Concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigido por la colombiana Lina González-Granados, en el que Alexandra Conunova fue solista del Concierto para violín nº 3, en Si m. Op 61, de C.Saint-Saëns, para un programa que incluía Le tombeau de Couperin, de Maurice Ravel y piezas el ciclo sinfónico Mi patria de Bedrich Smetana. Lina González- Granados, nacida en Cali (Colombia), fue nombrada titular de la Ópera de Los Ángeles, tomando la plaza de Grant Gersohn, tras haber obtenido el Concurso Georg Solti, de 2019, que le llevó a ser Conducting Assitence de Riccardo Muti con la O.S. de Chicago, a partir de 2022. También había conseguido un tercer premio ECHO en una carrera ascendente que la llevó a ocupar plazas con formaciones como la O.F. de Los Ángeles, la New York O., la Seattle Orchestra y la O. de San Diego, tras recibir asesoramientos de Bernard Haitink, Bramwell Tovey y Yannick Nézet Séguin, Recibió la Medal Sphinx, de 2021 y la consideración de la Fundación Solti, de 2020. Importante fue su paso por el Hart Institute for Women Conductors.
La violinista Alexandra Conunova, estudió en la Hannover Universität für Musik und Drama, teniendo como maestro a Kryztof Wegryng, recibiendo en sus primeras opciones un segundo premio del XLIII Tibor Varga Competition, en Martigny Suiza)- el primero había quedado desierto-, al que seguirá el George Enescu (Bucarest), de 2011 y el International J. Joachim Competion (Hannover), una oportunidad para grabar con el sello Naxos. Fue solista con formaciones como la Wien Chamber S.O.; la Lausanne Sinfonietta; la Bucarest S.O. o la German Radio S.O., participando en certámenes como el Festival de Verbier, Aix-en- Provence o Radio France Montpelier. Dispone de un Santo-Serafino de 1735, cesión de la German Foundation for Musical Life.
Le tombeau de Couperin de M.Ravel, aquel cuadro de caballete según Roland-Manuel, era un prodigio de orquestación destinado a los Concerts Pasdeloup, bajo la dirección de Rhené-Baton, antes de que Los Ballets Suecos de Rolf de Maré se arrebatasen con la obra para su espectáculo en el Teatro de los Campos Elíseos, sobre coreografía de Jean Borlin, a partir de la transcripción de las que era absoluto maestro desde el rigor y la simplicidad conseguida por la transparencia en pos de una variedad irresistible de colorido. Para efectos, partíamos del Prélude en sus evoluciones cimbreantes a modo de hilo conductor cargado de subyugantes ornamentos que remitirían a esos estilos que la obra rememora, procedente en buena lógica de las lecturas para el teclado de Couperin o quizás de Rameau y D.Scarlatti, pero en un sorprendente salto de época, auténtico espacio sonoro recuperado por los pujantes neoclasicismos, en un lenguaje gratamente reconocible gracias a su tratamiento armónico. La Forlane, puro Allegretto que nos trasladaba a aquellas músicas antiguas- supuestamente-, pero en una planteamiento a tenor de esta obra, destacando el curioso desliz de las disonancias o el marcado ritmo con puntillo asimétrico. El juego de modulaciones sabía distanciarse de la tonalidad de apertura en clave de ironía esquiva, convirtiéndose en el movimiento más osado. El Menuet (Allegro moderato), concedía al oboe expresarse en resabios colores pastorales, un típico Menuet alla antiqua, de notable expresividad con derivaciones vagamente melancólicas que recordarán a una Musette, propuesta por el trío, antes de la reaparición del propio Menuet. El Rigodón final, lo acaparaban los instrumentos de metal, auspiciando un ritmo de pesados acordes de cuerdas, que asemejarían una danza campesina. En esta traslación orquestal Le tombeau de Couperin, sí ganó en colorido y variedad de recursos expresivos.
Saint-Saëns con el Concierto para violín nº 3, en Si m. Op. 61, obra que destaca por el alarde de su técnica, en una consideración a Pablo Sarasate, dedicatario que lo estrenará en 1880 y que en lo orgánico muestra maderas, trompetas y trompas a dos, tres trombones, timbales y cuerda, en tres movimientos. Allegro non troppo, a partir de dos temas, sobre uno descrito por el violín y un segundo que recrea un estilo de cantinela delicada, llevándonos al desarrollo que respondía en su trayecto con la vuelta de la solista, tras una reexposición del segundo tema en el paso al Andantino quasi allegretto, en Si b M. que podrá parecer con esmero un estilo de mélodie en un claro estilo de barcarola, movimiento de gran atractivo gracias a su diálogo con el conjunto orquestal. Destaca en especial el protagonismo de las maderas en un vistoso hilvanado para mayor rebuscamiento a la espera del surgimiento de la solista en plenitud.
El molto moderato e maestoso, motiva el absoluto protagonismo de la protagonista del concierto Alexandra Conunova, que servía de enlace con el Allegro non troppo final, elaborado sobre tres ideas complementarias y que para agudos analistas, la segunda de ellas podrá remitirnos a Mendelssohn siendo la tercera un detalle de arrebato místico. La función de la orquesta se limitaba a sostener las distintas transiciones, virtud de sojuzgamiento al protagonismo de la solista en sus absolutos dominios para este concierto caracterizado por su personal elegancia. Para el bis, una electrizante y vertiginosa interpretación del primer tiempo de la Sonata nº 2 (Obsession) Op. 27, de Eugène Ysaÿe para rendir a los aficionados. Aquel Ysaÿe que se inspiró en Szigeti para la escritura de estas piezas en un reto llevado al límite de las posibilidades técnicas del instrumento.
Bedrich Smetana con piezas del ciclo sinfónico Ma Vlast (Mi Patria), resuelto con prestancia al igual que la obra de Ravel por Lina González-Granados. Si Smetana fue el fundador de la escuela nacional checa, por estos estilos y la ópera, Dvorak sería el gran continuador que sobrepasará los límites del propio entorno, para que el moravo Janacek de tardía presencia, lograse aplicar a la ópera la prosodia del idioma rompiendo con el tardo-romanticismo de sus predecesores en un vuelco considerable. Ma Vlast comenzado en 1874 antes de completarse un lustro después, era su credo reivindicativo, en sus seis piezas, en una evocación de la naturaleza checa que comprende lugares históricos y personajes arquetípicos. Obras de las que se ofrecieron Vysehrad, estrenada por L. Slanskiy, anunciada con el arpa, en memoria del bardo Luomir y que ampliaba la orquesta, preparando un himno guerrero que preludia el poema sinfónico.
Una recreación de fantasmales paisajes con castillo al fondo. Vltleva (El Moldava), pieza que logró eclipsar al resto del grupo, en su descripción del río, marcada por una atractiva descripción desde la entrada de la flauta y el clarinete que describe el murmullo del río en un perpetuum mobile, con la popular melodía con reminiscencias medievales y arquetípicas ancladas en el imaginario colectivo como Kocka leza dirou. Sarka, nos dejaba con la amazona esquiva que acumulaba un rechazo feroz a los hombres culminado en una ordalía temible, musicalmente descrita desde los primeros compases sobre ritmo de cabalgada brutal, con un solo de clarinete que traduce el estado emocional de la amazona. Para completar, Blanik, pieza estrenada junto a Tabor, díptico que usa un coral husita, con inspiración en leyendas guerreras, y que se resolvía sobre un motivo pastoral de delicada fragancia de aires pastoriles (maderas, trompas en continua imitación), que recuperaba finalmente el mundo de las amazonas. Aquellos paisajes forjados en la necesidad reivindicativa en la confirmación de los valores de identidad necesariamente colectiva entre complejos conflictos históricos que marcaron los países de la Europa Eslava.
Ramón García Balado
Alexandra Conunova
Orquesta Sinfónica de Galicia / Lina-González Granados
Obras de M.Ravel, Camille Saint-Saëns y Bedrich Smetana
Palacio de la Ópera, A Coruña