Richard Wagner y su música despertaron pasiones ya en vida del compositor, como fue el caso del escritor británico Houston Stewart Chamberlain (1855-1927), para quien el creador de Parsifal fue “el Sol de su vida”, fuente de inspiración poética e intelectual, así como Bayreuth y su teatro de la ópera (el Bayreuth Festspielhaus, donde cada año se representan las obras del genio) simbolizaba una verdadera patria del alma para alguien que se consideró siempre huérfano y apátrida. Nacionalizado alemán, escribió toda su obra en este idioma, y su libro más famoso, Los fundamentos del siglo XIX, publicado en Viena en 1899, fue un éxito de ventas en el mundo germánico, y traducido a varios idiomas, aunque sigue siendo muy desconocido en lengua española.
Ejemplo paradigmático de diletante, iniciado en múltiples saberes desde la filosofía kantiana a la ciencia darwiniana, precursor ideológico del nazismo y aquejado de un peculiar antisemitismo, reconocía en Shakespeare y Goethe sus maestros en el espíritu, y a Beethoven como su inspirador musical; pero fue Wagner, al que llegó a conocer efímeramente en su juventud, quien supuso para él un verdadero padre simbólico, extraordinario, luminoso y radiante como el Sol. Casado en 1908 con Eva von Bülow, la hija pequeña e ilegítima del maestro, llegó a convertirse en el conductor espiritual de la Villa Wahnfried, la casa del clan de los Wagner en la colina de Bayreuth en Baviera.
Wagner y mi camino hacia Bayreuth
Autor: Houston Stewart Chamberlain
Edición de Blas Matamoro
Fórcola, 190 páginas
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