Aida en la primera opción operística en la programación de Amigos de la Ópera de A Coruña, en el Palacio de la Ópera, en una coproducción de Amigos Canarios de la Ópera, con dirección artística de J. Miguel Pérez Sierra al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia, la colaboración del Coro Gaos con su orquesta, en escena y el ballet Druida, en un meritorio oficio propuesto por su coreógrafa Mercedes Suárez.
Una puesta escénica de Daniele Piscopo, con diseño de Italo Grassi, en una recreación en los cánones de las dinastías faraóricas, con modismos reconocibles en los planteamientos fílmicos de un Cecile B.Demille, ágil en cuanto a la alternancia de cuadros y escenas. Destacaron en los roles primordiales la soprano Marigona Querkezi (Aida); la mezzo Nino Surguladze (Amneris); los tenores Jorge Puerta (Radamés) y Carlos Almaguer (Amonasro); el barítono Simón Orfila (Ramfis); el bajo Giacomo Prestia (Faraón) y los comprimarios, la soprano Lucía Iglesias (una sacerdotisa) y el tenor Francesco Pardo (un mensajero)
Un Verdi en los estilismos de la Grand Opéra francesa a lo Meyerbeer, pero que se aprecia en sí misma sin que falte una densa orquestación y los preceptivos números de ballet, abundando el uso de breves motivos temáticos que ayudan a perfilar la identidad de los personajes, gracias a la limitación abusiva de las caballette. Un espectáculo destinado a la Ópera de El Cairo a finales de 1871, antes de que confirme su trascendencia en el Teatro alla Scala milanés o la prevista en Parma, especialmente complicada. Ricordi, sabrá estimularle para que prepare una obertura diferente para Milán, y anécdotas a mayores, recordarán el intento de Toscanini de recuperar aquella versión milanesa. Verdi, había previsto también un ballet que titularía La figlia dil Faraoni, que no llegó a prosperar y en la presentación de El Cairo, quiso oponerse a la imposición de una presentación con invitación: ¡Qué placer para un artista, estudiar tanto tiempo, trabajar tan intensamente y luego que le aplaudan educadamente, como en una Academia!
Milán será acopio de dudas por la compañía asignada en donde, con todo, ejercerá un control medido en compañía con su compañero Faccio, logrando un éxito absoluto en febrero de 1872, ratificado por las abundantes salidas ante el público y la entrega del cetro de oro y marfil. Una trayectoria que ampliará recibimientos desde Parma a Nápoles, aunque en Parma, se vio forzado a reorganizar el Coro del Teatro Ducale y el director-inquieto por naturaleza-, se las vio con una plantilla de músicos inmaduros, y un promotor obsesivo por rendir resultados económicos, a lo largo de 16 representaciones, en más de un mes. En mucho había colaborado la puesta escénica de Girolamo Magnani, que garantizaría la posterior gira por los Estados Unidos. Quedaba entonces Stolz y Waldmann del elenco original de El Cairo.
El San Carlo de Nápoles, fue punto de los enfrentamientos con el empresario Antonio Musella y allí se confirmarían los peores augurios: un teatro pobre, ante un público ausente, ajeno a lo que allí sucedía, que traería como consecuencia enfrentamientos con Ricordi, por la imprevisión, la tozudez de la dirección, y la actitud del Municipio. En confesión a Arrivabene, todo fue una ruina, con el problema de cantantes indispuestos, la ignorancia de planificación, el desorden y una situación crítica, entre inercia y apatía. Su fe en Aida, y la obsesión para que triunfase en Nápoles, se repartía entre proyectos para Alemania y Austria. El éxito napolitano, disipará posibles fantasmas, y en carta a Clara Maffei, confesará: Aida fue éxito inmediato y decisivo, sin que hubiera ningún si…o pero…que lo deslustrara, sin expresiones crueles como wagnerismo, el futuro y el arte de la melodía , etc…Este Verdi de controversias, encontrará la culminación de sus ambiciones en un espectáculo de perfecta confluencia a partir del libreto de Antonio Ghislanzoni, quien se había inspirado en un relato de Auguste Mariette y que en aquel primer estreno, contará con otro ilustre en la dirección, Giovanni Bottesini. Milán tendría una Sinfonia-Obertura, que desplazaría al Preludio de El Cairo, que definitivamente quedó excluida, a pesar de estar preparada, hasta que Toscanini recupere el original, en los 40, para la presentación en Nueva York, con la O.S. de la N.B.C. y C.Abbado se permita labores parecidas para el Teatro alla Scala, en el otoño de 1977, que llevará a registro fonográfico.
Aida, plagada de deslumbrantes arias, dúos, páginas concertantes realzadas por el coro, pasajes instrumentales o detalles de danza, es ópera que condensa las ambiciones del autor, impregnado hasta los aspectos más genuinos de la Grand Opéra, vigente en aquellos tiempos. Cuatro actos con sus estudiados cuadros efectistas, para mayor relumbrón en cuanto a los recursos de cada intérprete. Radamés- Jorge Puerta, con el recitativo y aria, voz robusta de técnica para un verdiano de estilo en su idónea composición del personaje: Se quel guerrier…Celeste Aida. O Patria mia, del tercer acto, en un añorado lamento y los dúos con Aida- Marigona Qerkezi, soberbia por su proyección con un metal sobrecogedor, Rivedrai le foreste; Pur ti riveggio el final en desesperada entrega con Aida, Morir! Si pura e bella; O terra addio…. Aida, en su arrebato encadenado de recitativo y aria Ritorna Vincitor! Dunque scordar poss´io o los correspondientes del tercer acto Qui Ramadés verrà…O Patria mia. Ranfis-Simón Orfila por sus dominios entre bajo y barítono, tuvo su grado de poderío en extensión en la escena Possente, possente Pthà, quien por recursos, tuvo un oponente de cara en la voz de Giacomo Prestia-El Rey de Egipto-, efectivamente un basso profondo, para un rol de prestancia de grandilocuencia ostentosa, razones para Amneris-Nino Surguladze- para dar entidad a ese cuadro de solista de pura épica arrebatadora, en el acto siguiente y en el Palacio Real, con el arioso L´aborrita rivale o la maldición Spirito del nume, precedido por el recitativo Ohimé! Su dúo con Radamés Forse l´arcano amore y el terceto de con Aida y Radamés: Trema, o rea schiava, en un allegro agitato.
La apabullante Marcha triunfal o los números corales: Su! del Nilo, en aclamación a Ptah; Gloria all´ Eggito o Chi mai fra…, para definitivo enlace de pasajes entrelazados. La escena de poderosa presencia Possente Fthà, danza de las sacerdotisas y la consecuente Nume, custode e vindice, a reivindicar entre Ramfis, Radamés y el coro. Para un perfecto acabado, una nutrida plantilla orquestal, entre metales, maderas, recursos percusivos y efectistas trompetas, rememorando sonidos vagamente ancestrales, precursores de los modernos recursos propuestos por etnomusicologías emergentes. Todo se andaría en breve espacio de años. El Coro Gaos quedó emplazado en forma de testimonial equilibrio y esta Aida, de la que Pérez Sierra, con una dirección de conocida solvencia, recibió el respeto de los aficionados en las dos funciones.
Ramón García Balado
Amigos de la Ópera, A Coruña.
Producción Amigos Canarios de la Ópera
Aida, de Verdi.
Marigona Querkezi, Nino Surguladze, Jorge Puerta, Carlos Almaguer, Simón Orfila, Giacomo Prestia, Francisco Pardo y Lucía Iglesias.
Orquesta Sinfónica de Galicia / José Miguel Pérez Sierra
Orquesta y Coro Gaos, de Fernando Briones / Ballet Druida, de Mercedes Suárez
Foto © Alfonso Rego