Temporada en la que Johannes Brahms, parece disfrutar de una presencia respetable tras un primer monográfico ofrecido a comienzos de noviembre y en el que Josep Pons tomó el protagonismo para dos de sus sinfonías, la Tercera, en Fa M. Op. 90 y la Primera en Do m. Op. 68, con la Orquesta Sinfónica de Galicia, además del concierto de octubre, en el que Lucas Macías, tendría en agenda otras dos obras, Schicksalslied Op. 54 (Canción del destino) y la Sinfonía nº 2, en Re. Op. 73, por lo que las dos sesiones ofrecidas, no hacían sino confirmar la asegurada recepción del hamburgués en las actividades de temporada.
Aquel periodo que nos llevará a sus encuentros/desencuentros con Hans von Bülow y Hans Richter, comprensible en el programa ofrecido con estas dos obras suyas, acentuando la devoción con la Sinfonía nº 4, en Mi m. Op. 98 y el Concierto para piano nº 2, en Si b M. Op. 83, que tuvo como solista a Alexander Kantorow, bajo la dirección de su titular Roberto González-Monjas, destacando este pianista que ha disfrutado en un ambiente musical por su padre, el director Jean Jacques Kantorow, con quien realizó su primer concierto en el Festival la Vézére, además de llevar a registro conciertos de Saint-Saëns, el segundo ofrecido también con la RFG, dirigida por Jonathan Webb, en febrero de 2018, y su madre, una reconocida violinista, entre sus méritos destacables, bastará con recordar el Premio Conseguido en el Concurso Internacional Tchaikovski, interpretando precisamente el concierto de Brahms que tendremos, un registro discográfico suyo, dedicado a Brahms, obtuvo el Diapason d´Or (2022), y sus estudios de formación, los había realizado en los Conservatorios de Clermont-Ferrand y Pontoise, ampliando con Igor Laszlo, en la Schola Cantorum de París, G. Pludermacher, F. Braley, o J. Rouvier ,manteniendo en la actualidad la docencia de la maestra Rena Sheresvskaia. En invitado a asistir a certámenes como La Folle- Journée, La Roque d´Antheron, Festival des Forest, Orchestre Pasdeloup y otros de primer rango.
Brahms en su Segundo concierto para piano, en Si b M. Op. 83, había realizado unos primeros esbozos en un período italiano en la primavera de 1878, antes de completarlo tres años después. Obra compleja y ambiciosa, quedará determinada por las exigencias requeridas por los acordes masivos, los amplios intervalos y la recurrencia a pasajes en octavas, terceras y sextas, a los que se añaden complicados ritmos, aspectos del autor, que requerían por parte de Kantorow un planteamiento concentrado y profundamente analítico, a consecuencia del enfrentamiento a la propia orquesta. En cualquier caso, no dejaba de concederle una perceptible libertad, poco frecuente en las obras brahmsianas.
La atmósfera trágica del primero se había desvanecido logrando en esta un equilibrio que podrá calificarse como de una serenidad helénica. A los tres tiempos acostumbrados, añadirá un cuarto, que le acercará al estilo de las sinfonías. El Allegro non troppo se manifestó a partir de un pujante preludio en el que se avanzaban dos temas claramente opuestos desde un primero sereno y gracioso y un segundo en el que resolvía tras una cadencia, un planteamiento más incisivo y rítmico, preparando un desarrollo melódico y apasionado. El Allegro appassionato, poco tenía en común con la idea de un scherzo, resultando una página intempestiva y tumultuosa marcada con un espíritu de fantasía, con un destacado protagonismo ya en el tema inicial, un tiempo que al parecer, podría haber sido pensado para el Concierto para violín, de 1877.
El Andante sería como una especie de paréntesis expresivo y lírico, casi en forma de lied, resuelto reparte en tres partes en las que el solista pendía condicionado por la orquesta limitándose a conceder colorido al tiempo, con un importante apunte più adagio contemplativo que se concedió al solista de piano.
El Allegretto grazioso, un rondó-sonata, divagaría desde un estado entre jovial y tierno, expuesto con libertad en sus tres episodios y una coda. En resumen, una instrumentación ligera para entregarse a un diálogo en el que se resalta la fluidez de la técnica del solista. Frente al concierto anterior, surgido en medio de una ostensible inquietud y estado de crisis, este resultará un modelo de autocontrol, todo lo que se consideraba como característico de su estilo, se concentra de manera natural en el Allegro non troppo. Marxsen, su antiguo maestro de piano, al que dedicó la obra, falleció en noviembre de 1887, en los días en los que el autor, se encontraba de gira para presentar el Doble concierto, para violín y chelo, en La m. Op. 102, que suscitó una opinión de rechazo en el siempre agudo Hanslick.
La Sinfonía nº 4, en Mi m. Op. 84, la más densa y severa de las cuatro y en la que se acepta una impresión de acercamiento al pasado, en el que hallará un permanente recurso de inspiración partiendo del imaginario preclasicismo que ayudó a potenciar sus propios recursos.
Obra de madurez, destaca por el talante otoñal, como destaca Rostand, encaminándose a zonas más oscuras en cuanto a su sensibilidad, resulta viva por el tono de elegía ya desde el primer tiempo. Por la obra, han pasado las fuerzas que convulsionaron el último siglo y las que aparecerán de inmediato.
En el Allegro ma non troppo, se desplegaba en una idea en forma sonata elaborada desde dos temas y cuatro ideas secundarias derivadas del tema principal, resaltando el motivo decisivamente expresivo propuesto a partir de una chacona, argumento clave para su desenvolvimiento, gracias a una idea que admite distintas posibilidades de notable riqueza, una atención de consideración para el desarrollo de soberbio trato contrapuntístico.
El Andante moderato, se reafirmaba también sobre dos ideas de temas que alternándose tras un puntilloso intermezzo. El planteamiento melancólico está presente en todo el tiempo por su nobleza resignada, tras una cantinela expuesta por su actitud solemne, entre misteriosa y legendaria, el lado en penumbra forzado por motivos entretejidos. Clave entre estos dos tiempos, la búsqueda detallista en su precisión medida de González Monjas, que sabría culminar en los dos tiempos pendientes.
El Allegretto giocoso poco meno presto, bascularía en las proximidades de un scherzo en espacio y dimensión, y en el que una actitud de alegría bulliciosa, nos descubrió al Brahms de recursos irónicos en su dimensión más ingeniosa, marcados por el argumento sobre el que se ofrece la obra, ese Do Mayor enérgico y robusto que facilita una trayectoria que se reafirma a partir del segundo episodio, frágil y gracioso.
Un Brahms en sus plenas convicciones que repite de nuevo con una fantasía elaborada, antes de completar en el Allegro energico e appassionato, de cargado temperamento preparado por graves acordes en los vientos, de nuevo el recurso de la idea de la chacona referencial en esa vuelta al pasado y que nos trasladará a una idea procedente del J.Sebastian Bach, en su cantata Meine Tage in den Leiden. Idea tratada por diversos instrumentos de la orquesta, en forma de variaciones que llevan al límite el potencial de recursos orquestales, un tiempo sublime en el conjunto de sus trabajos orquestales, con una coda de ímpetu arrollador.
Ramón García Balado
Alexander Kantorow
Orquesta sinfónica de Galicia / Roberto González-Monjas
Obras de Johannes Brahms
Palacio de la Ópera, A Coruña