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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Analítica interpretación - por José Antonio Cantón

Granada - 03/07/2022

Con el título ‘Bach Modern’ se ha presentado la violinista alemana Isabelle Faust en la presente edición del Festival con un programa en el que las Sonatas segunda y tercera de Juan Sebastián Bach, BWV 1003 y BWV 1005, respectivamente, enmarcaban siete números, aleatoriamente ordenados de los dieciocho que integran su colección, de un interesantísimo experimento sonoro para violín de György Kurtág, uno de los privilegiados poseedores del exclusivo Premio Sonning de Dinamarca (2003), que es el equivalente a un imaginario Premio Nobel de Música, y continuador de la línea trasn-estilística que se puede trazar entre Liszt, Bartók y Ligeti, que lleva por nombre Signs, Games and Messages (Señales, Juegos y Mensajes), que permitía comparar hasta qué punto ha cambiado el concepto, la música, la técnica y la funcionalidad referentes a este instrumento en los últimos trescientos años.

Con una actitud eminentemente analítica derivada esencialmente de su actividad académica como profesora de violín, que desarrolla en la Universidad de las Artes de Berlín, Isabelle Faust hizo una exposición de la música del compositor húngaro que, por su contrastado encadenamiento, intentaba sorprender la percepción del oyente motivándole a hacer un ejercicio intelectual a la búsqueda de referentes estilísticos, lingüístico-musicales y sonoros que sustentaran y llevaran a sentir su motivación creativa. Ésta habrá que encontrarla en referencia a ciertos estilemas renacentistas que recuerdan al laudista británico John Dowland así como en fuentes populares que, aisladamente, significan condensados apuntes expresivos sobre las posibilidades sonoras del violín.

Llamó la atención el dedicado a Bach por su pausado contrapunto así como Kromatikus felesselös por sus contrastados ataques y abruptas dinámicas, llamando la atención los dos últimos que interpretó, Doloroso y The Carenza Jig por el sentimiento de aflicción que transmite el primero y por el ánimo danzante que tiene el segundo, que cerraba este capítulo de un programa muy bien pergeñado por la intérprete.

Éste se inició con la ya apuntada segunda sonata de J. S. Bach que Isabelle Faust planteó como un desafío. Así se desprendía del Grave que abre la obra, dado el tratamiento de su rítmica y la regularidad de sus escalas, que ejecutó con admirable y destacable afinación, y sosegada motricidad. Supo extraer el aspecto emocional, no solo teórico, de la imponente Fuga subsiguiente, que expuso destacando su rico cromatismo en eco que, por sus cambios dinámicos, dejaba una sensación de serena espiritualidad. El carácter arioso lo impuso desde el primer momento en el Andante, destacando la distinción sónica de sus dobles cuerdas que llegaban a dar la sensación de diferenciado timbre en algunos momentos. El Allegro final supuso una distensión expresiva en la intérprete, apoyándose en una ornamentación bien dosificada por la fluidez y naturalidad de su precisa técnica.

La tercera sonata fue una reafirmación de cómo el resultado sonoro que consigue Faust en este sustancial repertorio violinístico es fruto de un análisis de experiencias que no se dirigen sólo a parámetros estrictamente musicales, entrando de lleno en aspectos emocionales como se pudo escuchar en el tratamiento misterioso que dio al Adagio que abre la obra. Esta orientación expositiva llegó a su máximo ejemplo en la Fuga, forma musical que desentrañó en los más mínimos detalles que plantea la interacción de sus cuatro voces. Las posibilidades que propone el autor quedaron expuestas con la contradictoria expresividad surgida de un ejercicio musical simultáneo de conocimiento inductivo previo y deductivo posterior.

El Largo supuso una distensión en la intérprete, que se reflejó en la cinética de su organismo dejando una imagen relajada. Este estado cambió absolutamente con el Allegro assai final dada la viveza de este movimiento que, en algunos momentos, parecía que era tratado con abandonada locuacidad como alivio de la concentración a la que había sido sometido el auditorio, castigado a su vez por un coro vespertino de vencejos y unos insistentes raides aéreos de incomprensible presencia en el cielo alhambreño. Isabelle Faust se sobrepuso a tales imponderables dejando la sensación de que es una consumada  violinista, que transmite las mejores sensaciones sonoras y musicales que pueden surgir de ‘La bella durmiente’, su Stradivarius construido en 1704, reafirmando la magnífica impresión que dejó en la anterior edición del Festival concertando con la Gürzenich-Orchester Köln bajo la dirección de François-Xavier Roth.

Jose Antonio Cantón

 

LXXI Festival Internacional de Música y Danza de Granada

Recital de violín de Isabelle Faust

Obras de Juan Sebastián Bach y György Kurtág

Granada. Patio de los Arrayanes de la Alhambra. 28-VI-2022

 

Foto © Fermín Rodríguez

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