El Coro Nacional de España dirigido por Miguel Ángel García Cañamero con Sergio Espejo al piano, presentaron en su ciclo Satélites, un interesante concierto tejido alrededor de obras singulares de Ludwig van Beethoven, con protagonismo coral.
Un concierto bien seleccionado y dispuesto, que presentaba así todos los ingredientes a priori para una estimulante conmemoración… alternativa. Un complemento imprescindible a los fastos, más bien "con sordina" y contenidos por las circunstancias, que habitualmente reúnen piezas más conocidas y reconocidas, o de incuestionable tirón popular.
Y hay que decir que, pese a no tratarse de un autor eminentemente coral, salvando los hitos por todos sabidos, la altísima regularidad técnica y sobrada genialidad de su repertorio garantizaban una velada llena de buena música y, por qué no, de descubrimientos. Y así fue.
El programa se planteaba de principio estructurado en tres grandes bloques, salvando el conciso, acertado y representativo interludio Largo e mesto de la Séptima sonata para piano solo. Un momento contrito que no hacía sino dirigir la atención hacia el protagonismo compartido e, incluso, complejidad técnica que este instrumento estaba demostrando en muchas de las otras piezas corales que lo rodeaban, así como, por descontado, en el propio catálogo del homenajeado.
Un ramillete de obras extraordinariamente variado a la par que estimulante, que se sustentó en las propias y más ambiciosas que flanqueaban el programa. A saber: de inicio, las interesantes cantatas juveniles con cuarteto de solistas vocales, dedicadas, a los Kaiseres Jose II, en su óbito, y Leopoldo II, en su ascensión al trono, o de abierta madurez, como la poco transitada Mar en calma y próspero viaje, hasta las que remataron esta velada, extraídas de la obra conmemorativa Rey Esteban, para voces femeninas, o la pujante, resolutiva y, finalmente, fugada del oratorio Cristo en el Monte de los olivos.
Entre tanto tenso original de Beethoven, se dispusieron curiosidades corales firmadas por otros autores menores -o “non tanto” como Silcher-, relativamente coetáneos, que tomaron sus obras más populares, como molde y esqueleto de partituras propias: Gottlob Benedikt Bierey, Hans Georg Nägeli, Friedrich Silcher e Ignaz Heim. Un gesto relajado, de relativa simpatía y... de agradecer, también, tanto por el público como, sobre todo, por los cantantes en este denso programa.
Un concierto, a un tiempo, entretenido y enjundioso, sólido y bien servido pese a las obvias dificultades derivadas de las actuales circunstancias sanitarias, distancias entre voces de una misma cuerda y entre sí, que, dadas las dimensiones limitadas del escenario, llevaron las cuerdas masculinas a las gradas del órgano y adyacentes de esta sala de cámara del Auditorio Nacional de Música. Distancias amplias, sí, pero también, claro está, no se nos olvide por más que nos hayamos acostumbrado, el uso de mascarillas de esta guisa de concierto. Todo un reto para tesituras tan exigentes como las que habitualmente se gasta, además, el genio conmemorado. Alguno se preguntaría ¿cómo consiguen esta calidad en estas condiciones?
Un Beethoven coral y, en cierto modo, alternativo, pues, que demuestra la excepcional regularidad de este músico patrimonio de todos. Elogios nunca suficientes, rendidos al de Bonn, tenga o no abuela... española.
Luis Mazorra Incera
Sergio Espejo, piano. Esther Garralón, soprano; Ana María Ramos, contralto; Fernando Campo, tenor; y Emilio Gómez, bajo. Coro Nacional de España / Miguel Ángel García Cañamero.
Obras de Beethoven, Bierey, Heim, Nägeli y Silcher.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.