Se apagan las luces de la sala de cámara del Auditorio Nacional dejando un severo foco cenital sobre el clave en el centro del escenario. Va a comenzar un concierto largamente esperado, cuyos aplazamientos por consabidas intemperancias climáticas, no han hecho sino aumentar su natural expectación.
Tras una serena preparación sentado frente al clave, como si la música ya hubiera comenzado en aquel silencio concentrado, la Primera partita en si bemol mayor -BWV 825- arrancó esta velada y los primeros aplausos en el programa que ofreciera Benjamin Alard en el Universo barroco del Centro Nacional para la Difusión Musical. Un programa monográfico Johann Sebastian Bach, con tres de sus Partitas extraídas del Primer libro del Clavier-Übung.
Todo un ejemplar ejercicio -“Übung”- de fraseo, tan flexible como conciso en cualquiera de las variadas situaciones, registros y géneros en las que éste se plantea: "Übung macht den Meister". Una gustosa, inteligible y traslúcida interpretación que hizo olvidar de raíz las dificultades con las que se enfrentaba.
El Preámbulo de la Quinta partita en sol mayor -BWV 829-, gozó de una brillantez de la que hasta ese momento no habíamos plenamente disfrutado. Gloriosa armonía plena de diseños escalísticos donde, paradójicamente, el silencio adquiría todo su trascendental significado formal. Obra brillante en cuyo seno guardaba una Zarabanda de sutil factura llevada con dulzura tímbrica. Y éste fue el comienzo de una serie de efectos tímbricos que aderezaron la genialidad formal bachiana y apuntalaron la ascendencia danzable de estas breves piezas en Suite.
Una especialmente ágil Giga fugada llevó todas aquellas aguas previas, ya turbulentas ya apaciguadas, a una caudalosa desembocadura plena de enérgicos adornos trinados en su ya arrebatadora segunda parte.
Y del modo mayor, si bemol y sol, al menor con que Alard propuso culminar este monográfico Bach. La Segunda partita en do menor -BWV 826-, cambió, así, de inicio este panorama con una introducción -Sinfonía- digna del mejor, más adelantado e inextricable Bach armónico, en modo fantasía, para dejar paso a la delicadeza de los registros de laúd que ofrecía este instrumento y ya habíamos escuchado en contextos menos expresivos y más lúdicos en la Partita anterior en programa.
Toda una síntesis de aquella brillantez y sorprendente agilidad de la Quinta partita, llevada al sumun en su Giga final, y la mayor contrición y flexible severidad de la Primera, junto con una siempre noble aspiración -”transpiración”-, a la trascendencia.
Precisión y calidez en la articulación unidos a un cuidado y meditado savoir-faire dieron así con un completo fresco bachiano, el que nace de la sucesión con su particular personalidad, de cada una de estas tres monumentales Partitas: Primera, Quinta y Segunda, por Benjamin Alard.
Un alarde monográfico que se vio recompensado con aplausos in crescendo, Partita a Partita, para obtener, en correspondencia y a la postre, con la más cerrada y prolongada ovación final, el premio de una jugosa propina contrastante.
Luis Mazorra Incera
Benjamin Alard, clave.
Partitas del Primer libro del Clavier-Übung de Bach.
CNDM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto © CNDM - Rafa Martín