Ganador del concurso de dirección Donatella Fick en su edición de 2012, el director de orquesta francés Alexandre Bloch debutó con la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE en el programa de los pasados jueves y viernes sustituyendo al principal director invitado de la formación, Thomas Dausgaard, sin necesidad de cambiar un ambicioso par de conciertos con la música francesa como protagonista. Es más, Bloch bien conoce este repertorio al interpretarlo y grabarlo para Alpha, sello en el que tiene varios registros, con la Orquesta Nacional de Lille, formación de la que fue titular desde 2016 hasta el pasado año.
La propuesta se inició con la versión orquestal que Edvard Grieg recreara de su Klokkeklang, originalmente escrito para piano solo en 1891 e inserto en el quinto álbum de sus Piezas Líricas. Aunque el compositor noruego concluyera la versión sinfónica en 1904 tras el arreglo que hiciera por su cuenta el director húngaro Anton Seidl, Grieg prefirió dejar Klokkeklang fuera del ramillete de piezas que forma la conocida Suite lírica. Es posible que esto se viera al carácter –experimental para la época- de la obra, en la que se suceden acordes y un juego de tímbrica cambiante en un alarde de color preimpresionista en torno al concepto sonoro del tañido de campanas. Con cuidado sentido de las dinámicas y con un enfoque sonoro pretendidamente evanescente y oscuro, Bloch dibujó el arco de Klokkeklang con paciente y ominosa tensión en el breve lapso de tiempo que dura la obra.
El refugio de la introspección religiosa fue un remedio clave para Francis Poulenc, de modo que pudo proseguir su catálogo artístico tras diversas crisis, tanto existenciales como de fe católica, agravadas por diversos fallecimientos trágicos que le afectaron profundamente. Así, además del asesinato de Federico García Lorca en agosto de 1936 fue la muerte de su colega y rival Pierre-Octave Ferroud, decapitado en un accidente de tráfico en Hungría en las mismas fechas, el hecho que más impresionó al compositor y que, posiblemente, removió su conciencia con un sentimiento de culpabilidad ya que, según cartas a Henri Sauguet y George Auric, pocos días antes Poulenc criticó enérgicamente una locución radiofónica de Ferroud. Parecía que desde entonces el desinhibido y divertido compositor parisino de Aubade o del Concert Champêtre no retornaría, si bien es cierto que, bajo el paraguas neoclásico y la influencia, nada velada, de Stravinski, Poulenc desplegaría un lenguaje más oscuro y ascético con el que dejó extraordinarios hitos de su producción como el Concierto para órgano de 1938, el Stabat Mater de 1950, su ópera Diálogos de Carmelitas de 1957 o su Gloria de 1959.
Es esta última obra la que con horma vivaldiana, y con la stravinskiana Sinfonía de los Salmos sobrevolando, sonó en el Monumental en una versión en la que Bloch construyó con acertados tempi ligeros un equilibrado edificio sinfónico de claras capas con un muy matizado y preciso papel del coro para acentuar el melodismo intrínseco e, incluso, el aura gamberra que el compositor dejar traslucir en el animado Laudamus te o en el Domine Fili Unigenite recuperando parcialmente el espíritu de Les Années folles. El papel de la soprano Jone Martínez cumplió igualmente con notable prestancia por buena proyección, proporcionado vibrato y sentido lírico en los números impares y el final, sobresaliendo en el Domini Deus, Agnus Dei.
Tras una compacta primera parte, el resto del concierto nos dejaba como plato fuerte el ballet Daphnis y Chloé de Maurice Ravel en su versión completa. Estrenado en el Théâtre du Châtelet de París en 1912 con dirección de Pierre Monteux, el ballet, encargo de Diaghilev para los Ballets Rusos con adaptación y coreografía de Michel Fokine sobre un texto en torno a un Idilio pastoral escrito por Longo en el siglo II es, en realidad, una incursión de mayor entidad formal al recibir el sobrenombre de Sinfonia Coreográfica.
Con una escritura de destilación más impresionista marcada por bruñidas armonías y, posiblemente, recogiendo la influencia de experiencias inmediatamente anteriores como el ballet Narcisse et Echo de Nikolai Tcherepnin, que incluye también un coro mudo, estrenado en 1911, o el poema sinfónico Paraísos Artificiales de Luis de Freitas Branco de 1910, que incluye un ondulante tema en las maderas muy parecido al del Lever du jour, la suntuosa orquestación de Daphnis y Chloé se sirve para generar un relato que, entre la mitología y el misterio, exige una demanda técnica que Alexandre Bloch supo comandar a la perfección. Con una gestualidad nítida de inmejorable gradación, el director francés supo jugar con el enorme rango dinámico de la obra y, por tanto, con una aproximación mutable en la que enérgicas y crocantes explosiones sonoras como las de la Danse guerrière, se alternaron con sutiles y aéreos pasajes.
Además, Bloch presto atención a las numerosas progresiones dinámicas que desarrollan tupidos volúmenes como el del poético y bellísimo Lever du jour, que, de la misma manera que se proyectaban se iban deshaciendo conforme al pasar la música. En la conclusión del ballet, la restallante y frenética Danse générale se presentó con un vehemente Bloch de gestualidad corta y vivaz para conseguir un abrumador y febril resultado ante unos entregadísimos Orquesta Sinfónica y Coro RTVE. Lástima que la falta de público en el Monumental, cuya entrada debió andar en torno al 60% el pasado viernes, haga que su acústica sea algo más reverberante mostrando algunos forttisimi algo embarullados. Este problema, empero, no hizo desdeñar un vibrante concierto que se postula como uno de los mejores de esta temporada a tenor de la calurosa acogida del concierto entre el público y la orquesta que, sorprendentemente, también aplaudió con muchas ganas a Bloch por su resolutivo carácter y su excepcional trabajo. Esperemos que vuelva pronto por aquí.
Justino Losada
Jone Martinez, soprano
Orquesta Sinfónica y Coro RTVE / Alexandre Bloch
Obras de Grieg, Poulenc y Ravel
Temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE 2024/2025
Teatro Monumental, Madrid.