Continuamos con la publicación de las distintas secciones de la revista RITMO disponibles hasta ahora solo en papel, continuando con “Las Musas”, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de julio-agosto de 2018 por Miriam Bastos Marzal.
LOS OSPEDALI VENECIANOS
Espacios femeninos de excelencia musical
Los espacios protagonistas de la intensa vida musical veneciana de los siglos XVII y XVIII no sólo fueron las academias, los famosos teatros de S. Cassiano y S. Benedetto o la Basílica de San Marcos. También lo fueron unas fundaciones benéficas que, surgidas con el propósito inicial de acoger niñas huérfanas o abandonadas, acabaron convirtiéndose en auténticos referentes europeos de enseñanza musical para las mujeres. Se trata de los famosos ospedali de La Pietà, Mendicanti, Incurabili, y Derelitti u Ospedaletto, donde músicos como Antonio Vivaldi, Nicola Porpora, Johann Adolph Hasse o Giovanni Legrenzi desarrollaron una extraordinaria labor docente y creadora.
En unas instituciones cuyas únicas fuentes de ingresos eran limosnas y donaciones particulares, las monjas encargadas de su gestión comprobaron rápidamente que un acompañamiento musical de calidad durante los oficios religiosos animaba a los fieles a ser mucho más generosos, por lo que, cuando una niña manifestaba alguna inclinación por la música, era encaminada por el maestro de coro, bien hacia el canto, bien hacia algún instrumento, confiándose su formación de base a una figlia di coro que hubiera alcanzado el rango de maestra.
La instrucción diaria de estas niñas estaba marcada por un exigente currículo que suponía practicar horas y horas durante años todas las dificultades de la interpretación vocal e instrumental: escalas, arpegios, trinos, ornamentos, así como teoría musical, contrapunto y literatura. Los instrumentos de teclado se enseñaban sólo a unas pocas elegidas: la preparación teórica era mucho más compleja al ser necesario un gran dominio del contrapunto para llevar adelante el bajo continuo. No es casualidad que entre las figlie di coro que desarrollaron cierta actividad compositiva figurasen clavecinistas y organistas como Michielina della Pietà, Maddalena Lombardini o Agatha della Pietà.
Después de este período de formación tan largo y tan costoso, era necesario que cantantes e instrumentistas permanecieran el mayor tiempo posible en la institución, por lo que únicamente se aportaba la dote para contraer matrimonio o tomar los hábitos a quien hubiera prestado servicio como figlia di coro al menos durante diez años, siempre que hubiera formado a dos alumnas que estuvieran en condiciones de sustituirla. Al salir, quedaba obligada a no actuar en público dentro de los confines de la República de Venecia, y si se hacía monja, tenía que ingresar en un convento de otra ciudad.
Estos espléndidos conjuntos vocales e instrumentales abarcaban un enorme repertorio de música litúrgica para voces agudas que aún hoy permanece inexplorado en su mayor parte. También eran muy demandados los conciertos para solistas con acompañamiento de cuerda y bajo continuo (como los más de veintidós que compuso Antonio Vivaldi para la maestra Maria Anna della Pietà), en actuaciones donde una misma intérprete era capaz de exhibirse tocando varios instrumentos con total destreza. Durante la Cuaresma, los oratorios representados por estas jóvenes alcanzaron una gran popularidad, como lo demuestran los más de doscientos de ellos que aún se conservan.
Aunque existieron hasta bien entrado el siglo XIX, estos conjuntos instrumentales y vocales alcanzaron su máximo esplendor a mediados del siglo XVIII y la perfección de sus interpretaciones atrajo visitantes de toda Europa. Los relatos de viaje de Charles Burney y Rousseau contienen entusiastas reseñas de su paso por estos centros musicales.
A las mujeres desde siempre les había sido vetado el acceso a las escuelas catedralicias, por lo que, tradicionalmente, sus únicas vías de formación musical habían sido, bien la recibida en el seno familiar por ser hijas de músicos, como Francesca Caccini y Elisabeth Jacquet de la Guerre, bien la proporcionada por profesores privados, como sucedió con Barbara Strozzi. Por eso el estudio de los ospedalli venecianos, únicos centros de enseñanza permitidos a las mujeres durante siglos, que además funcionaron como auténticas factorías de excelencia musical, es esencial cuando tratamos de iluminar la cara siempre oculta de la historia, de esa historia vivida y protagonizada por mujeres.
Miriam Bastos Marzal
Concertista de piano y musicóloga especializada en feminismo musical, actualmente ejerce la docencia en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Colaboradora del espacio “Temas de Música”, de Radio Clásica, de RNE.
Foto: El Ospedale della Pietà fue un convento, hospicio, orfanato y escuela de música en Venecia, activo notablemente en los siglos XVII y XVIII (grabado de A. Porzio y A. Della Via, 1686).