Continuamos con la publicación de las distintas secciones de la revista RITMO disponibles hasta ahora solo en papel, continuando con “Las Musas”, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de marzo de 2018 por Elisa Rapado Jambrina.
LILI BOULANGER (1893-1918): El ardiente brillo de una estrella fugaz
A nadie le sorprendió cuando Marie-Juliette Olga Boulanger (más conocida por el diminutivo “Lili”) manifestó precoces inclinaciones artísticas: Lili había nacido en el seno de una de las familias musicales más activas de Francia, su abuela y madre habían sido cantantes líricas y tanto su padre como su hermana Nadia se dedicaban a la composición musical. La singular niña se reveló capaz de escribir música con personalidad antes de haber aprendido a leer, un hecho que despertó la admiración de su primer maestro de armonía, Gabriel Fauré. A menudo enferma por una dolencia pulmonar crónica que se manifestó a los dos años, la pequeña recibía frecuentemente las clases de instrumento y composición en su propio hogar.
La música para voces solistas, coros y orquesta o piano domina la producción de la joven Boulanger. Tristemente, su proyecto más ambicioso (una ópera sobre Le princesse Malène autorizada por el propio Maeterlinck) habría de quedar incompleto con su prematura muerte. Sus primeras canciones (Attente, Reflets y Le Retour) dejan patente la gran influencia del estilo del Debussy de Après-midi d’un faune, con sus armaduras repletas de alteraciones y numerosas peculiaridades armónicas. Esta huella se plasma también en sus dos piezas para violín y piano: la primera es un Nocturno en do mayor que se va tiñendo de armonías cada vez más cromáticas y figuraciones más ligeras. Cortège, la segunda, manifiesta la influencia de la pieza del mismo nombre para cuatro manos de Debussy y de su Clair de Lune.
Lili ingresa en el aula de composición de Paul Vidal en el Conservatorio de París en 1909 con la mirada fija en un objetivo: el Premio de Roma, prestigioso certamen internacional que acaba de distinguir a su hermana Nadia con un Segundo Premio. Las distintas dolencias que sufre durante estos años ralentizan su trabajo, pero no minan su perseverancia y, tras retirarse enferma de la competición en 1912, retoma ilusionada el proyecto en 1913. En ese año, su cantata Faust et Hélène resulta premiada con el Gran Premio de composición musical y la joven de diecinueve años se convierte así en la primera mujer de la historia en recibir una altísima distinción que se le había resistido a numerosos grandes nombres de la composición de su país.
“A cien años de su muerte, conviene recordar el nombre de Lili Boulanger con el fin de revisitar su extraordinaria y apasionante música”
El galardón reportará a Lili Boulanger el exitoso estreno de su Cantata a finales de año en el importante Teatro Châtelet y varios meses de estancia en Roma como pensionada durante el año 1914. En ese momento, Lili Boulanger aborda la escritura de sus primeros Salmos, piezas que desvelan hondas preocupaciones existenciales y una profunda vena espiritual, aunque no podamos saber si esas inquietudes surgen de su frágil salud o del efecto que produce en su inquieto talante artístico la irrespirable fractura que precede a la Primera Guerra Mundial, cuyo estallido provoca su retorno al hogar parisino. Allí su salud empeorará mientras culmina la escritura de los Salmos (entre los que destaca Ils m’ont assez opprimé dès ma jeunesse por el colosalismo de la escritura y la fuerza de sus armonías cromáticas) y la Vielle prière buddique, culminados en 1917.
Escrito un año antes, el ciclo Clarières dans le ciel podría considerarse la aportación más relevante de la artista parisina, por el uso de los leit motivs y la creación de células motívicas que aportan continuidad musical en medio de los grandes cambios emocionales con los que Boulanger expresa estos versos simbolistas de Francis James sobre el anhelo amoroso, lo intangible y lo irreal. Las trece canciones transitan de la esperanza a una desolación cercana a la locura y fueron estrenadas pocos días antes de la temprana muerte de la compositora, a la edad de 24 años.
A cien años de su muerte y a pesar de los esfuerzos de Nadia Boulanger por mantener vivo su legado artístico, conviene recordar el nombre de Lili Boulanger con el fin de revisitar su extraordinaria y apasionante música.
Elisa Rapado
Pianista dedicada al repertorio de Lied alemán y canción lírica europea, es invitada a impartir conferencias y a escribir regularmente sobre este repertorio.