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Crítica / Ariodante, arte envuelto en cutre escenografía - por Francisco C. Bueno Camejo

10/03/2022

La versión que se ofreció en el Palau de Les Arts Reina Sofía de Valencia de la ópera de Händel, “Ariodante”, durante la primera semana de marzo, bien puede sintetizarse así: Bella interpretación musical, envuelta con una escenografía cutre y, lo que fue peor, unos vestuarios Frankenstein, sacados de un cajón de sastre.

Un escenario mirando al público, tres estancias diáfanas, siguiendo la idea del teatro dentro del teatro, noción ya diseñada por el pintor Giotto di Bondone durante el Trecento en el fresco “La Anunciación a Santa Ana”, sirvió como marco escénico a la ópera de Händel, “Ariodante”. De pronto, saltó a la vista la incoherencia: una cocina rústica que evocaba la Edad Media, ubicada a la izquierda; a la derecha, una cama más moderna; en el centro, fotos en blanco y negro pertenecientes a la pasada centuria vigésima que convivían con una colección de cuchillos retro. Pero aún diremos más. En los vestuarios había de todo, como en una botica.

El monarca escocés al menos lucía una falda ad hoc; Ginevra, un vestido decimonónico; los restantes personajes, con indumentaria actual; Odoardo, un marinero de la Armada (¿desde cuándo el Rey de Escocia, su jefe, disponía de una marina propia?). El colmo del desatino recayó en el malvado Polinesso, quien lucía una sotana con levita. No se le conoce al Duque de Albany (Polinesso) relación alguna con la Iglesia Católica en el argumento de la ópera “Ariodante” de Händel. ¿Se esconde una velada crítica al Vaticano, -como hizo el protestante Durero en su óleo “Los Temperamentos”-, o bien, el escenógrafo británico Ultz tuvo visiones y diseñó los vestuarios tras vislumbrarlos en un sueño, como la invención de su nombre artístico?. De ser así, creemos que debió de ser una pesadilla.

En cuanto a la coreografía, tuvo cierta gracia, para entretener al público mientras la orquesta interpretaba las danzas barrocas. Durante el Acto I, la defensa de la natalidad fruto del amor de la pareja transmitió un mensaje caro a la ópera dieciochesca (recuérdese el texto del duetto Papageno/Papagena en “Die Zauberflöte” de Mozart). El del Acto II, comunicó al respetable la falsa idea de Ginevra como femme fatale.

La iluminación, pobre, carente de ideas, salvo para señalar la alternancia entre el día y la noche. Ni siquiera se empleó la proyección multifocal, tan sólo la de un punto de iluminación cenital y, en una ocasión, la bifocal.

La interpretación musical parecía otro mundo, en las antípodas de la vulgar ambientación de Ultz. Los músicos rondaron la excelencia. En general, los cantantes cuidaron la ornamentación del Da Capo (la tercera sección de las arias da capo, A-B-A’, siguiendo los planes de la ópera seria barroca italiana, de modelo metastasiano, cultivada por la escuela napolitana).

El bajo siciliano Luca Tittoto, estupendo. No necesita de un potente fiato para cantar estas óperas barrocas, pero sí mucha elasticidad para las coloraturas. Desarrolló, asimismo, su talento como buen actor. La mezzosoprano rusa Ekaterina Vorontsova encarnó admirablemente el papel de “Ariodante”. Su aria estelar, “Scherza infida”, en el Acto II, fue exquisita. Con un fagot totalmente entregado en el bajo continuo, esta mezzosoprano consiguió con una interpretación muy sentida, trazando nuevos apuntes ornamentales a los habituales, y transmitió la teoría de los afectos que sustenta la estética barroca, emocionando a los espectadores.

Por su parte, la canadiense Jane Archibald tuvo un comienzo frío y perezoso. De hecho, no ornamentó su primera aria. Empero, todo cambió cuando la soprano de Nueva Escocia subió a la mesa. Aunque no pronuncia bien la lengua italiana, puso toda la carne en el asador desde aquel momento, jugando con su talento dramático y los ataques a las gamas agudas y sobreagudas. También fue una gran actriz.

Correcto el tenor estadounidense de origen hispano David Portillo en el papel de Lurcanio. ¿Y qué decir del contratenor francés Christophe Dumaux en el papel de Polinesso?. Este gabacho es un magnífico contratenor, habilidoso en las coloraturas y en el paso de la voz, cambiando de las gamas graves a las agudas. Tampoco le faltaron sus dotes actorales. Demostró familiaridad con el personaje que encarna, de su repertorio particular. La soprano norteamericana Jacqueline Stucker tiene mucha garra, una soprano lírico-dramática cargada de dramatismo, merced a sus vigorosos arranques. El tenor español Jorge Franco cumplió en su papel comprimario, Odoacro.

 La orquesta tocó con mucho sentimiento; muy bien dirigida por el clavecinista italiano Andrea Marcon.

Francisco Carlos Bueno Camejo

 

Palau de Les Arts Reina Sofía, Sala Principal, 6 de marzo.

“Ariodante”, ópera seria barroca de modelo napolitano (Dramma per música) en tres actos, con libreto anónimo y música de Georg Friedrich Händel.

Reparto: Luca Tittoto, bajo (El Rey de Escocia); Ekaterina Vorontsova, mezzosoprano (Ariodante); Jane Archibald, soprano (Ginebra); David Portillo, tenor (Lurcanio); Cristophe Dumaux, contratenor (Polinesso); Jacquelyn Stucker, soprano (Dalinda); Jorge Franco, tenor (Odoardo).

Dirección de escena: Richard Jones.

Escenografía y vestuarios: Ultz. Iluminación: Mimi Jordan Sherin. Coreografía: Lucy Burge. Diseño y dirección de escena de marionetas: Finn Caldwell.

Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección musical: Andrea Marcon.

 

Foto © Palau de les Arts

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