Ya saben que Berlín tiene tres casas de ópera que con regularidad nos ofrecen el repertorio habitual más una serie de títulos que con más o menos fortuna van ampliando y ofreciendo a los habituales de este mundo sorpresas. Esta temporada cierra la Komische Oper una época brillante, el decenio en que Barrie Kosky ha llevado sus riendas, aportando sus innovadoras y mayoritariamente acertadas relecturas de títulos conocidos, y otros tantos no tan conocidos, como este que nos ocupa, Eine Frau, die weiss, was sie will! de Oscar Straus (1870-1954).
Una advertencia preliminar. Para este sábado 23 de abril de 2022 estaba programada otra opereta, Ball in Savoy de Paul Abraham, que, debido al incansable coronavirus, tuvo que ser sustituida por la obra de Oscar Straus. Que esta sustitución se realice en 24 horas deja entrever el músculo organizativo que tienen estas instituciones, y la maquinaria tan engrasada del mundo de la ópera en Alemania.
Oscar Straus -con una “s” para evitar ser confundido con la famosa familia Strauss de los valses y polkas, o con Richard Strauss- consiguió un éxito formidable en los años veinte con este título y otros similares como Die lustige Nibelungen (sí, parodia a Wagner) o Die Perlen von Cleopatra, donde la influencia del mundo del cabaré, la comedia y el vaudeville son notorias (no en vano su escuela fue el famoso cabaret Überbrettl, abierto en enero de 1901, donde coincidió en la primera década del s.XX con Arnold Schönberg). Que la década de los treinta le fue complicada, por decirlo en términos suaves, se lo podrán imaginar cuando les explique que era judío.
¡Una mujer que sabe lo que quiere!, con texto de Alfred Grünwald basada en una obra teatral de Louis Verneuil, data de 1932, y, casualidades de la vida, se estrenó en este mismo edificio que es hoy la Komische Oper y en aquellos días el Teatro Metropol, y sus melodías pegadizas, marca de la casa, y su ligereza en la orquestación con guiños constantes a los ritmos de bailables de la época, hacen de la obra una escucha muy fácil. No obstante, no se dejen engañar por esta facilidad musical, que en su formación estudió tres años con Max Bruch.
La puesta en escena de Kosky está basada en el teatro de la transformación: solo dos actores-cantantes encarnan a la treintena de personajes de la opereta, con un decorado consistente en una única pared al fondo con puerta batiente de una sola hoja, y unos cambios de vestuario y caracterización, incluyendo pelucas, vertiginosos. Los dos cantantes, Dagmar Manzel y Max Hopp, dieron muestras de una versatilidad vocal prodigiosa a la hora de caracterizar a los distintos personajes, y aunque no son voces canónicas desde el punto de vista de la técnica clásica, sí que resuelven sin dificultad las partes cantadas, con afinación, musicalidad y complicidad con el público. Adam Benzwi, director habitual de este tipo de obras en la Komische Oper, se divirtió dirigiendo, y también la orquesta, contribuyendo al éxito de la función. ¡Toda una lección de teatralidad!
Jerónimo Marín
Komische Oper
Eine Frau, die weiss, was sie will!, de Oscar Straus
Adam Benzwi, director musical
Barrie Kosky, director de escena
Foto © Iko Freese / drama-berlin.de