La Orquesta Sinfónica de Bilbao nos ha acompañado con su música durante cien años y era lógico que celebráramos su centenario de forma magnífica. Toda la temporada está siendo soberbia: con especial atención a las músicas (directoras, voces, intérprete), incluyendo el estreno de algunas compositoras.
El concierto de celebración no podía ser menos y estuvo compuesto por Kaddisch de Maurice Ravel y la Sinfonía nº 2 de Mahler, sin descanso, ni aplausos, como le gustaba al compositor.
El músico vasco dirigió a la BOS en 1928 y ha sido uno de los compositores que se ha repetido en los conciertos. La pieza que escuchamos, Kaddisch, se interpreta para honrar a un familiar muerto. No es, sin embargo, una obra excesivamente fúnebre aunque su intensidad va poco a poco en aumento. La soprano, acompañada exclusivamente por la cuerda, la interpretó con una gran exquisitez.
Inmediatamente, el director arrancó con el primer movimiento de la Segunda Sinfonía. En esta ocasión el maestro fue Leonard Slatkin, americano aunque de familia ucraniana (a cuyo pueblo se dedicó un minuto de silencio con todo el Palacio Euskalduna en pie). Como curiosidad, condujo a los músicos con la batuta con la que Gustav Mahler dirigió por primera vez esta misma sinfonía. Gobernó la orquesta, cuya temporada está siendo excelente, quizás por su nuevo director, con mucha autoridad y energía cuando Mahler así lo sugería y con delicadeza en la obra de Ravel y en el comienzo del canto de la Sociedad Coral de Bilbao.
El primer movimiento es una marcha fúnebre con una gran interpretación de los violonchelos y contrabajos que contrasta profundamente con el segundo que transmite una gran serenidad. El tercer movimiento, con forma de lied, incluye un vals. En el cuarto, vuelve la voz humana, en este caso la de la mezzosoprano francesa Isabelle Druet, con gran destreza. El quinto movimiento, el más largo, es un compendio de los elementos que ya habíamos escuchado en los anteriores y en el que el coro trata de convencer al héroe de que puede resucitar. Con un pianísimo inicial que el director llevó casi hasta el susurro y el himno final con campanas y órgano incluido.
A destacar que Gustav Mahler incluyera la voz humana en esta sinfonía: solo música en las partes más trágicas y voz en las más humanas, llenas de esperanza. El compositor, judío, se convirtió al catolicismo únicamente por razones prácticas por lo que, además de otras interpretaciones, podríamos pensar que lo que Mahler consideraba era que, en la vida, sentimos varias veces la muerte y resucitamos gracias a la música.
¡Prepárate para vivir!
Y del propio autor:
¡Moriré para vivir!
Genma Sánchez Mugarra
Palacio Euskalduna de Bilbao
Orquesta Sinfónica de Bilbao / Leonard Slatkin, director
Miren Urbieta, soprano; Isabelle Druet, mezzosoprano
Sociedad Coral de Bilbao
Música de Ravel y Mahler
Foto © Pablo Cepeda (@pablocepedaweb)