Dos ingredientes de cierto tirón popular se dispusieron en el programa de concierto que dirigiera al frente de la Orquesta Nacional de España, el alemán André De Ridder. De un lado, el incentivo que siempre suponen sus dos solistas, las hermanas Katia y Marielle Labecque y, de otro, la puesta en atriles, que no en escena -y ésta no es una cuestión menor, mal que les pese a directores y programadores-, de un ballet completo: Petrushka -en la versión de 1947- de Igor Stravinsky.
Asimismo, como si algo se tratara de equilibrar con ello, la popular y bella obertura, de inicio, para entrar en calor, también se ajustaba a aquel plan seductor: Las Hébridas o La gruta del Fingal de Mendelssohn.
A priori, pues, un plan de relativo atractivo para el gran público. Sin embargo, la auténtica apuesta del concierto, y éste es el único dato ya que me resta dar, era la obra a interpretar en “estreno en España”, encargo al alimón de -respiren hondo- la Orquesta y Coro Nacionales de España, London Philharmonic Orchestra, Borusan Culture Arts Centre, Dresden Philharmonie y Orchestre de Paris… ¡Ahí es nada! Todo un consorcio que auguraba una composición cimentada en sólidas bases. Y así fue. Una obra dinámica, plena de texturas con breves motivos más calmados que remitían al repertorio. Una obra, pues, destinada también a agradar a los grandes públicos. Sin embargo, y esto quizás fuera de esperar, sí que se notó la inferior afluencia de público en este sábado de temporada al que asistimos. Especialmente en platea. Es lo que tiene el riesgo…
El programa mostró la destreza de este director, que concretó, primero, una ajustada y transparente versión de la obertura de Mendelssohn, con notable protagonismo del viento madera en muchas de sus secciones, para pasar de inmediato al… estreno citado. Un Concierto para dos pianos de Bryce Dessner que gustó a la postre, por dinamismo y agilidad así como por ese equilibrio estético que a menudo se tilda, de forma evasiva, como… eclecticismo. Al margen, la obra tiene mimbres para cuajar en el repertorio. Las hermanas Labecque, tomando ya uno solo de los dos pianos, a cuatro manos, respondieron a los aplausos de un público gratamente sorprendido, con el hechizo final de la suite de cinco piezas infantiles -Mi madre la oca- de Maurice Ravel: El jardín encantado.
Para terminar, el ballet Petrushka de Stravinsky, como ya dije, en versión de concierto. Qué decir al respecto que no haya dicho antes con obras similares en este y otros ciclos, en las que se suprime algún ingrediente esencial, al margen, como es el caso además, de alguna autorizada Suite de concierto preexistente.
Por lo demás, una notable puesta en atriles dados sus protagonistas y la resuelta y puntual dirección, que tuvo todo el mimo, reflejos y entrega que esta partitura, como las que ocuparon el resto del concierto antes, precisaban.
Luis Mazorra Incera
Katia y Marielle Labecque. Orquesta Nacional de España / André De Ridder.
Obras de Dessner, Mendelssohn, Ravel y Stravinsky.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: Katia y Marielle Labecque.