Todos cantan, todos tocan, todos beben… Por semejantes trazas parecería que hablamos de un grupo de sevillanas; sin embargo, se trata de un proyecto dedicado a la música medieval, con multitud de discos, y que ha conseguido sobrevivir a lo largo de tanto tiempo. Y para los que han/hemos podido seguir su pista durante estos 25 años no será nada nuevo saber que se trata de una idea que surge de Álvaro Garrido, José Manuel Vaquero e Ignacio Gil, quienes un cuarto de siglo después siguen al frente del grupo, con la anexión de “nuevas” incorporaciones -dudaban si desde hace 10 o 15 años- con las voces de Alberto Barea y César Carazo y el laúd de Aníbal Soriano. Pero es que aparte del tiempo que llevan los “nuevos” con ellos, hay que añadir las veces que hemos oído a Carazo en las numerosas cantigas grabadas por Eduardo Paniagua.
Había en esta celebración, como no podía ser de otra manera, una recurrencia a las guías que han orientado su camino: las cantigas de Santa María, la música de los goliardos y la relación con el vino.
Ni nos imaginamos cómo pueden ser sus conciertos en Japón, Bruselas o, próximamente, en Australia; pero en su feudo sevillano existe una complicidad con su público como pueda haberlo con un gran artista de la música popular: más, si cabe, porque es de conocerse por su nombre después de tanto tiempo. Otro elemento diferenciador es su sentido del humor, que les permite anticipar el contenido de una cantiga de milagro de Santa María de una forma desenfada y amena, y luego cantarla con la seriedad y forma que se espera. Y a la vez, todos cantando y alternando multitud de instrumentos. Alberto Barea es la voz principal, con ese canto natural, apenas impostado, buscando la expresividad sin más exageración que la que exija el texto, y a la vez acompañar con su cromorno; pero es que si volvemos a Carazo, no sólo exhibe un registro con un planteamiento similar, sino que de igual manera serena y equilibrada tañe su fídula.
Sin duda, el grupo no sería el mismo sin José Manuel Vaquero y sus “explicaciones” de cuanto cantan, además de hacerse cargo de la zanfoña, el organetto y la voz tanto solista -y aquí sintonizando con la naturaleza verdaderamente juglaresca de algunos cantos- como de la participación coral. Por último, el virtuosismo de Gil con la flauta o la chirimía, tanto como el muy discreto, pero fundamental Soriano, base de algunas piezas donde la voz se llegó a apoyar exclusivamente en su laúd. Álvaro Garrido no se queda atrás con la percusión, que a veces recoge lo que podían ser perfectamente ritmos juglarescos y en otras ocasiones simplemente marca selectivamente algunos tiempos, de manera que más que un ritmo explícito genera un ambiente de gran espacialidad, con atmósferas de gran recogimiento. Y aunque nos convocaban para una próxima reunión dentro de 5 años, aprovechaban para acortar distancias pensando en su tradicional concierto de Navidad sobre el rico acerbo musical de la Edad Media. Y que cumplan muchos más.
Carlos Tarín
“In vino veritas”. Artefactum (Barea, Carazo, Soriano, Vaquero, Gil y Garrido).
Obras del manuscrito de Londres, del Códice de Las Huelgas, Carmina Burana, Gillaume Dufay, Cantigas de Santa María.
Teatro Turina, Sevilla.