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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Auctoritas compartida - por José Antonio Cantón

Alicante - 08/12/2021

La presencia de dos de los más destacados intérpretes del panorama internacional, como son el violinista ateniense Leonidas Kavakos y el director moscovita Vladimir Jurowski, ha ocupado la tercera jornada de la temporada sinfónica del ADDA en un programa que ponía a prueba las calidades artísticas de ambos en colaboración con la Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin (RSB), una de las cuatro grandes formaciones orquestales de la capital alemana, que visitaba por vez primera el auditorio alicantino.

La actuación comenzó con la obertura de la ópera Don Giovanni de Mozart que vino a determinar la expresividad de la orquesta ante el contrastado impulso que imprimió el director a su ejecución ya desde los tenebrosos acordes iniciales, que luego han de sustanciar en la ópera el dramatismo de la escena de El Comendador. Llenó de tensión su desarrollo cambiante en tonalidad como predisposición a desvelar la dicotomía vida/muerte y mucho de eros, que alimenta en esencia el argumento de esta obra paradigmática del idealismo ilustrado trasladada a música y canto. Jurowski supo alentar a sus músicos -es titular de la RSB desde 2017- con tal grado de vitalidad que hacía presagiar una importante velada sinfónica.

Ésta tuvo su continuidad con el Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op. 77 de Johannes Brahms con la intervención del gran violinista Leónidas Kavakos, nada más y nada menos que Premio Musical Léonie Sonning del año 2017, galardón que ha llegado a ser considerado como el Premio Nobel de Música. Solista y director repetían cartel después de su memorable actuación en el ADDA a principios del otoño de 2015 junto con la Orquesta Filarmónica de Londres.

La primera impresión que causa la presencia de Kavakos en el escenario es la de una persona con aura, esa que rodea y además impregna a un artista aún antes de manifestarse como tal, y que en esta ocasión se vio favorecida por la introducción orquestal que va predisponiendo al oyente a la espectacular entrada del solista, que asombró por la acentuación empleada en staccato. La coordinación de exposición de ambos músicos se hizo patente con un  grado de auctoritas compartida verdaderamente subyugante hasta llegar a la famosa cadencia que compusiera Joseph Joachim, dedicatario de la obra, que sirvió para admirar la sublime expresividad de Kavakos en solitario, antes de la conclusión de este Allegro non troppo que fue tratada como una reafirmación de todo el movimiento, comprometiéndose ambos intérpretes al mejor servicio del mensaje “brahmsiano”.

El tiempo lento fue todo un ejemplo de poesía hecha música, a la que ya de entrada contribuyeron las excelentes Gabriele Bastian y Miriam Kofler, oboísta y fagotista respectivamente, con un superlativo gusto en su diálogo, dejando el mejor testigo al solista para que ornamentara el relevo de la madera con una resplandeciente y serena articulación, que daba elevado sentido a su etéreo lenguaje romántico, antes de adentrarse en un quasi-attaca al allegro final que asumieron desde ese ritmo fluido que tienen las repetidas transformaciones temáticas que propone el autor. Desde un controlado diálogo entre solista y orquesta, el director llevó a sus músicos al máximo grado de tensión en la coda antes de contrastar con gran acierto dinámico con el sobrevenido y expectante diminuendo previo a los acordes conclusivos de la obra.

Como correspondencia ante la ovación final, Kavakos tuvo la deferencia de ofrecer de nuevo la sublimidad sonora de su ‘Willemott’, violín construido por Antonio Stradivari en 1734, con el que interpretó de manera enigmática y desequilibrante la Loure de la Tercera Partita en Mi mayor, BWV 1006 de Juan Sebastián Bach, que ponía un absoluto marchamo de excelencia a su actuación.

Quedaba para completar la velada la Sinfonía en Do mayor, D 944, “La Grande” de Franz Schubert. Vladimir Jurowski, a quien admiré por vez primera en febrero de 2008 con la Orquesta Filarmónica de Londres, vaticinándole entonces su indiscutible calidad de figura emergente ahora sobrada y absolutamente confirmada, asumió de manera espontánea ese difícil y a la vez único carácter entre clásico y romántico que requiere esta obra haciendo toda una exhibición de sus dotes técnicas, basadas esencialmente en un determinante y provocador sentido de anacrusa (anticipación), una clara distinción de sus hemisferios corporales (con una mano izquierda prodigiosa), elocuente utilización del espacio eufónico y una portentosa capacidad de convicción en sus gestos (evolutiva cinética musical), cualidades todas ellas que hacen de este músico una indiscutible figura de la batuta en el presente siglo.

Su ser musical, que estimulaba de manera clara y sensitiva la calidad del instrumento orquestal, quedó plasmado en el tratamiento diferencial que imprimió al primer movimiento de esta paradigmática sinfonía de Schubert, uno de los más destacados ejemplos de su pensamiento musical. El respeto al sentimiento animado del compositor en el segundo, marcado por un constante ritmo de marcha, le motivó para alcanzar un alto grado de expansiva expresividad. En el scherzo se preocupó en transmitir a la orquesta toda la tensión que contienen sus pentagramas, realzando la capacidad cromática de la madera, que funcionaba con clara distinción en articulación, ornamentación y fraseo. Con suma habilidad técnica construyó el último movimiento hasta llegar a su coda, en la que echó el resto en un apoteósico alarde de vibración emocional, implementada por Arndt Wahlich, apasionado timbalero de gran experiencia, en el que se concentraba toda la abrumadora rítmica de este movimiento, que terminó  funcionando como una elocuente rúbrica a esta magnífica velada sinfónica.

José Antonio Cantón

 

Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin (RSB).

Solista: Leonidas Kavakos (violín).

Director: Vladimir Jurowski.

Obras de Brahms, Mozart y Schubert.

ADDA, Alicante.

Foto © Peter Meisel

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