Pasa el tiempo y el ciclo de piano Grandes Interpretes sigue disfrutando de la presencia esporádica (cada 4 o 5 años) del polaco Piotr Anderszewski. Podríamos decir que está a punto de convertirse en un clásico del ciclo. Su presentación, hace casi 20 años, nos permitió entrevistarle en RITMO y ya, por entonces, dejó muy claro que compositores conformarían el grueso de su repertorio. Sus “clásicos”. Bach, Beethoven, Szymanovski y, sobre todo, Mozart. A los tres primeros dedicó este ultimo programa, con una pequeña incursión en la segunda escuela de Viena (las Variaciones op. 27 de Anton Webern).
El programa estuvo dotado de una unidad que agranda la calidad de las interpretaciones, por la vía de la conexión emocional entre las obras. Incluidas las propinas (que también contaron con la presencia de Bartok). Se inició con la Partita num. 6 BWV 830 de Bach y se cerró con la Sonata num. 31 de Beethoven, y su alucinante Fuga final. Nuestro pianista trata de decirnos, desde su piano cristalino y subjetivo, dónde está el principio y el final de todo. Logrando una unidad interpretativa entre el teclado de ambos genios realmente pasmosa. No podemos entender el piano de Beethoven sin entender antes el de Bach.
Lo cierto es que el Bach de Anderszewski es uno de los más poderosos entre los pianistas que transitan desde la juventud a la madurez (un poco al estilo de los que nos suscita Igor Levit). Pleno de tensión, pero sin dejarse llevar por las exageraciones propias de quienes buscan segundas y terceras derivadas en cada partitura. Un Bach que estuvo presente también entre las generosas propinas, al final del concierto. Plena coherencia. La primera parte la cerró con una selección (los números 3, 7, 8, 5 y 4) de las Mazurkas opus 50 de Szymanovski. Un autor donde Anderszewski es referencia absoluta desde sus inicios profesionales.
Estas Mazurkas respiran el elemento nacionalista (repletas de tensión rítmica), impregnado de las vanguardias de su época de manera sorprendente. Y nuestro pianista lo entiende a la perfección. Lo que nos lleva a pensar como podrían ser sus interpretaciones en Debussy (presente en la mente del autor, sin duda) o incluso en Albéniz. En 1995 grabó (junto a Victoria Mullova) la Sonata para violín y piano de Debussy, pero sigue siendo un autor relativamente esquivo para nuestro intérprete. Veremos.
La segunda parte la inició con las Variaciones op. 27 de Anton Webern. Una interpretación impecable. De una transparencia inaudita. La etapa final de Anton Webern es de una especial complejidad. Por eso, enfrentarse a esta partitura requiere de unas dotes de entendimiento musical innegable. Casi 100 años después de su composición y buena parte del público sigue, por el contrario, aproximándose a este corpus entre la desgana y el distanciamiento. Quizás por ello su interpretación estuvo acompañada por un coro de toses de magnífico “talento”. Pero esta es otra historia. Nuestro pianista enlazó el Tranquilo, final de las variaciones, con el Moderato de la Sonata num. 31 de Beethoven. Tampoco podemos entender a Webern sin Beethoven.
El efecto fue sorprendente. El Beethoven de Anderszewski es soberbio. En cierto sentido, radical. Moderato y Adagio repleto de penumbra e incluso tristeza. Allegro violento. De espíritu revolucionario. Inconformista. Profundamente beethoveniano. La técnica de nuestro pianista es pasmosa (ejemplar su mano izquierda) y en Beethoven produce dominación e impulso vital, como pocos. La Fuga final nos hizo regresar a Bach. Viaje concluido.
El público (volvimos a la media entrada, tras el espejismo del concierto de Sokolov) le abrumó en el turno de aplausos, que contó con generosas propinas de sus “clásicos”, por supuesto.
Juan Berberana
Piotr Anderszewski, piano
Obras de Bach, Szymanovski, Webern y Beethoven
Ciclo Grandes Intérpretes (Fundación Scherzo)
Auditorio Nacional, Madrid