El CNDM volvió anoche a reivindicar la nunca bien ponderada figura de José de Nebra, ese genio musical que desde su más tierna juventud, ¡desde los 17 años!, ocupó las plazas musicales más prestigiosas de toda España. Pudimos disfrutar de su soberbio Miserere para dos sopranos, cuerda y continuo en una vital, expresiva y refinadísima interpretación capitaneada por Eduardo López Banzo.
A modo de sinfonía introductoria al Miserere, el formidable conjunto Al Ayre Español en su versión más camerística, y con la que López Banzo parece sentirse tan cómodo, interpretó la Sinfonia a quattro en la menor, nº 12, ‘La Passione di Gesú Signor nostro’ de Antonio Caldara. Este precioso arreglo de la Sinfonia del oratorio del propio compositor La passione di Gesu Signor nostro, reveló desde el principio las virtudes de los instrumentistas. Así, el Grave mostró el bellísimo y dulce sonido de los dos violinistas, Alexis Aguado y Kepa Artetxe, a la vez que mostró el temperamento y los grandes contrastes dinámicos de lo que son capaces. Es muy reseñable también la capacidad de destacar los temas de la fuga del siguiente movimiento, Allegretto, con un poderoso spiccato que realzaba el motivo principal en cualquier voz, a la vez que el resto de partes se mantenían en un discreto y secundario legato.
Sin permitir que el público aplaudiera esta breve obra, Eduardo López Banzo atacó la obra principal del programa, el Miserere de José de Nebra, compuesta de doce versos del salmo, casi todos impares, que permiten intercalar entre ellos en celebraciones litúrgicas el verso par correspondiente al canto llano. Normalmente cada número se compone de la misma estructura: un breve ritornello instrumental que da paso a la entrada de la/s solista/s con una pequeña cadencia para su lucimiento, que finaliza con otra breve intervención musical.
La primera introducción instrumental fue una auténtica exhibición de los dos violinistas, a los que era imposible de distinguir en sus perfectos unísonos, pero que en los pasajes de terceras tuvieron un equilibrio y una afinación simplemente perfectos. El bajo contínuo de la cuerda frotada, Guillermo Turina al violonchelo y Xisco Aguiló al contrabajo no desmerecieron de sus compañeros agudos, y dieron toda una lección de expresividad y de forma en las frases musicales. Otro de estos momentos a recordar fue el que introduce el Tibi soli peccavi, en donde los dos violines crearon una atmósfera mágica, al tocar sul tasto, logrando un sonido realmente ensoñador. Asimismo, la última y preciosa disonancia remarcada del ritornello final de Libera me, nos recordó el estilo de Pergolesi en que muchas veces se inspira la pieza.
María Espada sigue demostrando por qué es un nombre imprescindible en la interpretación histórica de nuestro país: su bellísimo, y cristalino timbre, máxime en los agudos, nos sigue enamorando allá a donde ella va. Quizá por el incómodo registro más grave que el compositor impone a la soprano 1 en números como en Cor mundum crea, a lo que hay que sumar que los dos violines doblan su melodía, tuvimos que esforzarnos para distinguir bien su línea vocal. En Sacrificium Deo Espada mostró una complicidad absoluta con todo el grupo instrumental en los diálogos de “contribulatus”, así como en el imaginativo pasaje cuasimadrígalístico que rompe el texto deliberadamente en “cor contritum et humiliatum”.
La mezzosoprano noruega Marianne Beate Kielland fue, para quien escribe estas líneas, la sorpresa de la velada. La composición obliga a la segunda soprano a poseer un registro amplísimo, ya que en muchas ocasiones es idéntico al de la soprano primera, y en otras es bastante más grave que aquélla. Esta peculiaridad no fue inconveniente para que Kielland nos mostrara un registro absolutamente igual tanto en los agudos como en los graves. Su fácil capacidad para el legato nos dejó frases preciosas, como los ‘munda me’ delicadísimos del Amplius lava me, sin perjuicio de una gran capacidad de dramatismo y potencia en los pasajes más forte, como en “et a peccato meo” de este mismo número. En Auditui meo mostró unas agilididades pulcras y espectaculares. Además sus cadencias fueron una delicia, sobre todo las más dulces y relajadas.
En cuanto a los números de dueto, las dos solistas vocales se entendieron a las mil maravillas, siempre con la misma intención en el fraseo y en la expresión. El Redde mihi fue quizá el número en donde más se lucieron con unas ágiles y realmente alegres frases en “laetitiam salutaris tui”.
Eduardo López Banzo se mostró en todo momento muy atento a todo el grupo instrumental, imprimiendo una vitalidad entusiasta en todos los pasajes rímicos y rápidos que impiden que la música caiga en la monotonía, como en Auditui meo, pero no por ello descuidando los pasajes más dulces y expresivos; buen ejemplo de ello fue Cor mundum crea, en donde las cuerdas agudas fueron una verdadera delicia. Fue remarcable asimismo el cariño y respeto con que trata a las solistas, obligando al resto de Al Ayre Español a serlo también, tanto en volumen como en fraseo, así como en complicidad musical.
El bajo continuo fue una base sólida y vigorosa durante todo el concierto. Contar con instrumentistas tan sólidos, musicales y experimentados como Guillermo Turina al violonchelo, Xisco Aguiló al contrabajo o Juan Carlos de Mulder al archilaúd, permiten que el sustento armónico y sus cambios de afectos fluyan de una forma tan natural como virtuososa. Eduardo López Banzo en el clave estuvo especialmente inspirado en los pasajes más vitales y rápidos, como en el número final, Tunc imponent, con unos arpegios vertiginosos.
Tan solo me gustaría implorar al CNDM y a cualquier programador: ¡más Nebra, por favor!
Simón Andueza
María Espada, soprano, Marianne Beate Kielland, mezzosoprano. Al Ayre Español: Alexis Aguado, violín, Kepa Artetxe, violín, Daniel Lorenzo, viola, Guillermo Turina, violonchelo, Xisco Aguiló, contrabajo, Juan Carlos de Mulder, archilaúd. Eduardo López Banzo, clave y dirección.
Obras de José de Nebra y Antonio Caldara.
Miércoles 6 de febrero de 2019, 19:30 horas.
Ciclo Universo Barroco del CNDM.
Auditorio Nacional de Música, Madrid, Sala de Cámara.
Foto: Al Ayre Español (c) Pablo Fernández Juárez