en la entrada del desarrollo que dinamizaba los dos temas siguientes. Un intercambio de pareceres entre distintos instrumentos que concedieron contenido al movimiento en un fortissimo  preparando la coda y dejando escuchar a un violín en registro agudo, con unas notas cromáticas de la celesta.

El Allegretto, efectivamente un scherzo, resultó concentrado y conciso, una idea del personal humorismo chocante y conocido en el compositor, destacando un guiño vivaz en las maderas, con trinos en staccato a cargo de los fagotes, a los que se opone un tema jocoso de las trompas. Muy en su línea con un aire de burla y pinceladas de vulgarismos. glissandi ascendentes, en un detalle final como un divertimento de aroma popular.  El Largo con las cuerdas divididas, resultaba una especie de meditación de pura inspiración en una escritura que se acerca a un coral. Los violines con un tema sencillo, recibían la respuesta del arpa mientras la flauta nos dejaba una breve melodía, camino de un tutti orquestal en el que el oboe aporta un detalle ensimismado. Un pasaje polifónico, anunció el estallido final como culminación del movimiento. 

El Allegro non troppo, llegó a crear sus dudas en su tiempo,  aunque el torbellino de fiesta popular, hilaba  argumentos que lo emparentaban con el Moderato, en una calculada instrumentación refinada. Un fortissimo, en la dominante, fue  una clausura de impactante relevancia, que para algunos especialistas, resultaría un tanto trivial.

Ramón García Balado   

   

Bomsori Kim

Orquesta Sinfónica de Galicia / Víctor Pablo Pérez

Obras de Tchaikovsky y Shostakovich

Palacio de la Ópera, A Coruña

 

Foto: Bomsori Kim y Víctor Pablo Pérez / © Pablo Rodríguez

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