Programa de la Real Filharmonía de Galicia con Joana Carneiro que iniciaba Gabriela Lena Frank, una compositora de ascendencia judío/lituana y chino/peruana, todo un modelo de enriquecedoras raíces, y que se educó en la Rice University y en la Michigan University, con maestros como W.Albright, Leslie Bassett, W.Bolcon y S.Jones.
Su música recibe influencias de B.Bartok, B.Britten y Chou-Wen-Chung, asimilando influencias de elementos andinos, incorporando instrumentos tradicionales. Fue asesora de la O.S. de Berkeley, con Joana Carneiro y de esa confluencia saldría Lendas: An Andean Walkabout en seis espacios que marcan su trazado: Toyos, que remite a la zanpoña, un instrumento que reclama gran resistencia pulmonar, expresada en cuartas paralelas. Taqueada, que sugiere una tarka, especie de pesada flauta de madera, que se maneja entre cuartas, quintas y octavas. Himno de zampoñas, que divide la melodía gracias a una técnica conocida como hocketing, por su típico sonido perteneciente a esos instrumentos, soplados de forma plana, para que los sobretonos suene a gran altura. Chasqui, cuyo reflejo está en el charango, cercano a la tradicional guitarra y una pequeña flauta de bambú.
Canto de Velorio, que evoca las llamadas choronas, profesionales de los velorios, en rituales funerarios y Coqueteos, tildado de romanceiros, pleno de una expresión armónica osada y festiva. Obra nacida como cuarteto, ganará dimensión sonora en este tratamiento orquestal, que propone un verdadero juego de equilibrios atrevidos, propios de las apuestas contemporáneas.
Joana Carneiro, se entregó a los impresionismos de La Suite de Pelleas et Melisande Op. 80, de Gabriel Fauré, un trabajo que acabará orquestando Charles Koechlin, para un estreno de éxito en el Teatro Príncipe de Gales en la primavera de 1898, cuya consecuencia será la suite sinfónica, prescindiendo del trabajo de Koechlin, ampliando la formación dentro de una recreación simbolista del dramaturgo y que dará a conocer en París, en 1901, en los Conciertos Lamoureux, dirigida por Camille Chevillard, prescindiendo de la Siciliana.
Obra concentrada en la sensibilidad auspiciada por un a modo de preludio Quasi adagio, en el que la cuerda se expresaba con meditada delicadeza, en medio de un clímax misterioso, antes de dar paso a un pasaje descriptivo con flauta y fagot, a la búsqueda de una decidida coloración hacia la culminación en un fortissimo e allargando. La hilandera, resaltaba un corto Andantino quassi allegreto, anunciado por el oboe y en el que hacia el final, un aire trágico quedaba expuesto por un acompañamiento que imita el sonido de una rueca. La Siciliana, (Allegro molto moderato)- página apreciada y sujeta a devaneos inapropiados-, había sido compuesta para El burgués gentilhombre y que no llegó a completarse.
Una de las piezas más populares por su frescura en su instrumentación, en la que flauta y arpa con acompañamiento de cuerda, son parte fundamental. El Molto adagio, que precede a la muerte de Melisande, incorpora una pieza de su ciclo Canción de Eva, y un motivo de La hilandera, dentro de un ritmo obsesivo en una especie de marcha fúnebre.
Gabriela Montero, reivindicando a Clara Schumann con el Concierto para piano en La m. Op. 7, obra calificada como espectacular, teniendo en cuenta la juventud de su creadora y por los detalles innovadores, en los que algo tuvo que ver su apreciado Robert y la buena escuela recibida por su padre dominante y obsesivo.
El peso de los aspectos de lucimiento serán también un argumento en su favor, cargados de gestos para su mayor reconocimiento entre el público de aficionados en lo que resultará una obra ingeniosamente estructurada y de sorprendente gran formato, del que no estaba exento un curioso aire de improvisación. Agudos comentaristas acabarán divagando sobre la obra, aceptando que no parecía escrita por un talento tan joven. La pianista observaba la obra a través de las abundantes figuraciones en permanente desafío y cuidando en especial la expresiva Romanze: Andante non tropo, con grazia, sostenida por un calculado diálogo entre chelo y la solista, en perfecta transición al Finale: Allegro ma non tropo, ese tiempo que obliga al virtuosismo del teclado, frente a la orquesta en forma de portentoso rondó.
Ramón García Balado
Gabriela Montero. Real Filharmonía de Galicia / Joana Carneiro
Obras de Gabriela Lena Frank, G. Fauré y Clara Schumann
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela
Teatro Afundación, Vigo
Foto © Xaime Cortizo