El antepenúltimo programa de abono de la Euskadiko Orkestra fue uno de los típicos ejemplos de miscelánea musical: la obra principal se relaciona directamente con la tradición sinfónica centroeuropea; el concierto con solista bebe más de las tradiciones mediterráneas mientras que la obra que abría el concierto era representativa del mundo musical contemporáneo norteamericano, las más de las veces sustancialmente diferente al europeo. Tres estéticas bien distintas, dos siglos no correlativos y un programa que acabó siendo del agrado del público sin que se llegara a la plena satisfacción. La batuta colombiana inicialmente prevista, Lina González-Granados, fue sustituida a última hora por el finlandés Ari Rasilainen que asumió el programa en su integridad.
Anna Clyne (1980) es una compositora británica residente en Estados Unidos desde hace años y que en 2015 presentó This Midnight Hour (Esta hora de medianoche), obra breve para gran orquesta que se sustenta en el uso casi obsesivo de la cuerda grave y la percusión. La obra alterna momentos de gran impacto e incluso violencia rítmica con la melodía más cinematográfica –y no se entienda en esta acepción nada peyorativo- y aparentemente descriptiva. La obra, aunque la compositora no la entendía programática, parece pedir a gritos imágenes de la naturaleza y sentimientos humanos. Una obra interesante.
El violoncelista alemán Alban Gerhardt asumió la responsabilidad de la parte solista en el Concierto para violoncelo y orquesta en re menor, de Édouard Lalo y a pesar de cierta trivialidad en la escritura, Gerhardt fue capaz de destacar el aire mediterráneo del que está impregnada la obra. Destacando la delicadeza del Intermezzo y el Allegro vivace final. Su propina, presentada en un buen castellano, supuso en sus palabras su estrenó con el primer movimiento de la Suite nº 1, de Gaspar Cassadó –el mejor violoncelista de la historia en su consideración-, que nos dejó literalmente con la boca abierta tanto por su dificultad como por la excelente interpretación del teutón.
Toda la segunda parte se centró en Antonin Dvorak y su Sinfonía nº 7 en re menor, op. 70 y aquí sí que pudimos disfrutar en toda su extensión de la labor del director, más tímido en la obra contemporánea y voluntariamente apocado en el concierto. Aquí Rasilainen sacó su paleta de ritmos e intensidades hasta hacernos disfrutar de una interpretación notable. Muy resuelto y bailarín en el Scherzo vivace del tercer movimiento y enérgico y diáfano en el Finale allegro, hasta provocar el aplauso sincero de la parroquia alavesa.
Un concierto que sin alcanzar la gloria de otros de esta misma temporada y construido quizás desde la excesiva diversidad pero que terminó dejándonos un sabor de boca más que agradable. Y es que asistir a los conciertos de esta formación son, por suerte bendita rutina.
Enrique Bert
Alban Gerhardt (violoncelo)
Euskadiko Orkestra. Dirección musical: Ari Rasilainen.
Obras de Anna Clyne, Édouard Lalo y Antonin Dvorak
Teatro Principal, de Vitoria-Gasteiz
Foto © Juantxo Egaña