Aunque es pronto para hacer un balance general de la 69 edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, dos elementos destacan a priori: la innegable calidad de la programación y que ha sido la primera oportunidad para muchos grupos e intérpretes de actuar en directo tras la paralización de la actividad cultural durante el confinamiento. Por supuesto, este ha sido el caso también del grupo sevillano Vandalia, en la matinal en la que se han unido de nuevo polifonía española y un emplazamiento histórico, la Capilla Real.
Hacía ya varias ediciones que el Festival no utilizaba este recinto único, cuyo importante archivo musical, coro, órgano y templo son cada vez más un “hortus conclusus” para investigadores e intérpretes. Así, el público pudo disfrutar de un espectáculo sonoro y visual excepcional.
Colocados delante de los sepulcros de los Reyes Católicos y de Juana de Castilla y su esposo Felipe el Hermoso, el cuarteto vocal formado por Rocío de Frutos (soprano), Gabriel Díaz (contratenor), Víctor Sordo (tenor) y Javier Cuevas (bajo) abrió el concierto con la ensalada La Bomba de Mateo Flecha el Viejo, sobre la que luego se basaría la mayor parte del programa, la Misa de Bomba de Pedro Bermúdez.
El compositor de la Corona de Aragón Mateo Flecha el Viejo ((1481-1553), fue uno de los primeros en utilizar estas composiciones propiamente hispanas, en la que la mezcla de lenguas, texturas, estilos y una descarada fluctuación entre lo sacro y lo profano es la característica que las define. Vandalia ofreció una interpretación que sobresalió justamente en las dificultades que plantean las ensaladas, dando coherencia y unión a fragmentos tan heterogéneos y dotando a la vez a la pieza de una organicidad y frescura únicas. La precisión en los cambios de tempo, en la declamación de texto en diversas lenguas y la comicidad cuando la letra lo requería, dejaban en evidencia el dominio de los recursos expresivos y dramáticos del grupo.
Tras la ensalada, el resto del recorrido musical giró en torno al compositor de origen granadino, Pedro Bermúdez (1558-1605). De carácter difícil, su vida siguió una trayectoria accidentada que le llevó desde la Colegiata de Antequera como maestro de capilla (de donde fue expulsado por una reyerta callejera), a ayudante de Francisco Guerrero en Sevilla para terminar en el Nuevo Mundo. Primero en la catedral de Guatemala en torno a 1600 y luego en la de Puebla en 1604, donde ya se pierde su rastro. Fue un compositor muy estimado en su época, tal y como evidencian los puestos y salarios que obtuvo, pero hoy es prácticamente desconocido. La Misa de Bomba es, de las tres misas conservadas, la única basada en un modelo profano, la ensalada del mismo nombre de Mateo Flecha el Viejo.
Es una misa de parodia, técnica que reelabora todos los elementos de un modelo polifónico. La misa de Bermúdez es ejemplar en cuanto a la cantidad de fragmentos reutilizados a lo largo de ella- unos treinta y seis- no dejando prácticamente ninguna parte de la ensalada sin citar. Consigue adecuar minuciosamente cada tema precedente a cada momento de la misa y su carácter. Mediante un uso magistral del contrapunto, mejora los sujetos contrapuntísticos de Mateo Flecha, desarrollándolos de forma ingeniosa y uniendo mejor que el propio Flecha sus distintas y variadas secciones musicales. Vandalia utilizó la edición del musicólogo Omar Morales, realizando todas las entonaciones gregorianas (estupendo aquí Gabriel Díaz) y las repeticiones correspondientes de cada parte de la misa. De nuevo hicieron gala de una excelente declamación y expresión del texto religioso, con una clarísima articulación de las partes homofónicas y con amplitud y elegancia de fraseo en el contrapunto.
La afinación, la homogeneidad y belleza de todos los timbres fueron sobresalientes no sólo en la misa, sino en todo el programa. Destacaron la cristalina voz de Rocío de Frutos en las larguísimas frases de la polifonía y la redondez en los graves que aportó Javier Cuevas.
Alternaron el Ordinario de la misa con dos motetes de Francisco Guerrero (1528-1599) en el Offertorium , la Salve Regina II y el Ave Maria a 4. En el resto de partes del Propio (Graduale y Commnunio) situaron una serie de villanescas pertenecientes al libro de Canciones y Villanescas espirituales, que el maestro sevillano imprimió en Venecia en 1589. Los motetes sonaron suaves y afectivos tal y como la sencillez del contrapunto -inusual en Guerrero- y el tema mariano sugerían. Destacó la intervención de Victor Sordo en el gregoriano de los versos pares de la Salve regina, con una vocalidad muy adecuada y de gran belleza. Pero fue en las villanescas donde Vandalia terminó de rendir al público.
Realizadas por Francisco Guerrero a lo largo de gran parte de su vida y con un texto original profano muchas de ellas, son piezas breves pero de una gran sofisticación compositiva, evidenciada especialmente en una armonía más moderna y los intrincados ritmos. Vandalia interpretó estas joyas del Renacimiento como si fueran piezas de delicada filigrana o miniaturas de la reja plateresca de Bartolomé Ordoñez que los enmarcaba: hicieron de ellas un festivo juego de colores y texturas interpretándolas con una claridad, viveza y expresividad que contrastaron muy bien con el carácter más serio de la misa y los motetes.
Tras poner al público en pie, Vandalia regaló dos piezas, el Zorongo de Federico García Lorca (en una armonización de Rocío de Frutos) y el villancico “O más dura que el mármol” de Pedro Guerrero-hermano de Francisco-sobre un texto de Garcilaso. Un brillante concierto donde Vandalia nos recordó tras estos tiempos difíciles que son una de las mejores formaciones vocales de cámara del panorama de la Música Antigua.
Mercedes García Molina
Vandalia: Polifonía del Siglo de Oro: obras de Bermúdez, Flecha el Viejo y Guerrero.
69 Festival Internacional de Musica y Danza, Granada.
foto © Fermín Rodríguez