La décima cita del ciclo sinfónico titulado “Mitos y leyendas” programado en el Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) para la presente temporada ha significado una confirmación de ese extraordinario maridaje producido en este nuevo encuentro del siempre admirable Orfeón Donostiarra y la espectacular orquesta ADDA-Simfònica, realizando la interpretación de una de las obras sinfónico-corales más impactantes del siglo XX como es la Cantata para contralto, coro y orquesta “Alexander Nevsky”, Op. 78 de Sergéi Prokófiev, extracto en siete concentrados números de muy calculado efecto musical de la banda sonora que el compositor escribió para el homónimo film del gran cineasta soviético Sergéi Eisenstein. Para predisponer al público, que con gran expectación llenaba la gran sala del auditorio alicantino y que aún recordaba la extraordinaria experiencia que supuso la interpretación de la cantata Carmina Burana de Carl Orff por las mismas formaciones el pasado mes de diciembre, el maestro Josep Vicent inició la velada con la dionisíaca Séptima Sinfonía en La, Op. 92 de Ludwig van Beethoven que está considerada como un puente indispensable para entender la evolución de la creación orquestal del compositor por la unidad de su estructura y la economía de los medios empleados, que la convierten en una de las sinfonías más intensas, orgánicas y completas del gran músico alemán, sirviendo de pórtico radiante a la vez que sensitivo a su última etapa creativa.
Asumiendo estos retos, el director llevó su aire Poco sostenuto inicial al más alto nivel de expresión convirtiéndose en un constate estímulo de la sección de madera, entre la que destacaba el oboe, hasta llegar a ese transformado contrapunto a cargo de las cuerdas después de unas enfáticas escalas en las que la orquesta predisponía al auditorio para el Vivace subsiguiente que fue expuesto con destacada insistencia rítmica, con la que el director venía a reafirmar con determinación la tonalidad de la obra. Como si se estuviera ante un gran cortejo, construyó el Allegretto con marcada solemnidad antes de integrar su dinámico gesto en ese momento de luminoso contracanto que precede al crecimiento de volumen sonoro con el que de forma intensa acentuaba definitivamente la armadura, llevando posteriormente a la cuerda y a la sección de madera a protagonizar con gran delicadeza la disolución del movimiento.
Desde la expresividad plástica de la cinética de su movimiento, Josep Vicent venía realizando un verdadero ejercicio analítico de la obra. Como consecuencia de éste, produjo un irresistible modo de dirigir el Presto, contrastado con la encantadora manera de construir su trío central, un Assai meno presto que dejaba una sensación de etérea espacialidad en el oyente serenando tensiones, antes de impulsar con fuerza la energía que requiere el condensado final de este movimiento. De manera arrolladora planteó la exposición del Allegro con brio con el que culmina esta sinfonía. Los músicos, impelidos por el verdadero tour de force que comporta este movimiento, afrontaron su discurso de modo intimidante impactando al público con oleadas de ritmo y sonido siguiendo las indicaciones del maestro en el afán de éste de alcanzar ese “apoteosis de danza” con el que Wagner calificó a este último tiempo de la obra. Como no podía suceder de otra manera, el auditorio estalló en el primer gran aplauso de la noche asombrado por tan energizante derroche musical.
La presencia del Orfeón Donostiarra en el escenario hacía que se agudizara la expectación del público en la segunda parte del concierto que llevaba por título “La leyenda del príncipe y el lago helado”, ante una obra verdaderamente espectacular como la Cantata “Alexander Nevsky” basada en la victoria acaecida el año 1242 sobre el lago Peipus liderada por mitificado príncipe y santo hortodoxo Alexander de Nóvgorod (encarnado en la película por el legendario actor Nicolai Cherkasov) sobre el invasor ejército de caballeros teutónicos, personaje de la protohistoria rusa que sería reconocido como el fundador del Ducado de Moscú, germen de las consecuentes dinastías del imperio zarista.
Con el buen criterio de proyectar en el escenario algunos fotogramas pertenecientes al film de Eisenstein referidos a las siete partes en que está dividida la cantata con la intención de crear una referencia plástica en la percepción del espectador, Josep Vicent inició la dirección de la primera, Rusia bajo el yugo mogol, provocando un desgarrador efecto sonoro de desolación que acentuaba la atención del auditorio para, seguidamente, con gran sentido dramático, dar entrada al coro presentando al héroe en la emocionante Canción de Alexander Nevsky, en la que el director quiso enfatizar la exhortación del pueblo al príncipe a ponerse de nuevo la armadura para expulsar a los invasores. Con determinante impulso planteó la tercera escena, Los cruzados de Pskov, logrando que los vientos y la percusión describieran ese engreimiento del ejército enemigo, descubriendo con una inteligente lectura esa caricaturización musical que hace Prokófiev en este pasaje, antes de adentrarse en la cuarta, Levántate, pueblo ruso, a la que dio ese carácter hímnico que permitía destacaran de manera brillante los componentes de la numerosa percusión antes de extraer el dulce canto del coro previo a su esencial recapitulación.
La actuación llegó a su máxima expresividad en La batalla sobre el hielo, quinto episodio de la obra, en el que Josep Vicent extrajo todos los recursos de la orquesta y del coro haciendo alarde de esa vitalidad que siempre imprime a su modo de dirigir, de manera especial a esos momentos de intensa motricidad y variada dinámica como los que propone Prokófiev en este tan programático pasaje de la obra, aspectos con los que el maestro se siente siempre perfectamente identificado. Ante tan intensa experiencia de escucha por parte del público, el director dispuso de la intervención de la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé que debutaba en el sexto episodio de la cantata dedicado a la desolación y muerte después de la batalla titulado El campo de los muertos, un conmovedor lamento de una joven buscando a su prometido entre los cadáveres del campo de batalla, que termina convirtiéndose en un canto por los rusos caídos en el combate, donde el particular lirismo del compositor fue llevado a sus últimas consecuencias estéticas desde la desgarradora coloratura vocal de la cantante, que supo sacar el máximo partido fonético cirílico a su emisión aprovechando el acompañamiento orquestal que seguía con extrema atención el cadencioso y sereno pulso del maestro. Terminado el duelo, el esplendor de esta interpretación se acumuló en el último episodio, La entrada de Alexander en Pskov, en el que el sentimiento de júbilo se apoderó del coro y de la orquesta con una intensidad expresiva que causaba verdadera admiración en un auditorio totalmente impactado. Su ovación final refrendó una velada memorable en la que se ha vuelto a mostrar la identificación de sentimiento que compartieron las dos formaciones musicales protagonistas de este magnífico programa que culminó, como bis, con esa plegaria al Altísimo pidiendo amparo y liberación que contiene el texto del Salmo 43 que recoge el Opus 78/2 de Felix Mendelssohn, que supuso todo un complemento emocional de calmado y pacificador efecto.
José Antonio Cantón
ADDA-Simfònica Alicante y Orfeón Donostiarra
Solista: Silvia Tro Santafé (mezzosoprano)
Director: Josep Vicent
Obras de Ludwig van Beethoven y Sergéi Prokófiev
Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA). 22-III-2025