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Crítica / Bates, Trifonov y la OCNE sacándonos del conservadurismo - por Alicia Población

Madrid - 10/10/2022

En 2013 van a cumplirse 110 años desde que la primera mujer obtuviera el prestigioso Premio Roma de composición otorgado por el Conservatorio de París. Esa mujer fue una jovencísima Lili Boulanger, que con 21 años, era galardonada en 1913 por su obra Faust et Helene. Algunos años más tarde, en 1917, y poco antes de su muerte, escribió D’un matin du Printemps, una obra de carácter brillante y luminoso que, originalmente, se publicaba en versión para violín y piano.

Con esta obra, pero en su versión orquestada, completada en enero de 1918, meses antes del fallecimiento de su autora, comenzaba el concierto del pasado sábado 8 de Octubre en la sala sinfónica del Auditorio Nacional. Esta pequeña perla, quizá demasiado breve para todo el material que contiene, abría boca con su influencia claramente debussyana y su modalidad insistentemente presente durante los cinco minutos que duraba. La Orquesta Nacional de España demostraba a partes iguales la fuerza de un tutti muy nutrido y la delicadeza de unos solistas precisos, un todo guiado por las manos del director granadino Pablo Heras Casado.

Tras Boulanger salió a escena el pianista ruso Daniil Trifonov, que interpretaría el Concierto para piano y orquesta del compositor estadounidense Mason Bates, una obra escrita durante la pandemia y que se estrenaba mundialmente en enero de este año 2022 por la Orquesta de Filadelfia.

Mason Bates ha pasado a ser uno de los compositores más programados en las salas de concierto estadounidenses. El concierto que escuchamos estaba dedicado al pianista que lo interpretó y que lo hizo con una precisión propia de quien ha interiorizado la obra hasta hacerla suya. La cuerda empezaba con unos pizzicatos en posición de guitarra mientras en la sección de percusión de escuchaban acentos con los rods en el aro de la caja. Trifonov se arqueaba sobre el piano en los pianísimos como si fuera a sumergirse en las teclas. Al fondo sonaba un framedrum, un tipo de pandero, que nos traía una sonoridad poco habitual, cercana a las músicas folklóricas. La faceta de DJ del compositor americano se dejaba escuchar en el minimalismo del compás en siete por ocho que Heras Casado marcó a la orquesta con una determinación metronómica durante todo el primer movimiento.

Una cascada percusiva, sin huecos, que asemejaba el fluir del agua, nos llevaba a la delicadeza del segundo movimiento. El último atril de violines primeros y el último de violas, sostenían una nota en pianísimo mientras el pianista encontraba uno de los pocos huecos de la obra donde tenía completo protagonismo. La orquesta se convirtió en una especie de bosque que contestaba las intervenciones del solista desde diferentes texturas, como si nos dejara asistir a la conversación entre el hombre y la naturaleza.

La obra nos contaba una historia, nos llevaba a lugares, realmente no existía un podio para el pianista, sino que más bien se complementaban las interpretaciones del solo y el tutti sin que el protagonismo se instalara en ninguna de las partes. Se apreciaron algunos patrones rítmicos típicos de la música electrónica que, si bien se escucharían en este estilo interpretados en una batería, aquí se percibían a través de una sección de percusión ajustada al milímetro que nos hacía pensar que una sola persona se encargaba de manejar el set completo. Durante toda la pieza se escucharon igualmente alusiones a obras de Stravinsky, especialmente en lo referente a cambios de compás y modalidad. La composición dejaba lejos a la música que se escucha más a menudo en las salas de concierto, y que está ciertamente distanciada de la realidad musical que ocupa nuestro tiempo. Bates fue capaz de unificar el sinfonismo clásico con el minimalismo y los sonidos propios de la tecnología, dándonos un toque de modernidad real entre tanto conservadurismo.

Una de las obras cumbres del compositor Ígor Stravinsky protagonizó toda la segunda parte del concierto. Aunque bien es cierto que La consagración de la primavera no tuvo uno de sus mejores comienzos. El sólo que inauguraba la pieza no estuvo todo lo preciso que debiera y, quizá ese mal inicio, hizo que la desconcentración se sembrara en la orquesta para lo venidero. La cuerda destacó por la precisión de los tuttis y la fuerza que, irremediablemente, proyectaba una plantilla como la que se disponía en el escenario. De igual manera fueron destacables las intervenciones del viento metal, especialmente las trompetas, con sus triples picados que no daban cabida al fallo. Sin embargo la sección de viento madera estuvo inexacta con ciertos problemas de afinación en puntos concretos y dificultades para seguir los momentos en los que Heras Casado, pedía un poco más de tempo.

En definitiva el concierto se disfrutó a pleno aplauso en la primer parte, dejando muy buen sabor de boca y unas expectativas que quedaron algo truncadas por una segunda parte que se quedó en medias tintas.

Alicia Población

 

Daniil Trifonov, piano

Orquesta Nacional de España

Director: Pablo Heras-Casado

Obras de L. Boulanger, Bates y Stravinsky

Madrid, Auditorio Nacional (Sala sinfónica)

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