La violinista María Dueñas y el director Josep Caballé Domenech fueron los protagonistas del primer concierto del Ciclo de jóvenes músicos de la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española. Sobre el papel, el Concierto para violín del homenajeado Beethoven, junto con la Sinfonía “Haffner”, que hace el número 35 del catálogo sinfónico de Mozart.
Un programa que combinaba dos obras ciertamente distantes en su concepción estética, en un orden que quizás no ayudó demasiado a su segunda parte, aún el bravío espíritu enérgico con que arranca el Allegro-sonata inicial de esta espléndida Sinfonía de Mozart.
Un programa que, sin lugar a dudas, cargaba las tintas sobre su más ambicioso, prolongado y trascendental comienzo. Un Concierto para violín, éste de Beethoven, en que el tenaz sentido lírico y concertante del solista, al margen de las cadencias elegidas, se sostiene y depende en gran medida del esmero formal de podio y, por ende, de los atriles de la orquesta. No en vano, su intrigante entrada, con ese característico motivo rítmico de cuatro notas que anuncia el timbal y se dispersa después por doquier, es toda una declaración de intenciones del autor.
Y así fue que disfrutamos de una tarde-noche en la que la justa preparación del conjunto y el concienzudo sentido formal de las indicaciones del podio, se articularon a los excepcionales vigor sonoro e interiorizado carácter, de una violinista, María Dueñas, que, al margen de su temprana edad, demostró unas cualidades musicales ejemplares en una partitura que se antoja un tanto densa para otras mentalidades virtuosas más aparentes. Cada cosa a su tiempo. Tiempo hay y habrá para todo.
Ajena a todo propósito extraño a la obra, su interpretación fue detallista en lo concertante, concentrada en lo formal -especial mención de unas convincentes cadencias-, y generosa en su intenso lirismo al que se unió la gracia e imperio de su Rondo-Allegro final.
Dos mundos, el del tutti y el de la solista, perfectamente acoplados, por Beethoven, primero, y por los intérpretes hoy. Sin fisuras entre ambos. Una versión que, sinceramente, se bastó para colmar las expectativas puestas en esta velada del Teatro Monumental.
La propina, el contrito Largo en fa mayor de la Tercera sonata para violín solo de Bach, no hizo sino alargar aquel clima de devoción a la música en su sentido más íntegro. Un clima que no nos había abandonado desde su primer momento: aquellos premonitorios cuatro golpes de timbal. Enhorabuena.
Tras esta demostración de sinfonismo en formato de concierto con solista, o viceversa, de concierto solista con hechuras de sinfonía, como deseen, poco o, mejor, mucho tenía que ofrecer la Sinfonía “Haffner”, para disipar aquellas tensiones de contenido romanticismo.
La segunda parte, pues, de este viernes de concierto, sólo podía destacar por un plus de virtuosismo, con una orquesta en igual disposición “estéreo” que en el Concierto -primeros y segundos violines enfrentados, violonchelos y contrabajos a la izquierda-, pero más aligerada -once atriles menos en la sección de cuerda-, que así se adaptó como un guante a la sonoridad de esta “Haffner”. A última hora, su Finale-presto todavía trataba de borrar, sin conseguirlo, aquellos previos, concentrados y bien servidos por ambas partes, formalismo y carácter beethovenianos, aún en ciernes.
Luis Mazorra Incera
María Dueñas, violín. Orquesta Sinfónica de RTVE / Josep Caballé Domenech
Obras de Bach, Beethoven y Mozart
OCRTVE. Teatro Monumental. Madrid