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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / 1685, el año de los gigantes - por Abelardo Martín Ruiz

Madrid - 15/10/2021

El pasado día 6 de octubre, como parte del ciclo Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical, tuvimos la ocasión de presenciar en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música un concierto de la Orquesta Barroca de la Universidad de Salamanca, dirigida de forma paralela tanto por su primer violín habitual, Pedro Gandía, como por el oboísta Alfredo Bernardini. Este músico, auténtica referencia a nivel internacional en su especialidad instrumental, así como uno de los principales de entre todos los dedicados a la interpretación de la música antigua siguiendo criterios historicistas, compartió con los asistentes un compendio centrado en las creaciones de tres compositores paradigmáticos del período barroco tardío, Scarlatti, Händel y Bach, con una vinculación común como es la de su año de nacimiento, 1685, lo que los ubica en un ámbito prácticamente similar en sus respectivas regiones.

La propuesta de Bernardini combinó dos partes de un programa configurado principalmente por diferentes conciertos para oboe junto con una trío sonata adaptada para la circunstancia, destinando la primera a Händel y la segunda a Bach, que se presentaron en ambos casos con obras de Scarlatti. El mismo intérprete abordó, desde el epicentro del conjunto, simultáneamente, la dirección de un combinado completamente entregado a su compromiso artístico.

En la primera parte, con posterioridad a la primera obra de Scarlatti, una enérgica sinfonía a modo de introducción, que cautivó la atención de los presentes a través de una búsqueda compacta y adecuadamente equilibrada, en la que el oboe se integró completamente como parte del discurso sonoro, Bernardini comunicó con unas palabras, en un más que correcto castellano, tanto la ordenación como la distribución de las composiciones de un repertorio que comprendió un auténtico recorrido pasional, emotivo y sentimental.

En los conciertos de Händel destacó un intenso trabajo en torno a una perspectiva que combinó el lenguaje característico del músico, con un estilo italiano auténticamente cantado y un estilo francés íntimamente danzado, elaborada a partir de un sonido profundo y consistente, construido a partir tanto del bajo continuo como de los instrumentos graves, que en ningún momento detuvo la continua dirección de un discurso elegante y refinado, en el que destacaron las intervenciones de unos violines solistas precisos en sus comentarios.

Como integrante del conjunto, Bernardini aportó una concepción clara, limpia, nítida, perfectamente articulada y con un maravilloso gusto tanto en su retórica como en su propuesta de ornamentación, destacando además la espléndida ejecución de unos pasajes idiomáticos particularmente demandantes desde el punto de vista técnico y haciendo muestra de una calidad que le ha hecho merecedor de ser considerado como uno de los más admirables representantes del oboe histórico en el panorama actual. En relación a la versión, resulta significativo reseñar igualmente el cuidado respecto a la configuración y la disposición de las tonalidades, cada una relacionada con una afectividad diferente, en una atmósfera de sucesivos claroscuros.

En la segunda parte, una nueva sinfonía introductoria de Scarlatti, en la línea enérgica de la primera, destinada en principio a anunciar el comienzo de una representación de ópera, emprendió un repertorio con dos de las composiciones más representativas de Bach para el oboe, procedentes de reconstrucciones, dedicadas al oboe de amor y al oboe y al violín respectivamente.

El concierto para oboe de amor fue interpretado de manera formidable, con una elevada exigencia técnica para el solista, como consecuencia de las características particulares de este instrumento, con el que Bernardini proporcionó un resultado cálido y redondo en un discurso asentado, con una tranquila dirección y una adecuada adaptación a la acústica de la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música. Esta partitura fue enlazada con la siguiente por la sinfonía de una cantata del mismo compositor germano, Die Elenden sollen essen, en la que, a partir del entramado de la propia orquesta, emergió el oboe con la melodía procedente del coral que, en este caso, pese a que posiblemente pudo contribuir a que Bernardini recuperase las sensaciones de este instrumento respecto a las del oboe de amor, no dispuso posiblemente de su mejor sonoridad, con un enfoque mucho más estridente y directo del que había transmitido anteriormente, previsiblemente en la búsqueda de un colorido parecido al de una trompeta pero con un resultado que no se halló íntegramente a la altura de la calidad que había prevalecido hasta ese momento.

Por el contrario, el concierto para oboe y violín, con el que culminó el recorrido, permitió compartir el protagonismo solista con el concertino de la agrupación, Pedro Gandía, quien planteó una visión adecuada al timbre del oboe, no sin antes tener en consideración que también se percibió una cierta ausencia de compensación en determinados momentos del violín, con menor proyección respecto a su compañero, previsiblemente condicionada por el registro eminentemente grave que destina Bach al mismo. Los pasajes idiomáticos se encontraron perfectamente resueltos por ambos intérpretes en todas aquellas secciones especialmente demandantes, destacando la preponderancia de un Bernardini apoteósico, que aguantó las exigencias de un repertorio marcadamente intenso, debido a su escritura densa, y con el que demostró que, pese al transcurso del tiempo, sigue erigiéndose como una de las figuras más ilustres en la interpretación con criterios históricos. Como propina, se repitió uno de los movimientos de una de las sinfonías de Scarlatti y la sinfonía de la cantata de Bach, en esta ocasión con un resultado mucho más cuidado y equilibrado que el ofrecido como parte del propio concierto.

Abelardo Martín Ruiz

 

UNIVERSO BARROCO, CENTRO NACIONAL DE DIFUSIÓN MUSICAL

Auditorio Nacional de Música, Sala de Cámara

Obras de Domenico Scarlatti, Georg Friedrich Händel, Johann Sebastian Bach 

Orquesta Barroca de la Universidad de Salamanca

Alfredo Bernardini, oboe solista y dirección

Pedro Gandía, concertino y violín solista

Foto © Elvira Megías / CNDM

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