Continuamos con la publicación de las distintas secciones de la revista RITMO disponibles hasta ahora solo en papel, continuando con “Las Musas”, donde las mujeres escriben sobre mujeres, una tribuna libre mensual donde rescatar la figura de compositoras, cantantes, instrumentistas, profesoras, musicólogas, directoras, etc. En esta ocasión publicamos la realizada para la revista de julio-agosto de 2020 por Marianna Prjevalskaya.
Irina Zaritskaya: El alma gemela de Chopin
Todos conocemos el nombre de Maurizio Pollini, pero muy pocos recuerdan a la mujer que quedó bajo su sombra (y quizás injustamente) en el Concurso Internacional de Piano Chopin de Varsovia en 1960. Irina Zaritskaya recibió el segundo premio y premios especiales a la mejor interpretación de la Polonesa y Mazurkas, y la puntuación que obtuvo quedó solamente a un punto por debajo de Pollini. Sus interpretaciones de Chopin, llenas de inspiración y sutilezas, reflejaban el espíritu chopiniano que muy pocos pianistas eran capaces de crear. Su sentido del rubato, buen gusto y toque perlado la convertían en una maestra de la música de Chopin y en una de las grandes pianistas de nuestros tiempos.
Irina actuó como solista con la London Symphony Orchestra y Royal Philharmonic Orchestra, pero aun así no logró una carrera de pianista concertista y dedicó toda su vida a la enseñanza. Su labor pedagógica dejó una huella muy grande e imborrable en los destinos de muchos discípulos suyos.
Irina estudió en el Conservatorio Superior de Música de Moscú con el reconocido pianista Yakov Flier. A parte de su carrera concertista, Flier también se dedicó intensamente a la pedagogía y sus alumnos se convirtieron en celebridades de nuestros tiempos, como Viktoria Postnikova, Mikhail Pletnev, Bella Davidovich o Vladimir Feltsman.
Después de sus estudios en Moscú, Irina dejó la Unión Soviética en 1972 y se afincó en Israel, donde continuó su trayectoria artística y pedagógica en la Rubin Academy of Music en Tel Aviv. Otro viaje aún más significativo sucedió en 1985, cuando gracias a la invitación de Yehudi Menuhin, comenzó su nuevo capítulo pedagógico en Londres, trabajando como profesora de piano en el Royal College of Music, en la Menuhin School y en la Purcell School.
Incesantemente, se consagraba por completo a sus alumnos, ofreciendo clases desde la mañana hasta la noche. Siempre llena de espíritu y con una sonrisa pícara, desarrollaba cualidades en sus alumnos que su alma gemela Chopin consideraba esenciales para el pianista. Irina fomentaba la sensibilidad de sus alumnos y se centraba en desarrollar el sentido del rubato, hacer cantar el piano, lograr pedalización cristalina y conseguir un fraseo largo y bien refinado.
Es así como yo la recuerdo, ya que tuve la oportunidad de estudiar con esta mujer de espíritu chopiniano durante dos años en el Royal College y durante varios cursos de verano. Definitivamente, dos años no eran suficientes, me hubiera gustado aprender más de ella, pero a veces la vida nos presenta cambios muy poco esperados.
Una noche tuve un sueño extraño. Era julio del 2001. Soñé que estaba caminando por el pasillo del Royal College donde Irina solía trabajar. Me acerqué a la puerta con cristal para ver si estaba en su aula, pero me quedé perpleja al ver que otra persona estaba dando clases en su lugar. Seguí por el pasillo hacia una ventana al fondo por la que entraba mucha luz. Era el momento en el que me desperté con un poco de preocupación y un extraño presentimiento. En la madrugada del día siguiente recibí una llamada de mi amigo, quien me dio la noticia de que se fue fugazmente de un ataque al corazón. Su muerte inesperada fue un shock para quienes la queríamos.
Pero su influencia sigue expandiéndose, ya que su legado ha pasado a sus alumnos que están actuando y dando clases por todo el mundo. Solamente hace falta un poco de curiosidad para encontrarlos. A parte de ser yo la afortunada de haber estudiado con Irina, debo mencionar a artistas como Katya Apekisheva, Danny Driver, Alba Ventura, Baruch Meir, Igal Kesselman, Anya Alexeyev, Charles Owen, Evelyn Chang, entre muchos otros.
Katya Apekisheva la recuerda como “una mentora, una amiga; técnicamente me dio muchos consejos invaluables y siempre tuvo tiempo para entrar en los más pequeños detalles. También fue increíblemente alentadora y ayudó a todos sus estudiantes a tener confianza dentro y fuera del escenario. Gané seguridad en mí misma como intérprete teniendo a Irina como mi maestra. Siempre sentí que ella creía en mí. La echo mucho de menos y siempre estaré agradecida por todo lo que me ofreció”.
Según Baruch Meir, profesor de la Universidad Estatal de Arizona, “las clases de Zaritskaya estaban centradas en la creación de un sonido de piano que es hermoso, profundo y significativo, sonido que proyecta una conexión emocional honesta”. Continua Meir: “El sonido tenía un mundo propio en sus manos. Sus capacidades de matización eran fascinantes y ella sabía cómo enseñarlo a sus alumnos. Cuando se sentaba y demostraba en el piano, sus ojos se halagaban y parecía estar casi en un trance. Fueron clases de amor, sobre amor y hechas con amor, inspiradoras y emocionalmente intensas. Sentías realmente que estabas creando durante la clase, había tanta fantasía y profundidad, fue una experiencia emocional increíble”.
Y así siempre la recordaremos.
Marianna Prjevalskaya es Doctora en Interpretación Pianística, pianista concertista, ganadora de concursos internacionales y profesora de piano en Peabody Preparatory, Johns Hopkins University.
Foto: Irina Zaritskaya.