No se escucha igual a Strauss (Richard y Johan) o a Ligeti después de haber visto 2001: A Space Odyssey. Kubrick, un tipo que dominaba la fusión de música e imagen como nadie, protagoniza una exposición soberbia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Los trajes de Espartaco descansan en la primera planta. Sobre los maniquíes descabezados, en la segunda, se celebró ayer una fiesta del cine y la música. En este caso, Kubrick cedió el paso a tres figuras sin cuyas invenciones lo habría tenido bastante más complicado: Starevich, Weber y McCarey. Tres cortometrajes mudos totalmente diferentes en técnicas y géneros, pero unidos por la experimentación discursiva.
El stop-motion de Starevich, la pantalla partida de Weber o la sincronización rítmica de McCarey son sólo algunos hallazgos a los que llegaron en las fechas más tempranas del séptimo arte. Elementos que hoy nos parecen usuales, pero que necesitaron del valor de gente así cuando el cine todavía daba sus primeros pasos (a cámara rápida, claro). Lo magistral de la imagen, en estos casos, se encuentra huérfano de sonido. Por suerte, se ha recurrido al norteamericano Stephen Prutsman para componer las tres bandas sonoras.
Prutsman no es Strauss (ni Richard ni Johann) ni Ligeti. Prutsman es un artesano. La música creada para estos cortos resulta totalmente eficaz. Que nadie busque unas obras de personalidad arrolladora. Prutsman ha elegido adaptarse completamente a las piezas visuales. Tal vez otro compositor habría optado por mantener su silueta bien presente. ¿Cuál es la mejor opción? Desde un punto de vista esencialmente artístico, teniendo en cuenta la expresividad del ombligo, la segunda. Desde una perspectiva pragmática, la primera. Las cosas como son: la solución Prutsman funcionó a la perfección.
La música acompañó la imagen sin proyectar más inquietudes, intensificando las que nacían en la pantalla. ¿Falta de talento creativo? ¿De ego? No conozco personalmente al compositor. Desde luego, no le falta conocimiento técnico. Domina la retórica de cualquier estilo musical, cosa bastante común en los compositores americanos de cine. Así son en EE.UU: prácticos.
La trama de infidelidades entre insectos de Starevich nació en una Rusia a medio camino entre zarismo y vanguardias; Prutsman recurrió a un lenguaje que parece beber de un Shostakovich cachondo, arrastrando la tonalidad hasta el límite, rasgando el pentagrama con humor, y no dudó en citar y malear La vie en rose. Para la tensión gradual del Suspense de Weber, se empleó un discurso más atonal (aunque, a estas alturas, los encadenamientos cromáticos están más que asimilados), repleto de técnicas extendidas, que fue aumentando en tensión hasta el clímax; un clímax curioso, ya que no se encuentra al final del tercer cuarto (como es -cansina- costumbre en la cultura occidental), sino prácticamente al comenzar el último cuarto (incluso en esto fue una inconformista Weber).
La comicidad de McCarey (porque sí, Leo era un maestro del humor pese a su olor político, tan rancio) bailó al ritmo de los locos años 20, con charlestón y demás; eso sí: Prutsman creó una música ligera en cuanto a tono, pero sólida de construcción. Ninguna de las tres bandas sonoras resistirían una pura audición. Sólo pueden existir unidas a sus películas. Y, si se interpretan junto a ellas en directo, mejor. Y, si los intérpretes son los que subieron al escenario este domingo, perfecto.
Los Arbós y sus amigos se sincronizaron con la pantalla, por supuesto, pero además afrontaron las dificultades técnicas sin dar la menor apariencia de complicación (y había unas cuantas complicaciones). Por si fuera poco, se divirtieron, silbaron y jalearon (no porque sean unos hooligans, sino porque así lo exigía el contexto). Quiero creer que, una planta más abajo, Kubrick pegó la oreja al techo y bailó con Kirk Douglas.
Juan Gómez Espinosa
«Trío Arbós & Friends»
Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes. Temporada 2021/2022.
Obras de Stephen Prutsman sobre los cortometrajes The Cameraman's Revenge (Ladislas Starevich), Suspense (Lois Weber y Phillips Smalley) y Mightly like a Moose (Leo McCarey).
Trío Arbós (Ferdinando Trematore, violín; José Miguel Gómez, violonchelo; Juan Carlos Garvayo, piano), Pablo Quintanilla (violín), Paul Cortese (viola).
27 de marzo de 2022. Teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes de Madrid.