Pues, así es, dos brillantes actos rotundos, estimulantes y bien resueltos por todo el elenco, adaptados a tiempos diversos de nuestros medios audiovisuales y poderes adjuntos, junto a un remate de fuerte carga emotiva a ritmo de fandango, castañuelas y baile, levantaron con fuerza un primer acto hierático y propio de una antología de zarzuela más o menos ingeniosa (si quieren, brillante también, pero si nos atuviéramos exclusivamente a los florilegios de esta controvertida práctica…).
Fue la (supuesta) Doña Francisquita (sic), cuya producción sobre las tablas ideada, capitaneada y escrita en sus nuevos pasajes hablados, por Lluís Pasqual, se repuso en el mismo altar del Teatro de la Zarzuela madrileño, donde se estrenara hace algunos años.
Y sí, una idea global, como poco, controvertida (y harto manida, aunque desconozco los condicionantes económicos que puedan concurrir…) que, en la práctica, mutó la inspirada zarzuela que equívocamente daba título al espectáculo, con música de Amadeo Vives y espléndido libreto original de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, por una antología cuya música (a más, a más…) se extraía exclusivamente de una sola obra, espléndida pero única, en este espectáculo intitulado: Doña Francisquita.
Respecto a los textos hablados de mi tocayo Pasqual, que tratan (¿maltratan…?) de dar hilo argumental alternativo al amasijo de números musicales que se hacen sombra unos a otros, resultaron, ya de principio, por debajo de los originales de la pareja de literatos citada, y llegaron a convertirse en forzados, predecibles e, incluso, algo cargantes con el paso del tiempo.
Si bien, también es verdad que se beneficiarion de la simultánea brillantez escénica y coreográfica que llegaron a adquirir los dos actos finales y, claro está, de la obligada comparación con otras antologías de zarzuela al uso, con las que parece desear competir (!?!) y, eso sí, ahí vencer de largo… pero al margen de la obra original de la que se sirve sin recato desde su reclamo y titular.
Es curioso que, en la recuperación de este género en la que la labor de este Teatro es pionera y destacadísima, haya propuestas como ésta, que nos devuelvan a la antología que, por su uso y abuso en otros tiempos de amor-odio, manipulación y prevención por este género que tanto ha alejado al público moderno de la vivacidad realista, del descaro, del verdadero ingenio, atrevimiento y complicidad, siempre o casi siempre, políticamente incorrecta, de sus infinitas tramas, en todos sus apartados y géneros (desde la ópera hecha y derecha, al más humilde género ínfimo…), de este diverso y fascinante arte musical y dramático patrio, (plural e inclusivo se diría hoy) que, mal llamamos con el término genérico de: zarzuela.
Un apartado estelar (longevo por sus varias etapas seculares) de nuestra historia musical que defendiera en su día y mientras pudo, con verdadero entusiasmo, determinación y, consecuente…, éxito, mi paisano Ataulfo Argenta.
Bueno, al menos para algunos de los presentes, entre los que me incluyo, se destacó así, la brillantez (por su ausencia…) de esta pareja de genios del diálogo y la trama, Romero y Fernández-Shaw, curtidos en mil batallas, a los que sirve, sirvió en su día, como un guante, la imperecedera música de Vives. Música que queda, en cierto modo, frivolizada o, al menos, desubicada por este planteamiento de… antología.
Vayamos ya con el reparto. Excelente composición del personaje Fernando, en la piel y voz de Ismael Jordi. Una voz que se proyectaba tersa, con belleza, potencia y facilidad en la platea donde nos encontrábamos, como la de Aurora, personaje defendido con parejas características canoras, por Ana Ibarra. Por su parte, Doña Francisquita, con Sabina Puértolas, combinó su saber hacer con una voz amplia, como su vibrato, en sus diversos registros; como Cardona, llevado en este primer reparto por la presencia de Enrique Ferrer.
Junto a estos cuatro roles principales, convincentes personajes de carácter en: Doña Francisca, con Milagros Martín; Don Matías con Santos Ariño; y Lorenzo Pérez, Isaac Galán.
La participación especial del actor Gonzalo de Castro redunda en el problema de base comentado con anterioridad, al ser el personaje que defendía con coraje, la difícil continuidad de esta forzada “trama antológica”.
Y… ¡qué decir de Lucero Tena que no se haya dicho ya…! … Que provocó el delirio general destacando un Fandango, de fábrica ya imponderable, que después fue coreografiado para un espléndido cuerpo de baile. (— ¡Chapeau a ambos… y, que salga con ellos, por favor, el autor de esta música inspirada!).
Un contundente elogio que se extiende a la Orquesta de la Comunidad de Madrid y el Coro del Teatro de la Zarzuela, dirigidos todos con la ejemplaridad que le caracteriza, por Guillermo García Calvo.
Para terminar y hablando de repartos, pero en otro sentido, una curiosidad algo oportunista por mi parte, que, en estas últimas líneas, no puedo dejar de mencionar (es uno de mis caballos de batalla habituales…). Y es que quiero destacar al socaire de la idea que vertebra esta producción, la valiosa apología realizada aquí (en la ficción, por supuesto…) de la necesaria, imprescindible difusión ubicua e intergeneracional, de nuestra zarzuela (escrita no sólo en castellano…), nuestra ópera patria al fin y al cabo, que se realiza aquí por obvias alusiones y el planteamiento mismo, y que (— ¡Mira por dónde!) es, de largo, la asignatura pendiente de estas espléndidas (pese a las lógicas críticas de detalle) producciones del Teatro de la Zarzuela.
Unas producciones, a la sazón, abarrotadas de público, como ésta, donde, me consta la cantidad de gente que se queda fuera por falta de localidades disponibles en los pases programados (¡... y sólo en Madrid!).
Si es un problema de derechos (como se me dice machaconamente cada vez que saco el tema ante responsables o adláteres), los derechos, por definición, no son, no pueden ser nunca un problema. Se basan en la justicia natural del reparto de beneficios a sus actores en todas sus facetas visuales, artísticas, gestoras... Y un reparto, nunca puede ser un problema, más allá de las tareas administrativas que conlleva y dan su trabajo, y el detalle de la justicia aparejada a sus números y porcentajes respectivos: ¿A qué se está esperando?
Luis Mazorra Incera
Doña Francisquita: música de Amadeo Vives, textos cantados Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, y textos hablados de Lluís Pasqual.
Producción del Teatro de la Zarzuela (2019).
Dirección musical: Guillermo García Calvo. Dirección de escena y textos hablados: Lluís Pasqual. Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar; Iluminación: Pascal Merat. Audiovisuales: Celeste Carrasco; Coreografía: Nuria Castejón
Reparto (primero): Doña Francisquita, Sabina Puértolas; Fernando, Ismael Jordi; Aurora, Ana Ibarra; Cardona, Enrique Ferrer; Doña Francisca, Milagros Martín; Don Matías, Santos Ariño; Lorenzo Pérez, Isaac Galán; con la participación especial de Gonzalo de Castro y Lucero Tena.
Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de La Zarzuela.
Teatro de la Zarzuela. Madrid.
Foto © Elena del Real