Este pasado domingo, día 23 de enero, tuvimos la oportunidad de presenciar, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, el segundo concierto perteneciente al ciclo Descubramos los nombres, alternativo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, que comprende un acercamiento temático a la producción de determinados compositores de particular relevancia, así como a ofrecer la oportunidad de colaborar con la agrupación a diferentes solistas o directores emergentes y preeminentes dentro del panorama nacional.
En esta ocasión, los intérpretes invitados fueron la pianista Noelia Rodiles y el director Lucas Macías, ambos debutantes en sus respectivas posiciones con la formación nacional, quienes ofrecieron la presentación del quinto concierto para piano y orquesta de Ludwig van Beethoven y de la primera sinfonía de Dmitri Shostakóvich. Estos autores representan el concepto de superación y de lucha contra la adversidad en sus vidas, la misma búsqueda de constancia que los artistas requieren en sus caminos, y que se puede compendiar en el lema “a las estrellas desde la adversidad”, principio occidental y unificador del evento.
Como observación, resulta necesario mencionar que la aproximación de estos conciertos, inmersa en la función divulgativa y pedagógica que comportan, se encuentra configurada por diferentes características que no se presuponen habitualmente en los de la temporada sinfónica de la Orquesta y Coro Nacionales de España, como la vestimenta, únicamente negra respecto al tradicional traje o frac en el género masculino, la iluminación de la sala, cambiante en función del contenido de los episodios musicales, o la presentación a modo de introducción de las diferentes obras del repertorio, tanto con ejemplos musicales de la orquesta como con proyecciones de imágenes, que acompañan el contenido explicativo y que complementan la audición, incrementado la experiencia sensorial de este fenómeno artístico.
Consideraciones al margen acerca de la adecuación de todos estos recursos, se concibe de relevancia poner de manifiesto la buena iniciativa que establece esta puesta en escena, con particulares diferencias respecto a la estandarización del protocolo habitual de los conciertos y con una pretensión inestimable de acercar el repertorio a un público diverso que, de la misma manera, agradece con buena acogida la orientación previa a la escucha para profundizar auténticamente en el contenido de las páginas. Esperemos que este tipo de incentivos posibiliten una apertura hacia la inmersión en el conocimiento de la música clásica por una parte del público general, eliminando la concepción tradicional asociada a un frecuente distanciamiento y circunscrita por diversos convencionalismos.
En relación al programa, la primera parte fue iniciada por el quinto concierto para piano de Beethoven a través de la propuesta de Noelia Rodiles, una de las pianistas, intérpretes y artistas preeminentes en el ámbito nacional, como parte de una prometedora generación de músicos que, progresivamente, comienza a adquirir también protagonismo e incluso relevancia en el ámbito internacional, en parte propiciada con motivo de sus grabaciones. La visión interpretativa de esta maravillosa artista comprende una concepción completa del espectro sonoro a la manera de un entorno compartido, en el que, con independencia del protagonismo del instrumento solista, el panorama sinfónico se conforma como el de una extensa formación de cámara en continua interacción, cercanía y comunicación.
La afectividad, la emotividad y la sensibilidad de esta formidable solista fue compartida en unas páginas de intenso componente temperamental y sentimental, en la dicotomía interna entre lo divino y lo humano que generalmente se muestra en la producción del compositor germano, con una destacable demanda técnica e idiomática perfectamente integrada en un planteamiento de parámetros contrastantes en los dos primeros movimientos, entre los que, mediante una sublime adecuación tanto de los planos dinámicos como del control de los tiempos, prevaleció una intensa energía solemne y exuberante en contraposición a un carácter introspectivo, de profundo lirismo, propio de la sensibilidad del amor romántico, y de una permanente luminosidad tímbrica en la elaboración de cada uno de los sonidos.
El tercer movimiento, por su parte, representó la culminación apoteósica y heroica, con una alternancia de brillantes articulaciones y un énfasis rítmico que encaminó el recorrido hacia una exultante culminación. Como complemento, el segundo movimiento del quinto concierto para teclado de Johann Sebastian Bach, a modo de propina, confirió un contraste auténtico desde una música excelsa, de clara introspección y revelación trascendente, que fue ofrecida con un exquisito sentido tanto del estilo como del gusto, lo que propició una cálida acogida por parte de los asistentes.
En la segunda parte, la primera sinfonía de Shostakóvich, partitura temprana, concebida y terminada durante la culminación de su etapa formativa en el conservatorio, nos ofreció una visión anticipadora del mundo interior del compositor soviético, con el extenso marco de emociones y de sentimientos que configurarían posteriormente una buena parte de su vida, dentro de un lenguaje personal en el que tienen cabida lo nostálgico, lo desesperante y lo trágico pero también lo irónico, lo satírico, lo elevado y lo esperanzador.
El conjunto, correctamente dirigido por Lucas Macías, con un gesto elegante, preciso y definido, supo distribuir unos buenos planos sonoros y dinámicos, con fragmentos de especial exigencia en las cuerdas, que obtuvieron un resultado francamente considerable, una fundamental cohesión desde los instrumentos graves tanto de la cuerda como del viento y una serie de contrastes, correctamente definidos, en unas páginas que nos ofrecen una visión concreta de los estados de ánimo del ser humano y las pasiones inherentes a la contemporaneidad de un siglo XX que propició cambios tanto en las mentalidades como en la comprensión del sentido de la existencia.
Como conclusión, resulta preciso hacer una especial mención a determinadas intervenciones de ciertos instrumentistas solistas de viento, especialmente la reseñable elegancia transparente de la flauta, la amplia proyección del oboe y la sutil delicadeza del clarinete, así como del concertino colaborador con la agrupación en esta ocasión, Pablo Martín, componente de la misma, que también se estrenó asumiendo esta responsabilidad individual. En este compromiso, destacó una sobresaliente capacidad de liderazgo que, de forma paralela, estuvo complementada por unas intervenciones solistas realmente precisas, brillantes, con una exquisita afinación y con un sonido en consonancia directa con la estética y el carácter neoclásico de esta creación sinfónica.
Abelardo Martín Ruiz
Descubramos los nombres 02 (23 de enero de 2022) / Auditorio Nacional de Música
Ludwig van Beethoven (1770-1827): Concierto para piano y orquesta número 5 en mi bemol mayor, opus 73, “Emperador”
Dmitri Shostakóvich (1906-1975): Sinfonía número 1 en fa menor, opus 10
Noelia Rodiles, piano
Orquesta y Coro Nacionales de España / Lucas Macías, director