Era una de las veladas del 70º Festival Internacional de Santander que más expectación había despertado. Anne Sophie Mutter regresaba a Santander después de demasiados años y la sensación que ha dejado a su paso es la de un embelesado asombro que bien podría traducirse en palabras con un castizo “de Mutter nos gustan hasta los andares”.
Acudió acompañada del pianista Lambert Orkis, sempiterno colaborador en sus numerosas incursiones en la música de cámara y con quien, a lo largo de los años, ha establecido una compenetración total ya perceptible desde los primeros compases de la Sonata en mi menor K 304 de Mozart que abría el programa. El leve patetismo de su allegro inicial nos permitió constatar no sólo que el genio salzburgués resolvía la difícil combinación sonora de piano y violín sin mayores problemas, sino también -y es lo que más interesa reseñar aquí- que Mutter obtiene de su stravidarius un timbre de brillo y cuerpo envidiables con idéntica facilidad.
Los dos rasgos se evidenciaron de forma aún más acusada en la Sonata nº 5 en fa mayor, op. 24 de Beethoven que siguió. Ese milagro de la primavera concebido por el músico de Bonn fue recreado de forma tal por Mutter que resultó inevitable no advertir, además de su indudable aroma mozartiano, una rebosante alegría de vivir. Por encima de la permanente concentración de la violinista y el discreto segundo plano en que permanecía el piano de Orkis, llamaron mi atención la engañosa facilidad en el manejo del arco de Mutter, su afinación perfecta y la riqueza de sus armónicos.
Con todo, la guinda del pastel fue, a mi ver, la interpretación que una y otro ofrecieron de esa obra capital que es la Sonata en la mayor de Franck que cerraba el programa y de la que ambos ya dejaron una grabación en disco muy recomendable ¡hace casi treinta años! El magisterio interpretativo de Mutter y Orkis alcanzó su cima en cada una de las exposiciones de su breve idea principal. Fue entonces, con un Orkis más presente, cuando la voluntad de los espectadores quedó definitivamente aniquilada, no ya por el fraseo grácil y diáfano de Mutter ni por su elegante presencia escénica, -que también- sino por la arrebatadora belleza de unas melodías que, como escribió Proust, “se elevaban durante algunos instantes por encima de las ondas sonoras”.
Al final, el éxtasis y las propinas. Más hechizado que seducido, el público recibió el regalo de una inesperada Nice to be around (gracias, Sra Mutter) del ubicuo John Williams y una más previsible Danza húngara nº 1 de Brahms, respondida por un bravo coral perfectamente unísono.
Darío Fernández Ruiz
Anne-Sophie Mutter (violín) y Lambert Orkis (piano)
70º Festival Internacional de Santander
Foto © Festival de Santander - Pedro Puente Hoyos