Concierto con la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigida por Christian Vásquez y contando con Juan Ferrer, como solista para la obra en estreno por encargo de la orquesta, a medias con la de la O. de Extremadura y la de la Región de Murcia. Áurea, capricho concertante para clarinete y orquesta de Pacho Flores, amalgama de inspiraciones recreadas a través del instrumento en tres posibilidades, La, Si b y el requinto, en esa búsqueda de recreación de ambientes sonoros, obra que tendría como detalle de aclimatación en el comienzo, la Fuga criolla para orquesta de cuerdas de Juan Bautista Plaza.
La Sinfonía nº 2, en Do m. Op. 17, (Pequeña Rusia), de P.I. Tchaikovski, sería un real exotismo frente a un repertorio tan latino por excelencia. Juan Ferrer miembro de la OSG, tuvo como maestros a Larry Passin, Andrew Marriner, Alan Damiens, Walter Boeykens, Anthony Gigliotti, Guy Deplus o Jehuda Gilad. Pronto colaboró con orquestas españolas tras seguir cursos de ampliación en la University of South California, con los maestros Mitchell Lurie y Michelle Zuckovsky y desde 1994, es miembro de nuestra orquesta, como principal clarinetista, habiendo disfrutado de batutas como Lorin Maazel, Osmo Vanska, D. Slobodeniouk, G. Rozdesvenski, James Conlon, Sir Neville Marriner o Peter Maag, al tiempo que colaboraba en iniciativas con el Trío Untía, el Grupo Instrumental Siglo XX, el quinteto de solistas de la OSG, mientras contribuía a estrenos de obas de Fernando Buide, Octavio Vázquez, Salvador Brottons, Vladimir Rosiinski, Karolis Biveinis o Juan Durán. Obras para clarinete fueron llevadas a cabo en una serie de academias internacionales con resultados como el registro para clarinete y piano con el pianista Daniel del Pino. Tras una interpretación desbordante y entregada, guardó para el bis un detalle apacible de Michele Magnani, tras unas palabras de agradecimiento tanto para los aficionados de la orquesta como para sus compañeros de atriles.
Christian Vásquez, un valor fijo por el programa elegido en este director venezolano educado en el Sistema de Abreu, quien sabría orientar su carrera como director y violinista, destacando la importancia de las atenciones enfocadas a la pedagogía, ya desde la agrupaciones de base, tema que comprobamos en el día a día por la frecuencia beneficiosa que recibimos con regularidad, y sus primeros oficios los rindió en la Escuela de San Juan de Aragua, preparando una etapa de notables resultados con Gustavo Dudamel, en la O.F. de Los Ángeles.
Juan Bautista Plaza (1898/1965), aportó la fuga criolla, breve entrante para orquesta de cuerda para ponerse a tono, mientras encaraba poemas sinfónicos como Vigilia o el Picacho abrupto, de la misma época en la que se decantaba por un incipiente nacionalismo, marcado por elementos vernáculos, auspiciados por Antonio Calcaño y su hermano Miguel Ángel; Moisés Moleiro o V. Emilio Sojo. Vendrán la Sonatina venezolana con escritura gozosa; el Contrapunto tuyero, en los cincuenta, con perceptibles disonancias; esta Fuga criolla, para orquesta de cuerdas (1931), que se acerca sin disimulo a los modelos barrocos en una fidelidad sin renuncia en cuanto a la severidad de su forma y que arrastrará la leyenda de confirmarse como un Himno a la alegría curiosamente en tiempo de joropo, bailable de esencia tradicional venezolano (homenaje al Kantor de Leipzig), en devota complacencia. Hacia 1950, repetirá con la Fuga romántica, cuyo título original era Fuga y canción venezolana.
El apreciado Pacho Flores, trompetista de lujo por recursos y dominio técnico, presentó en estreno Áurea. Rapsodia Concertante para clarinete y orquesta, artista que nos dejó impagables veladas y trabajos en colaboración llevados al disco con la RFG, obras como Cantos y revueltas, acompañándose por el cuatro venezolano de Leo Rondón, en una velada dirigida por su amigo Manuel Hernández-Silva, con obras de Ginastera (Suite de Estancia); otra suite de Silvestre Revueltas- Redes Suite, en arreglo de E. Kleiber o la Quinta bachiana brasileira de Heitor Villa-Lobos. Pacho Flores, autor de aquella Cantos y revueltas, para trompeta y orquesta, partía del legado de cantos de trabajos ancestrales, siempre teñidos de cantos melismáticos tomados de los pastores españoles y tonadas, bien tratadas por su colega Leo Rondón. Nos encontraríamos un joropo- baile por parejas-; un fandango gaditano; piezas que los mulatos conocerían como de guataca, que tendrá adaptaciones para arpa rústica de bambú o bandola; cargados de florituras y ornamentaciones entre giros virtuosos. Influencias que cuajarán el los joropos con larga herencia procedente del clave y con familiaridad no tan lejana con el fandango, esencia de perfumes e impregnaciones inevitables de aquellos bailables populares. Un modelo de confluencia hacia una ansiada modernidad que sugiere la cercanía de los estilos jazzísticos y derivados.
Recuerdos de Pacho Flores como el disfrutado con la RFG, entonces con Paul Daniel eligiendo el Concierto para trompeta de Christian Lindberg; las Danzas latinas para trompeta y orquesta, de Efrain Orcher; el Concierto de otoño para trompeta y orquesta, de Arturo Sandoval, aquellos Cantos y revueltas, de tan contagioso impacto, en este artista de excelente entendimiento con la firma STOMVI, que le apoyó en esta cascada de iniciativas en cuanto a la renovación de recursos expresivos plasmados en obras como el Concierto para trompeta (Akbank Bundka, en el que utilizará un total de ocho instrumentos. Para completar, la visita al Festival de Santander, presentando un programa de gran versatilidad en esta idea. Su presencia en la sala, fue un motivo de regocijo y agradecimiento por parte de los intérpretes y del público asistente.
Tchaikovski, con la Sinfonía nº 2, en Do m. Op. 17 (Pequeña Rusia), estrenada en Moscú por Nikolai Rubinstein en 1873, para repetir en San Petersburgo en 1881, por Zicke. Obra de tintes calurosos en respuesta a la anterior, y que revisará en 1879. El Andante sostenuto-Allegro comodo, nos presentó su evolución gracias a un apunte de la trompa que sugería una vieja tonada dentro de un carácter de dumka de perfiles eslavos, hacia una presencia de cuerdas ascendentes en respuesta a un Allegro ampliado por el conjunto orquestal, con la aparición de un detalle del clarinete que promovía variaciones contrapuntísticas que demostraban técnicas de admirable compostura.
El Andantino marciale quasi moderato, procedente de la ópera La Ondina, que el propio autor acabaría destruyendo, resulta una forma de Rondó de sonata, una marcha orquestada y poco densa, desde un diálogo de clarinetes y fagot, que le concede ese aire misterioso, acercándose a una melodía propuesta por las cuerdas en una parte central de canto ruso hacia una reexposición plagada de variaciones.
El Scherzo-Allegro molto vivace- que también conoció una revisión en 1879, observa la dependencia del Romanticismo de vieja escuela, entre síncopas y acentos repentinos propuestos por los distintos timbres (flautas, clarinetes, fagotes o flautín).
El Moderato assai-Allegro vivo, tiempo que se acerca a esas raíces nacionales de tintes coloristas entre motivos contrastados y graciosos que sugieren otras obras del Grupo de Los Cinco, entre danzas enérgicas y entusiastas. Tiempo que al igual que el resto, tendrá su revisión e 1879, con un importante corte de compases en el final.
Ramón García Balado
Juan Ferrer
Orquesta Sinfónica de Galicia / Christian Vásquez
Obras de J.Bautista Plaza, Pacho Flores y P.I. Tchaikovski
Auditorio de Ferrol
Palacio de la Ópera, A Coruña
Foto: Juan Ferrer.