Roberto Alagna, el cantante franco-italiano que hubo de soportar a lo largo de su carrera la presión de los medios con presencia notable especial en la prensa en soporte de papel couché, lo que ya supone de por sí un condicionante más o menos jaleado por este tenor, que supo provocar un desairado percance en una Aida, por su enfrentamiento con los prepotentes loggione, esa tropa dispuesta a descabezar al que, por su actitud, se pusiese a tiro. Buscar culpables fue la carnaza de alimento de esos medios, de por sí, ajenos al mundo de la lírica.
El mismo Alagna promovido por sus años con la diva Angela Gheorgiu, tal para cual; el que en sus comienzos, se dejó impresionar por la figura del chansonnier de procedencia hispana Luís Mariano, imbuido por las operetas de Francis Lopes, y que también le ayudará en sus comienzos inciertos, a probar en cabarets o artista de variedades. Para bien, será este Alagna quien acaparó nuestra atención, con preferencia por las óperas italianas y francesas.
De largo venía el protagonismo de los compositores por excelencia, frente a los grandes divos y los boicots permanentes casi irresolubles, aquellos cantantes que se enfrentaban a la autoridad del creador, y que en la cincuentena del pasado siglo, se dará de bruces en lo relativo a los privilegios, período que también tendrá como consecuencia, una fase de menor prestancia de esos personajes sobrados de soberbia, la época dorada del divismo y de la que cobrarán gran presencia, esas voces tan cercanas a nuestros días, los Alagna, Gheorghiu o Netrebko, quienes se adjudicarán el testigo dejado por aquellos mitos por La Callas, La Tebaldi, La Schwartzkopf, La Nilson o Corelli, por un decir.
Roberto Alagna, tuvo un primer modelo en Pavarotti, tanto en lo vocal como en lo artístico interpretativo. Una voz, la suya, lírica desde los planteamientos iniciales, se beneficiaba por la frescura de sus notas , bellas y seductoras, aunque con ciertos deslices a causa de un timbre quizás menos homogéneo, observando cambios de color nada desdeñables, en especial entre los registros de pecho y de cabeza en particular la mezze voce, podremos hallar emisiones falseadas que reclaman mayor detallismo, pero en su beneficio-al margen de una cuidada presencia escénica, siempre estudiada para cada rol-, resulta a la postre personal y creativa.
En esos aspectos técnicos, supo sacar partido a lo largo de su vida como cantante, para colorear acertadamente el fraseo, siempre bien asentado sobre un fiatto de gran resolución y poderío expresivo, que para algún devoto, podrá traer al recuerdo a Franco Corelli o a Ferruccio Tagliavini. Lirismo en esencia natural, en el que se valora una voz de tintes mediterráneos. Alagna, en su trayectoria, confiesa encadenar roles más pesados, heroicos y dramáticos, con repertorios más ligeros de corte belcantista, un recurso balsámico para la voz.
No desmereció su programa en su ideario artístico, y para entrante, La Juive de J. Fromental Élie Halévy, con Rachel quand du seigneur, espíritu de la Grand´opera a la que da relumbrón esta aria de Eléazar, de atractivo seductor, no menor al que encontramos en las tres piezas procedentes de Fedora- Umberto Giordano-, Mia madre, la mia madre…, La fante mi svela y Vedi io piango, el posible verismo que en esta ocasión nos ubica en la Rusia zarista, y una trama compleja de vendetas en la que queda inmerso Loris Ipanoff, recreando situaciones de perfiles folletinescos, acordes con las piezas que se escucharán. Para no ser menos, y porque el climax puede ayudar, un paso más con Jules Massenet, con Le Cid, con la pletórica O Souverin, el rol estrenado por Jean Devriès, y cuyo referente en tiempos recientes sería la producción en el Carnegie Hall, entre Plácido Domingo y Grace Bumbry. Rodrigo, el personaje de relevancia, resulta ejemplar en lo vocal, por la ductilidad y flexibilidad ya en ese punto de distanciamiento de los patrones al uso de la opéra- comique, evitando con persistencia las dependencias italianizantes y alemanas. Un Alagna en plenitud
Eslavismos ma no tanto, por Evgene Onegin, de P. I. Tchaikovski, con otro pasaje primordial, el aria de Lensky, Kuda. Kuda, nueva escena de crudas pasiones de desafíos cruzados frente al protagonista que da título a la ópera. Wagner juega con cartas distintas gracias a Lohengrin, de la que eligió Mein lieber schwan, del acto primero, enigmas en su necesaria defensa de un anonimato, respuesta a Elsa de Brabante. Ruggero Leoncavallo, el verismo de grado menor por La Bohème, a la sombra de la pucciniana, a la que se indulta con el aria Musseta! Testa adorata, del rendido admirador el poeta Marcello, en una ópera de escasa fortuna y de la que se recuperan números aislados como el que tuvimos para redondear, y de David Alagna, de Le dernier jou d´un condamné, Non je ne sui pas un impie, ópera compuesta para él y estrenada en 2014.
Piezas instrumentales entrelazadas y medidamente ensambladas, en trabajo meticuloso del director José Miguel Pérez Sierra, desde dos piezas de la primera suite de L´Arlesiana, de George Bizet, el Adagietto y Carrillon , autor que repetiría con tres preludios de distintos actos- el primero, el tercero y el cuarto-, procedente de la primera suite de Carmen. Una polonesa de Evgeny Onegin, de Tchaikosvki, enlazada directamente con el aria de Lensky, perfecto detalle de equilibrio orquestal que reluce por sentido apasionado de un quehacer sobresaliente en los dominios de unas orquestaciones deslumbrante, siempre atentas a las obras líricas a las que secundan. Wagner, y en una nueva oportunidad para orquesta a solo, el Liebestod, procedente de Tristan und Isolde, y como complemento en las antípodas, el Intermezzo, de Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni, pincelada colorista con resabios folklorizantes.
Ramón García Balado
Amigos de la Ópera de A Coruña
Roberto Alagna.
Orquesta Sinfónica de Galicia / José Miguel Pérez Sierra
Obras de J. F. Halévy, G.Bizet, U.Giordano, J.Massenet, P.I. Tchaikovski, R.Wagner, R.Leoncavallo, P.Mascagni y David Alagna.
Teatro Colón. A Coruña
Foto: El tenor junto a José Miguel Pérez Sierra y el director artístico de Amigos de la Ópera de A Coruña, Aquiles Machado.