El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera ha sido concedido a Thomas Adès por “el extraordinario alcance internacional de su obra, que lo convierte en uno de los músicos más aclamados de nuestro tiempo”, según recoge el acta.
El jurado destaca “la capacidad comunicativa de su música, que conecta transversalmente con públicos diversos al tiempo que abre horizontes de futuro” a través de un “extenso catálogo de composiciones que abarca todos los géneros: sinfónico, pianístico, música de cámara, ballet y ópera. Estas cualidades, junto con su intensa actividad como pianista y director hacen de él una referencia imprescindible en el panorama musical actual. Adès, que es poseedor de un profundo conocimiento de la tradición musical occidental, muestra un gran interés por su reinterpretación, incorporando elementos de fuentes musicales muy diversas”, recoge el acta.
Una de las claves de esa amplia conexión con la audiencia es, según Victor García de Gomar, secretario del jurado y director artístico del Gran Teatre del Liceu, “su capacidad de combinar técnicas compositivas contemporáneas con recursos para devolver la emoción y la expresividad desde el escenario a la sala. Consigue restituir la música a su espacio más natural, que es el oído, creando una perfecta armonía entre el oído y la mente; esto es lo que hace su música enormemente moderna, a través de un lenguaje que conecta con los afectos, enlazando lo racional con lo emocional. Creando una música que necesita ser expresada, no sólo interpretada”.
Una definición en la que el propio premiado se reconoce, como asegura en una entrevista realizada pocos minutos después de conocer la noticia del premio: “La emoción es una dimensión suprema para todo artista. Creo que la mente racional debe trascenderse para construir algo nuevo. Por supuesto la racionalidad siempre está presente y forma parte del proceso, pero la verdad es que no puedo separar la emoción de la razón. Cuando estoy trabajando lo hago principalmente a través de mi instinto, una especie de supervivencia para tratar de llegar desde un punto al siguiente. Si, en ocasiones, equilibro entre ideas o procesos racionales con ese instinto, quizá sea algo que se observe más desde fuera. Me emociona que así sea como se percibe por el público; es un reconocimiento que me anima y me inspira”.
El compositor español Francisco Coll es el único discípulo al que Adès ha enseñado composición. Tras cuatro años como alumno suyo, Coll destaca que uno de los rasgos que distingue la obra de su maestro es cómo logra el equilibrio entre la parte intelectual, el conocimiento, y el elemento emocional, que es lo que conecta con el público. “Thomas hace suya la idea de que una música ha de ser compleja de escribir –la suya lo es no sólo a nivel de inspiración, sino también técnico- y fácil de escuchar. Rítmicamente su obra es muy rica y compleja, pero el resultado es aparentemente sencillo”.
“La música es la disciplina ideal para desplazar las fronteras del conocimiento”
A los doce años, Thomas Adès viajó a Bilbao con su madre –una historiadora del arte especializada en el surrealismo y con gran interés por la pintura de Dalí–, una experiencia que le transformó por completo: “España fue el primer país extranjero que visité, lo recuerdo muy bien porque salimos en barco desde algún lugar en la costa del sur de Inglaterra a finales de los 70, y nunca he olvidado la sensación de sentirme como un explorador atlántico, por ridículo que suene. Yo solo era un niño, y para mí fue un momento de asombro, llegar a un lugar radicalmente distinto. Quizás por eso significa tanto para mí, es un símbolo del horizonte, como Cortés descubriendo el Pacífico, y eso es algo que siempre tengo en mente en mi trabajo, la idea de navegar hacia un horizonte desconocido”, evoca el premiado.
Esa doble influencia, la de la cultura española y la del surrealismo, han tenido importante reflejo en la carrera de Adès. Tomando un ejemplo del surrealismo, Coll explica: “Todo el mundo sabe lo que son un mosquito y un elefante, pero Dalí creó elefantes con patas de mosquito, es decir, presentó de forma original elementos reconocibles y familiares. Eso es lo que hace Thomas a nivel más abstracto con la música: toma una chacona, un vals o un tango –ritmos reconocibles con los que el público conecta– pero los reinterpreta de forma totalmente original”.
Tomando el mismo símil, el propio premiado lo desarrolla así: “El surrealismo es algo muy natural para mí”, destaca, “Yo veo la realidad a mi manera. Hay algo común ahí fuera que todos vemos, un elefante o un mosquito. Yo lo que intento es escuchar mi propio oído interno, pero en un momento como éste, al recibir este reconocimiento, descubro que otros me están siguiendo, y esto es un gran honor, una sensación maravillosa”.
Antes de cumplir la mayoría de edad, el maestro Adès ya había compuesto su Opus número 1, Five Eliot Landscapes, y se encontraba estudiando piano para música de cámara en Hungría con György Kurtág (premio Fronteras del Conocimiento en la séptima edición). Una formación que completó en el King's College de la Universidad de Cambridge.
Poco después, en 1995, estrenó la primera de sus óperas, Powder Her face, en la que desplegó de nuevo una amplia paleta de influencias estilísticas que sintetizaba su música: desde Alban Berg o Igor Stravinsky hasta los tangos de Astor Piazzolla. Desde entonces, esta pieza se ha representado en cerca de doscientas ocasiones en teatros de la ópera de todo el mundo.
En 1997 recibió un encargo de Sir Simon Rattle que se convirtió, un año después, en su pieza sinfónica Asyla, que el propio maestro Rattle estrenó en el Birmingham's Symphony Hall. En esta obra, Adès incorporó estructuras, patrones y ritmos de la música techno, una de las músicas electrónicas de baile más populares a finales del siglo pasado. "Si quieres transformar un objeto en otro –reflexiona acerca de las influencias musicales de su obra– la música es totalmente plástica y por tanto esto lo puedes hacer a voluntad. Así es como funciona mi mente, toda mi música podría describirse como surrealista, para mí esto es normal, así es como pienso… Intento ver más allá de lo físico y pensar en cómo se puede transformar, eso lo puedes hacer fácilmente con la música, que al fin y al cabo está hecha de aire, así que puedes hacer lo que te dé la gana, creo que en este sentido es la disciplina artística más libre. Si quieres desplazar las fronteras del conocimiento, la música es de hecho una disciplina artística ideal para lograrlo”.
Además de Asyla, el jurado considera que entre sus obras se encuentran “hitos de la música contemporánea como In Seven Days (2008), Polaris (2011), Tevot (2007) y otras composiciones que ya son puntales de repertorio de concierto”. Y, entre ellas, destaca el presidente del jurado, el maestro Pedro Halffter Caro, están sus óperas.
“Componer una ópera es como ser atraído por un agujero negro”
A Powder Her Face le siguió The Tempest, estrenada en la Royal Opera House de Londres en 2004 y que consiguió aún mayores cotas de aclamación popular, de crítica y de premios, entre los que figura un Grammy en el año 2014. “Componer una ópera es como ser atraído por un agujero negro” asegura el premiado, “lo absorbe todo”, por eso en este momento prefiere ocuparse de obras de otra dimensión. “Al mismo tiempo –continúa– siempre estoy pensando en cuál podría ser la temática de mi próxima ópera… pero en realidad la idea te suele elegir a ti, no eres tú el que la eliges”.
En su ópera más reciente, The Exterminating Angel (2016), convirtió en paisajes sonoros la angustia y la opresión que Luis Buñuel reflejó en la película El ángel exterminador, utilizando la técnica del obstinato (sucesión de compases con una secuencia de notas que se repiten en cada compás a lo largo de una composición) para representar el pasaje en el que los protagonistas se introducen en una habitación que después no podrán abandonar. Esta obra se ha representado, con gran éxito, en el Met de Nueva York, en el Covent Garden de Londres y en el Festival de Salzburgo. Además, ha sido la razón de la reciente visita del maestro Adès a España, el pasado mes de marzo, para dirigir el estreno de la versión sinfónica de The Exterminating Angel (versión que fue un encargo de la Orquesta Nacional de España junto a otras siete instituciones internacionales, entre ellas el Carnegie Hall).
“Cuando dirijo mis propias obras –señala– es una gran oportunidad para ayudar al compositor que soy a comunicarse. Disfruto mucho ese aspecto, el hecho de que puedo moldear la arcilla de mi propio trabajo… También he tenido mucha suerte de que grandes directores han dirigido mis obras. Pero yo disfruto mucho dirigiendo mis obras porque el proceso de componer puede ser un trabajo muy duro, pero cuando dirijo he dejado ese trabajo atrás y me siento muy libre”.
“Componer –continúa el maestro Arès– es básicamente una actividad solitaria que realizas durante lo que parecen horas, días, semanas… interminables, en tu casa, trabajando en la partitura. La partitura no es más que un mapa de un paisaje sonoro, un plano o un vehículo de lo que va a ser la pieza, pero realmente cuando cobra vida es cuando se interpreta. Cuando la llevo al mundo real y la dirijo, soy capaz de presentarla en un modo idealizado y trato de mostrar con mis gestos, de la mejor manera posible, cómo quiero que sean esos sonidos. Es maravilloso para mí, teniendo un trabajo esencialmente solitario, poder compartir tiempo con los músicos, me encanta el momento en el que los sonidos que hasta ese momento solo existen en mi cabeza y que he transferido a una partitura contactan con alguien que toca el violín o la percusión. Si estoy dirigiendo puedo decir: debes golpear el tambor de ese modo o tocar el violín de este otro. Es un momento en el que estoy lo más cerca posible de aquello que quiero”.
Su cuarta gran composición escénica ha sido el ballet Dante, que se estrenó el año pasado en la Royal Opera House, y cuya grabación, a cargo de la Filarmónica de Los Ángeles con el maestro Gustavo Dudamel se publicará a finales de este mes. En ella, el maestro Adès hace su propia revisión de la Divina Comedia, del poeta clásico, en la que, además, hace un indisimulado homenaje. “Las tres partes de Dante –explica el premiado– son mundos musicales completamente diferentes. [Franz] Liszt es mi guía para el infierno, en una parte de la música soy como un ventrílocuo de Liszt, mientras que en otra parte la música es mía… Paradiso es mi propia geometría pura, una geometría fuera del tiempo que quería construir… Cuando lees a Dante, es atemporal, no parece poesía del siglo XIV sino que suena tanto moderno como antiguo, escribe algo que no es de ninguna era en concreto, en una página está Aristóteles y en la página siguiente hay figuras contemporáneas, tienes la sensación de estar fuera del tiempo. Esto es lo que quería transmitir con la música, que puedes caer en ese mundo desde cualquier era, y sentir que siempre te encuentras en el momento actual”.
Foto © Mathias Benguigui