Verdi y Wagner nacieron el mismo año, 1813, uno en mayo en Alemania y el otro en octubre en Italia. La revolución francesa y la caída del antiguo régimen, la revolución del 48/49 y el resurgimiento italiano propiciaban grandes cambios. Los dos trabajaron por crear sus óperas nacionales: ambos países fueron antes una unidad en la literatura y la música que en lo político.
Los dos pensaban que la creación no debía basarse únicamente en la partitura. Deben tener la misma importancia los demás componentes del espectáculo y no solo lo que suena. Verdi se basa en la literatura y acude a prestigiosos libretistas y Wagner en la mitología y escribe sus propios libretos. La música ya no es el fin. Equilibrio entre música e idea.
La obertura de La forza del destino no existía en la primera versión de la ópera y sí en la versión de 1867. Con el uso de temas circulares describe los diferentes motivos. Gran despliegue de los metales de la orquesta.
“Perfidi…Pietà, rispetto, amore” de Macbeth y otras óperas demuestran el gran conocimiento de Verdi de la obra de Shakespeare. Hablar cantando resulta muy difícil y el barítono Lester Lynch lo borda aunque, en algunos momentos, la potencia de la orquesta se superponga.
Verdi no era muy partidario de los ballets en las óperas como los franceses. Aún y así recurrió a un maestro galo, Monplaisir, gran especialista en las danzas orientales egipcias, para su Marcha y ballet de Aida.
Y, por último, en el Credo de Otello el cantante debe ser actor y cantante para poder convencer a Otello y Lester Lynch cumple con creces:
“Creo en un Dios cruel que me creó a su semejanza y me nombró con ira”
Precioso Preludio del Lohengrin de Wagner. Romántico, aún en camino hacia el drama lírico.
La cabalgata de las Walkirias narra la preparación del transporte de los héroes caídos al Valhalla. Gran fuerza, vigor y energía por parte de la orquesta.
Y la última pieza del concierto se convirtió en una gran demostración de la bellísima voz del barítono en el Adiós de Wotan y Fuego Mágico de Las Walquirias. Crescendo emocional de dolor y culpa de Wotan y llamamiento al dios del fuego para que arda alrededor de la tumba de Brunilda. Los agudos de Lester Lynch, oscuros, han sido brillantes y sus graves, a veces algo ocultos, de gran sonoridad.
Ambos fueron revolucionarios en su estilo. Nos transportan de la vida diaria a un universo de belleza: con diversas polémicas en sus estrenos, reflejaban la preocupación existencial por el lugar que ocupa el ser humano en el mundo, como si este planeta no fuera el lugar propicio para él. Ya no sirven los argumentos banales y repetitivos con una sucesión de números musicales más a menos brillantes. Ahora son personajes con una gran profundidad y grupos humanos (coros) con un gran protagonismo.
La actuación de la orquesta ha sido soberbia: con gran expresividad, cuerda muy vehemente, pero, sobre todo, en la sección de los metales y la percusión como requerían las obras que debían interpretar. El director, Erik Nielsen, titular de la orquesta, mantiene muy bien el tiempo de las piezas, es fiel al espíritu original pero manteniendo, al mismo tiempo, su impronta, lo que es de agradecer.
La grandeza de estos dos autores transforma a la ópera en un instrumento con el cual, como receptores, nos convierte también a nosotros en artistas.
Genma Sánchez Mugarra
Obras de Verdi y Wagner.
Lester Lynch, barítono.
Orquesta Sinfónica de Bilbao / Erik Nielsen.
Auditorio del Palacio Euskalduna, Bilbao.