Emoción, contenida en cierto modo por las lógicas circunstancias sanitarias, la que se experimentó en el reencuentro de la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española con el Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial en el Festival de verano de dicha localidad madrileña.
Un programa monográfico dirigido por Manuel Coves, que servía puntualmente a la conmemoración de este complicado año: Beethoven-250. Una conmemoración que, hasta el momento, lleva la sordina de unas circunstancias que dificultan las efusiones que le son propias. Una conmemoración, pues, aún... latente.
Buena entrada para las condiciones de aforo impuestas y consecuente organización del Festival en este sentido.
Dos sinfonías beethovenianas “en do” se presentaban sobre los atriles de la Orquesta. Dos sinfonías de dos periodos diferenciados de su producción: La Primera, que en modo alguno se puede ver como “telonera”, y la inmortal de madurez, Quinta sinfonía.
Sin intermedio entre ambas por las razones arriba indicadas, son obras de nada disimulada ambición, que no se complementan así como así, pese a la tónica coherente de sus tonalidades. No así de sus modos respectivos, do mayor en la Primera, y en la visionaria Quinta, un emblemático do menor que se torna a la postre en mayor en su Finale. Tampoco creo que estas sinergias sean demasiado fáciles en esta nueva estructura de concierto sinfónico, sin solución de continuidad. En cualquier caso, pienso que es una oportunidad de adaptarse, generando otras jerarquías entre obras… partiendo, ni más ni menos, por qué no, de los conciertos habituales en un solo acto... y buscando una solución de compromiso, o, mucho más interesante, una solución creativa.
El obvio protagonismo inicial del do mayor, que no prevé mayor desarrollo sobre dicha tonalidad, en el primer gran fresco sinfónico del de Bonn, resta impacto a aquel do menor motívico y furibundo, que precisa silencio, descanso u otro contexto tonal previo. De esta guisa, parece más condicionado por la abultada afirmación de la aplastante tonalidad anterior, que realmente sorpresivo, trascendente y... progresivo. Y no digamos ya el efecto que se resta al impresionante cambio de modo del Scherzo al Finale, con genial suspense y trombones incluidos… Todo converge hacia un estentóreo do mayor... aquí ya telegrafiado…
Beethoven está presente en todo su catálogo sinfónico, incluida esta Primera sinfonía, tildada a menudo, con cierto injustificado desprecio, de haydniana u otros epítetos clasicistas similares... Como si esto fuese, además, algo peyorativo o que indicara una resolución de mayor simplicidad… La interpretación fue coherente con esta postura íntegra sin altibajos y, con un carácter y empaque, análogo a la célebre sinfonía que le sucediera.
Disposición que contagió así a una Quinta que, igualmente, ofreció un semblante afianzado en sus parámetros técnicos musicales. En los momentos más complejos de concertación rítmica, que los hubo, control y ajuste, sin amaneramientos retóricos ni atrevimientos desmelenados.
Una velada, pues, donde se impuso sobremanera, la emoción de volver a escuchar la Orquesta de Radiotelevisión Española en circunstancias tan sensibles, y en un ámbito que ya le es propio: un mejorado escenario, con efectiva y vistosa concha acústica, que visitaron tan a menudo en temporada, años anteriores “de diáspora”.
Luis Mazorra Incera
Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española / Manuel Coves.
Obras de Beethoven.
Festival de verano. Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. Madrid.