El centenario del nacimiento de Birgit Nilsson coincidió este año con la entrega del Premio legado por ella misma a la fundación que lleva su nombre (un millón de dólares). También nombró como primer agraciado para cuatro años después de su muerte a Plácido Domingo (2009), que invirtió la suma en Operalia. Luego vinieron Riccardo Muti (2011), que supuestamente habría utilizado la suma para sus numerosos proyectos de enseñanza y promoción del arte lírico y en el 2014 la Filarmónica de Viena, cuya administración anunció enseguida que invertiría hasta el último centavo en la modernización y apertura al público de sus archivos.
Ante una pregunta en rueda de prensa, Nina Stemme, la gran soprano dramática sueca premiada este año, indicó que todavía no había decidido qué hacer con el dinero, que de cualquier manera, se otorga sin ninguna condición específica sobre su utilización. Y Rutbert Reisch, el presidente de la Fundación Birgit Nilsson, intervino, amable pero firmemente, para confirmar que de acuerdo a lo indicado expresamente por ella, el premio se otorgaba exclusivamente a los méritos artísticos y a la solidez de una carrera profesional sin altibajos.
Por ejemplo, la Fundación excluye a los artistas excesivamente canceladores. Y agregó: “yo no sé, ni he oído que nadie le preguntara a Barak Obama que hizo con el importe del Nobel de la Paz”.
Una observación a punto, porque la prensa tiende a apodar el premio Birgit Nilsson como el Nobel de la Música, tal vez por la fastuosidad de una ceremonia celebrada en la sala de la Ópera Real, en la cual es el mismo Rey de Suecia quien entrega la estatuilla y el pergamino correspondiente. Este año fue Bryn Terfel quién se encargó de la parte musical del acto cantando fragmentos de El Holandés Errante, Los Maestros Cantores de Nürnberg y Falstaff. Christine Nilsson, la veinteañera en ascenso con una voz de una robustez que hace acordar a su tocaya brindó tres lied suecos y desde Los Ángeles, Plácido Domingo envió un video con un conmovedor tributo.
Luego de la rueda de prensa, Nina Stemme me comentó risueñamente que la pregunta indiscreta no le había molestado en lo mas mínimo y me contó que a la Nilsson nunca la escuchó cantar pero cantó junto a ella en una ceremonia y su experiencia fue similar a la de los demás: quienes cantaban con ella le oían poco porque el torrente de su voz era proyectado hacia la sala.
Es así que fue el marido de Stemme quién le confirmó a ésta que en aquella ocasión había experimentado ese famoso efecto de una voz que en el teatro nos llegaba como un rayo laser que parecía clavarnos en la butaca. En el caso de Nilsson, las grabaciones de estudio jamás llegaron a equiparar a las en vivo y es por ello que la Fundación editó una valiosísima colección de algunas de estas últimas. Como rareza, hay un espléndido Castillo de Barba Azul cantado en alemán y tres Tristán e Isolda que acreditan la progresiva madurez de la soprano a través de tres décadas diferentes en Bayreuth, el Met y la Ópera de Viena.
También se ha reeditado la versión inglesa de la estupenda autobiografía de la cantante, tan llena de un humor irresistiblemente auto deprecativo y gloriosa en su descripción de las fortalezas y debilidades de muchos famosos en las bambalinas. “Con Birgit nos comunicamos muy seguido hasta su muerte y fue ella la que me animó a aceptar mi primera Isolda en Glyndebourne, diciéndome que ella estaba segura que iba a terminar cantando todos sus roles. Pero mi voz es totalmente diferente y nunca caí en el error de tratar de imitarla ya que su voz era en todo sentido incomparable”.
También eran diferentes en lo personal porque Nilsson, como muchas cantantes de su época, pensaba que era mejor no tener hijos y Stemme matizó su carrera con tres, ahora adolescentes. ¿Sintió que su voz había cambiado después del primero?, le pregunté, pensando en las experiencias de otras cantantes. “Si, pero para mejor. Antes de ser madre la voz era solo para mí. Después sentí que se expandía hacia afuera, como una entrega hacia lo que una ha creado y a un mundo que se abre mas allá de la propia interioridad”.
Agustín Blanco Bazán
Estocolmo, octubre de 2018
https://birgitnilssonprize.org/
Foto: Photo: Su Majestad el Rey Carlos XVI Gustavo de Suecia entrega el Premio Birgit Nilsson a Nina Stemme (foto de Mats Bäcker).