Bajo la dirección de Baldur Brönnimann escuchamos un concierto del ciclo Series 20/21 del Centro Nacional de Difusión Musical que tenía como virtual protagonista en el estrado a la Sinfonietta de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. Una Sinfonietta cuyos integrantes vienen puntualmente citados en el faldón de esta crítica y que demostraron en todo este exigente programa, sobrada capacidad, entrega y versatilidad bajo la dinámica y atenta dirección citada.
El colombiano asentado en París, Luis Fernando Rizo Salom fue la primera etapa de un programa que tenía otra escala posterior allende el Atlántico, con la uruguaya Graciela Paraskevaídis, entre otras paradas más habituales en este contexto.
De Rizo Salom escuchamos Cuatro pantomimas para seis. Un vergel de sonoridades y gestos musicales vertidos con agilidad, limpieza y sentido. Brillantes atril por atril y en conjunto, con inteligente empleo de las mutaciones de instrumento, para nada desaprovechadas, caprichosas o forzadas como en otras muchas partituras contemporáneas, y que ampliaron, sobremanera, las posibilidades del sexteto. ¡Chapeau...! para estos interpretes pero también para un joven compositor trágicamente fallecido, precisamente en el año de composición de esta pieza, y aún por promocionar aquí.
Con una plantilla ya propia de toda una orquesta de cámara que es esta Sinfonietta, con mayores rangos dinámico y, lógicamente, tímbrico, pero con un arranque, igualmente, deambulando por los límites más agudos de las respectivas tesituras para recaer pronto en una estética más emparentada con la tradición armónica y espectral francesa: At First Light del británico George Benjamin.
Una obra de no disimulada ambición sinfónica, más allá del divertido juego de sugerencias, por cierto, un tanto irónicas para el sacrificado músico de atril, del citado título en su idioma original (que no he querido traducir por ello), realizada con verdadero detalle, luminosidad y la natural extroversión propia de este elenco.
De nuevo, siempre sin prescindir del citado director, se redujo la plantilla al quinteto (con parejas mutaciones a la obra inicial: flauta, clarinete, violín, violonchelo y piano) para acometer Libres en el sonido, presos en el sonido, de Graciela Paraskevaídis. Página que mostró su deuda con el maquinismo musical de la primera mitad de siglo XX. Frescura, convicción, dinamismo obstinado, contraste y concepto, en oportuna amalgama. Cruda dialéctica tensión-distensión: ¿libres o presos...?
Para concluir, ya al margen de aquella dialéctica y al otro extremo temporal, pero sin salirnos del siglo, un clásico: la Primera sinfonía de cámara de Arnold Schoenberg.
Una versión asentada y valiente. Dos adjetivos que raramente suelen ir juntos sobre las tablas. Una vuelta a las secuelas progresivas de la tradición formal sinfónica centro-europea y vienesa en particular, inapelable colofón de un programa de concierto, a la postre, vistoso y sólido en su planteamiento, que tocó buen número de los palos estéticos que promueven estas Series 20/21, en cierto modo herederas de aquel extinto CDMC, en un rango temporal ciertamente amplio, de más de cien años.
Luis Mazorra Incera
Sinfonietta de la Escuela Superior de Música Reina Sofía: Victoria Warzyca, Jacobo Christensen, Diana Poghosyan y Zabdiel Hernández, violines; Noemí Fúnez y Keigo Suzuki, violas; Eva Arderius y Zuzanna Sosnowska, violonchelos; Jorge Toledo y David Tinoco, contrabajos; Ekaterina Kornishina y Alberto Navarra, flautas; Pablo Balaguer, oboe; Elena Benedicto, corno inglés; José Serrano, Ángel Martín y Pablo Tirado, clarinetes; María Bernal y Miguel Carrillo, fagotes y contrafagot; Rui Godinho, Marta Lorente, Clara Marimon, Marta Montes y Rodrigo Costa, trompas; Juan Felipe Lince, trompeta; Jhony Giraldo, trombón; Daniela Rodó y Nicolás Margarito, piano; Jorge Mora, percusión / Baldur Brönnimann, director.
Obras de Benjamin, Paraskevaídis, Rizo Salom y Schoenberg.
CNDM. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid.
Foto: Sinfonietta ESMRS & Bronnimann / © Rafa Martín