Haber grabado en el álbum "Los Cisnes de Palacio", una colección de Canciones italianas y españolas halladas no ha mucho del eminente compositor Emilio Arrieta (Puente de la Reina, 1821-Madrid, 1894), básico en nuestra Música del XIX, ha hecho que la soprano zaragozana Sabina Puértolas (1973) y el pianista baracaldés Rubén Fernández Aguirre (1974), hayan sumado esfuerzos para acercarlas al público en directo, programando un Recital con una selección de éllas abriendo cada parte, acompañadas de otra selección de Arias de Ópera y Romanzas de Zarzuela, que bebiesen en las fuentes del belcantismo que el autor navarro cultivó en su estancia en Milán casi dos años, empapándose del "estilo Bellini", con que ganó en 1846 el Premio de Compositores del Teatro de La Scala. Ese Arte, amparado por la Reina Isabel II de quien fue Profesor, propició su fama y consolidar en España una carrera como celebrado compositor.
De las Canciones italianas sonaron: A te (Texto de A. Milanés); Il sospiro (anónimo) y La morte di una bambina (Texto de A. Curti). Puértolas comenzó con su gran voz muy esmaltada un punto fría y tensa, lo que restó delicadeza al A te. La mejor de las tres nos pareció Il sospiro, más exigente en lo vocal de aire operístico y un trabajo superior para el piano que Fernández Aguirre bordó, no en balde su destacado lugar entre los buenos acompañantes españoles, mostrado con igual acierto en todo el recital, dispuesto por la OSCyL en su Ciclo de Música de Cámara. La muerte de una niña remató el bloque como una quasi aria doliente.
Siguió el aria de Rodelinda Se'l mio duol non è si forte, Largo del Acto III de la ópera Rodelinda de Haendel. La voz ya suelta y la vis escénica que la soprano posee y domina, le permitieron ya jugar con el excelente acústico de la Sala y mejorar la prestación vocal, aún con falta de estilo y mayor expresión para este aria barroco. A partir de aquí el Recital subió muy mucho el nivel, pues Puértolas estuvo ya muy cómoda con el repertorio subsiguiente.
Mozart apareció estupendo y el pianista soberbio, para dar voz a Susana en el Acto IV de Las Bodas de Fígaro, en el recitativo Giunse alfin il momento (Llegó al fin el momento) y su aria Deh, vieni non tardar (Ah!, ven no tardes), donde la soprano puso toda la intención, expresividad, color y estilo antes añorados. El máximo de esta primera parte se dio con Verdi y su Violeta en el Acto I de La Traviata, escena completa E strano... (Es extraño...) Ah, forsè lui che anima...(Quizá sea él,,,) Sempre libera (Siempre libre). Puértolas exhibió todas sus grandes posibilidades vocales y dramáticas, cantando y diciendo cada frase hasta la explosión final que fue deslumbrante; agudos limpios, colocados, afinados, fácil coloratura y cuanto de vocalidad y temperamento y musical exige Violeta en ese trance. La Sala respondió vibrando ante esa demostración de Canto de nivel.
La segunda parte comenzó con ¡Pobre Granada! (Texto de J. Estremera), con que Arrieta se duele de los efectos devastadores que el terremoto del momento produjo en la ciudad, con ese suave y elegante andalucismo que impregna sus Canciones españolas, sumaándose La niña abandonada (Texto anónimo) y La niña sola (acabada por Carlos Imaz y texto anónimo también), más ligera en dramatismo. El dúo mantuvo con acierto ritmos y modos alhambristas del autor.
Antes de entrar en la Zarzuela vocal y, como breve Preludio, Rubén Fernández Aguirre hizo las interesantes Pinceladas de "El Caserío", en arreglo del conquense-vasco Carlos Imaz, que Guridi pintó sin demasiado acogimiento interno ni externo, pero a las que el pianista extrajo acertada paleta de colores, preparando la entrada de Mirentxu del Acto II de su ópera homónima en Goizeko aguzki argiak (Cuando el brillante sol de la mañana se despide), romanza lírica y bella, que Puértolas hizo primorosa.
No podía faltar en el recital la Marina de Arrieta y su extraordinaria aria-romanza Pensar en él, donde la soprano volcó todo su sentir sobre el exigente canto, salvado levísimo descolocado y arreglado agudo final, siempre tan traidor. Cerrando programa, el fantástico Amadeu Vives y su gracioso Canto del arlequín del Acto I de La Generala, pleno de detalles técnico-vocales, a los que Berta-Puértolas y su pianista dieron cumplida respuesta artística; broche a un Recital que viajó "del belcantismo a la zarzuela".
José Mª Morate Moyano
Sabina Puértolas, soprano, y Rubén Fernández Aguirre, piano
Obras de E. Arrieta, G. F. Haendel, W. A. Mozart, G. Verdi, J. Guridi y A. Vives
Sala de Cámara del Auditorio del CCMD de Valladolid