Qué fácil es proponer términos antagónicos como clásico-moderno, tradicional-innovador, culto-popular, como son los que definen el hilo conductor de un programa musical que nos ocupa. Pero qué difícil labor es realizar una interpretación magistral de este mismo Programa y salir airoso como pudo hacer la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) y la pasional batuta, en esta ocasión, del Director malagueño Salvador Vázquez.
Y así es cómo este programa, el número 13 de la XXXII Temporada de Abono, se ejecutó en el Teatro Cervantes de Málaga consiguiendo un rotundo éxito. El jueves 12 y el viernes 13, este Programa alejó toda clase de supersticiones y se elevó en el triunfo. La primera parte del concierto lo acaparó un estreno absoluto (ACIM, Asociación de Compositores e Intérpretes Malagueños) de la joven compositora almeriense Pilar Miralles (1997) con el título de su obra Cuaderno de Bitácora (Siete reflexiones diarias para orquesta) y la segunda parte del programa metió al público en el bolsillo con la Sinfonía nº1 en Re Mayor, IGM 7 “Titán” de G. Mahler.
El público comenzó un viaje de escucha activa con un Cuaderno de Bitácora mirallense en donde la batuta de Vázquez capitaneó a una OFM plena de tímbrica, valedora de un empaste sonoro que consiguió hacer reflexionar a los allí presentes sobre las múltiples interpretaciones, abiertas a la percepción del oyente, para que las fraguaran en su mente y su alma. Una bitácora de poca extensión temporal centrada en cada día de la semana –partiendo del domingo hasta llegar al sábado- y relacionando, a su vez, cada día con una nota de la escala musical. Un lapso de poca duración pero que, milagrosamente, ha sabido conjugar el verbo de los cambios rítmicos que vertebran estos curiosos pentagramas, conjuntamente con una maravillosa instrumentación. Un desafío rítmico en donde la OFM se vio realmente desenvuelta y formando excelente equipo capitaneado por una entregada y entusiasta batuta. Y es que a la OFM no hay reto que se le resista y así lo hemos ido comprobando en los programas interpretados.
Los términos antagónicos a los que nos referíamos al principio de esta crítica hacen referencia a lo que supuso la siguiente obra, la Titán de Mahler que fue dirigida por la batuta malagueña y sin atril que mostró una seguridad y un estudio pormenorizado de la obra. Todo ello evidenció, una vez más la doble valía musical: la de la OFM y la de la joven dirección de la misma.
“No componemos, estamos compuestos”, dijo Mahler en una ocasión. Teniendo en cuenta que los compositores que pretenden innovar primero han tenido que beber de la tradición (Berlioz, Liszt, Wagner, así como Beethoven, Schubert, Brahms, Bruckner) para poder buscar esas nuevas vías de expresión, de comunicación, el término tradicional-innovador se entiende ahora mejor aquí. Esta Sinfonía nº1 en Re mayor – basada primigeniamente en un poema sinfónico bipartito titulado “De los días de juventud” y “La comedia humana”- fue concebida posteriormente como la Titán, ya que está basada en la novela de Jean Paul (J. P. Friedrich Richter) que Mahler leía en su periodo de juventud y que plasmó en su composición con tintes cuasi autobiográficos al identificarse con el protagonista de dicha novela. La cita de Mahler con la que comienzo este párrafo nos pone en bandeja su forma de entender el proceso compositivo o creador: partimos de la tradición, bebemos del pasado – del barroco, el contrapunto y los contrastes; del clasicismo las formas musicales y las tonalidades; y del romanticismo, la búsqueda de nuevos sonidos, nueva instrumentación y colores orquestales, rebeldía sonora que abriría esa revolución compositiva, nuevos enfoques musicales que iniciarían el camino de un dodecafonismo aún en pañales- , para buscar nuevos caminos que ya llevamos en el ADN musical, nuevos enfoques que Mahler consiguió en sus pentagramas de esta titánica sinfonía.
Otro término antagónico: clásico-moderno. El nuevo lenguaje musical mahleriano consiguió renovar los cuatro pilares fundamentales anclados en los grandes clásicos. Así pues hubo una verdadera revolución melódica, rítmica, armónica y formal. Por eso, esta Sinfonía supuso con gran mérito un esfuerzo “titánico”, al igual que la entrega y la extraordinaria interpretación de la OFM y su batuta.
Veamos esos cuatro movimientos: el primer movimiento corresponde con el título Langsam. Schleppend. Wie ein Naturlat (Lento. Arrastrando. Como un sonido de la naturaleza); el segundo corresponde contrastadamente con el título de Kräftig, beweg, doch nicht zu schnell-Trío. Recht gemächlich (Con movimiento vigoroso, pero no demasiado rápido. Adecuadamente cómodo); el tercer movimiento tiene tintes solemnes titulado Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen (Solemne y mesurado, sin arrastrar) y termina la sinfonía con el cuarto movimiento a modo de tempestad Stürmisch bewegt (Con movimiento tempestuoso).
En cuanto a los términos antagónicos o antitéticos “culto-popular” éstos cobran sentido en el lenguaje compositivo de Mahler pues, al ser muy prolífico tanto en la composición de sus lieder también lo fue en el de sus sinfonías, eso mismo se plasmó en esta primera sinfonía. De hecho, podemos observar atisbos de sus iniciales Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones de un caminante, 1983-84) tanto en el primer movimiento como en el último.
En la segunda parte del Programa, la OFM nos introduce con el primer movimiento de la obra de Mahler (Lento como el sonido de la naturaleza) en un marco sonoro e imaginativamente visual a través de un cuadro sinfónico de inspiración bucólica que se vislumbra desde los primeros minutos de la introducción, en donde el viento-madera imita realistamente a un cuco. Igualmente, las tres trompetas –fuera de escenario y tras bambalinas- entonan una fanfarria creando el efecto sonoro de la lejanía (una vez concluida esta parte se incorporan de nuevo a la plantilla orquestal) o subrayan, junto con las trompas (emulando trompas de cacería), el carácter bucólico de la obra.
Durante la exposición de este primer movimiento destacamos la presentación de los dos temas y cómo se contrapuntean. Es de destacar un preciso y también precioso contrapunto florido por parte de los violines. Nuevamente y en modo contrastante, antes de acabar la exposición temática, el tutti orquestal explota expresivamente en alegría, como si la naturaleza sonora se vistiera con sus mejores galas tímbricas. Es durante el desarrollo en sí cuando la sección de viento-madera –en concreto el flautín- llenan bellamente con sus melodías el espacio y recreando con acierto una suerte de bucolismo sonoro. Un diálogo entre las distintas secciones orquestales corona la percepción plena de los sonidos propios de la naturaleza.
Será en la re-exposición del primer tema en donde nuestro oído percibe como el orden temático cambia, así como también cambia la instrumentación. Las trompetas con sordina anuncian la coda en donde la OFM con una batuta enérgica, veloz y brillante nos pone al galope de un caballo sonoro, desbocado intencionadamente, que conduce brillantemente hacia su conclusión con ese rudo final de los timbales, mientras la sección de viento, revuela con un nerviosismo meticulosamente controlado y el timbal anuncia el final. Por fin, el tutti orquestal realiza una tremenda cadencia de gran fuerza expresiva. Una apoteosis tímbrica, brillante y alegre, da por concluido el primer movimiento.
Tan sólo unos segundos para que el público coja aire nuevamente y ahora contrastadamente, nos encontramos con el bailable segundo movimiento (Movido con fuerza, pero no muy rápido. Trío). Siguiendo el esquema del scherzo y durante los ocho minutos que duró este movimiento pudimos vislumbrar a toda la orquesta al completo interactuando, conduciéndonos con su discurso sonoro hacia otras tonalidades y modulando continuamente, enriqueciendo de esta manera un extenso abanico cromático, de gran riqueza timbrica y de matices que tan bien llevados fueron dirigidos desde el podio de Vázquez y tan increíblemente sonó desde los atriles de la OFM.
El tercer movimiento (Solemne, sin arrastrar) se inicia con un canon popular, seguido de una melodía del oboe que ofrece un contrapunto y prosigue con el segundo tema de estilo húngaro en donde los instrumentos imitan el estilo y la tímbrica puramente oriental, la cual se consigue con el empleo de percusión como el gong o con el acompañamiento rítmico de la caja, timbales… La temática paródica se presenta e irá modulando hasta cambiar tanto la temática como la instrumentación. El movimiento tendrá un misterioso y final fúnebre.
Seguimos contrastando movimientos y llegamos al último movimiento (Tormentoso), el más largo, donde se desarrolla el material temático con gran violencia. El contrapunto se hace patente una vez más y los temas se van pasando de unos instrumentos a otros. Momentos de gran furia y tempestad contrastan con otros bellamente líricos, donde reina la calma. Destaca en calidad sonora la coda de este movimiento, en donde la percusión estalla conjuntamente con unos metales poderosos, violentos, de gran fuerza. El acompañamiento final se torna heroico y progresivamente más dinámico. En ese final que parece no tener fin, todo el tutti con trinos en maderas respondió con enérgicos acordes enérgicos ante el redoble del timbal que sumió al público en dilatados aplausos y grandes ovaciones.
La batuta de Salvador Vázquez, llena de agilidad, brillantez y romanticismo (como lo requiere esta obra) supo capitanear con gran complicidad a una OFM llena de expresividad, color, timbre y perfecto empaste sonoro, perfectamente conjugado todo en un esfuerzo propio del sobrenombre de esta obra. Enhorabuena por tan titánica interpretación.
Verónica G. Prior
Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) / Salvador Vázquez
Obras de P. Miralles y G. Mahler
Teatro Cervantes, Málaga
Foto © Orquesta Filarmónica de Málaga